El debate entre los aspirantes a la gubernatura del lunes 17 de mayo significaba la última oportunidad para los candidatos que se han venido disputando el segundo lugar, para influir en la opinión pública y bajar a Indira Vizcaíno de la punta.
Para ello, en conjunto desplegaron una estrategia en las redes sociales antes, durante y posteriormente al debate. Sin embargo, la impresión que dejó este ejercicio de comunicación política en los ciudadanos es que las tendencias se mantienen tal cual.
Quedaron inmóviles las posiciones o, si acaso, hubo una sola afectación directa: la que sufrió la candidata del PRI-PAN-PRD. A todas luces, Mely Romero fue la que perdió más puntos en las preferencias tras su desempeño en el debate.
Muy desafortunada la participación de la exsenadora y exsubsecretaria del gabinete federal. Lo menos que se puede decir es que su presencia resultó incongruente con la elegante y depurada imagen que le quisieron acreditar en la campaña. Y no sólo en el sentido estético.
En todos los órdenes, su proyección fue más bien gris, aunque coherente esa imagen descuidada (despeinada y sombría) con un discurso plano y arcaico, redactado seguramente por los barones de la vieja guardia priista que odian a Indira y no dejaron pasar la oportunidad de atacarla con una retórica misógina. Pusieron en boca de Mely las mismas expresiones con las que los hombres han tratado de frenar la participación política de las mujeres.
PEINADO Y MAQUILLAJE
La estrategia discursiva de la abanderada del PRIANRD quedó muy atrás de la comunicación visual que le diseñaron a Mely para el lanzamiento de la campaña. Buscando favorecer a su abanderada, y a otras propuestas como Margarita Moreno quien busca la alcaldía capitalina, los partidos que integran la coalición Va por Colima mejoraron la imagen corporativa con espectaculares más armónicos, fotografía de calidad y una tipografía original. Curiosamente, en el caso del candidato a la presidencia de Manzanillo, con esa letra de diseño las iniciales de Jorge Luis Preciado forman un símbolo fálico.
Esa apariencia tan cuidada en el peinado y el maquillaje de las fotos de estudio, luego retocadas digitalmente, se perdió en el debate. La humedad le jugó sucio al cabello de Mely Romero, y las luces del Teatro Universitario arrasaron con el polvo base dejando a la vista un cutis demasiado brilloso para los cánones de la televisión.
Los teóricos de la ciencia política se darán gusto evocando el debate entre el vicepresidente Nixon y el senador Kennedy en la elección de 1960 en Estados Unidos. Perdió el candidato republicano a la presidencia porque el demócrata lucía fresco y rozagante. Inconsciente del poder de la imagen televisiva, Nixon sudaba a cuadro y su barba crecida lo hacía ver desaliñado cuando no enfermo.
PASADO IDEALIZADO
Tras el debate, Mely quedó completamente desdibujada en la competencia electoral. Y se confirmó que sus posibilidades reales de alzarse con el triunfo son bajas. Ni ella ni sus asesores han entendido que las campañas que tratan de orquestar contra el gobierno federal y las políticas sociales de López Obrador no calan en el ánimo de la gente. Y no lo harán, pero la priista insiste.
Hasta Leoncio Morán, de Movimiento Ciudadano, echó abajo el argumento de Mely al reconocer el trabajo del presidente de la república. Romero Celis fue la única candidata que se atrincheró contra la Cuarta Transformación. Los representantes del Verde, Partido del Trabajo, Redes Sociales Progresistas y Fuerza por México obviaron criticar a la 4T, dados los niveles de popularidad de Andrés Manuel.
Esas reiteradas menciones de Mely a los errores del gobierno federal parecían más bien citas de un informe de Nacho Peralta: el desabasto de medicamentos y la falta de atención en salud, los elevados índices de homicidio y feminicidio, la suspensión de los recursos al campo porque los jineteaban y los acaparaban las cúpulas de organizaciones priistas, su visión idealizada del Seguro Médico Popular (SMP) que siempre tuvo un cuadro básico de medicamentos y nunca incluyó la cobertura de enfermedades catastróficas, como el cáncer, o tratamientos costosos como la hemodiálisis.
Las deficiencias del sector salud en Colima nada tienen que ver con el gobierno federal sino con las decisiones de autoridades locales que no hicieron las inversiones necesarias, y que se valieron del presupuesto que les asignaba el gobierno federal a través del SMP para no cumplir con su parte de los convenios.
Como candidata del partido que llevó a Peralta Sánchez a la gubernatura, a Mely Romero le faltó hacer autocrítica del régimen priista. Y olvidó una reflexión básica: en Colima vamos a sustituir al gobernador, no estamos eligiendo presidente de la república. La prianista enfoca sus baterías en López Obrador porque quiere tender una cortina de humo, ante lo impresentable de un gobierno como el de Nacho que deberían reconocer como suyo tanto el tricolor como Acción Nacional.
LOS ROBAESPOSAS
De la exposición de Mely Romero, los pasajes más lamentables son aquellos en donde decidió injuriar a la candidata de Morena. Por su falta de sororidad para con alguien que está sufriendo violencia política de género, Mely echó por tierra todas las posibilidades de erigirse como defensora de las mujeres, por mucho que se proclame aliada de las jefas de familia, madres solteras o mujeres jóvenes.
Demostró en los hechos que su concepción de la feminidad es muy tradicional, que no entiende la cultura de género ni está dispuesta a enfrentarse al patriarcado. Ni remotamente, Mely es una feminista.
Para las mentalidades modernas, hay muchas otras formas distintas a la amorosa para establecer una relación entre un hombre y una mujer. Incluso una alianza entre un político varón y una mujer de Estado no tiene por qué entenderse como un asunto pasional, ni tampoco como sumisión de la mujer hacia el hombre.
Es increíble que Mely, siendo una profesionista y teniendo larga experiencia de participación como mujer en la vida pública, haya aceptado que le impusieran una estrategia tan baja, pensando que le iba a retribuir políticamente jugar a ser guardiana de la doble moral. En su descargo, cabe decir que se le veía incómoda al dar lectura a ese punto del guion.
A medio debate Mely tenía que hacer un juego de palabras con el robo de maridos, porque esa era la señal de arranque para una campaña de difamaciones en contra de Indira, operada por los mismos troles al servicio de gobierno del estado que todos los días difunden fake news en las redes sociales.
En su intervención final, esa descripción que hizo Mely de sí misma al dibujarse como una mujer “honesta, confiable y decente”, es una visión masculina, machista, la de “los señorones” de su partido y del partido que la cobijó que, en realidad, son hombres que no gozan de ningún reconocimiento social. Ellos son, a escondidas, los verdaderos roba-maridos y roba-esposas a plena luz del día.
SI SE LLEVA, SE AGUANTA
Los prianistas diseñaron una triple estrategia para que, lo que se dijera en el Teatro Universitario, se entendiera en el ámbito mediático y sirviera para hacer escarnio de Indira en la capa digital.
Creyeron que la infamia en forma de memes impactaría negativamente en el posicionamiento de Indira. Pero los comentarios y las manifestaciones de las personas, tanto en el espacio físico como en los medios que no están alineados con la oficina de comunicación social del gobierno del estado y hasta en las propias redes sociales, resultaron todo lo contrario.
Hubo infinidad de expresiones solidarias. La gente mostró fraternidad y la sororidad que a Mely le faltó. Una vez más, la victimización va a jugar a favor de Indira. Los estrategas de la guerra sucia olvidaron una regla del marketing político: entre más se victimiza a una figura pública, más crece su popularidad.
SOLILOQUIO
El candidato de Movimiento Ciudadano, Leoncio Morán, era el más urgido de obtener algo a su favor en el debate. Esa reiteración en la pregunta por demás retórica puesto que todos sabemos la respuesta, respecto a si Indira estuvo en el gabinete de Nacho Peralta o no, resultó tan contraproducente como su monótona pauta publicitaria en YouTube y Facebook.
Locho también tenía un guion cuya fluidez dependía de que Vizcaíno respondiera al parlamento del emecista, pero falló al final de cuentas porque Indira decidió ignorar las puyas.
Cuando cambió la circunstancia, ante la falta de réplica Morán no supo ajustar sus líneas. La machacona frase con la que Locho invitaba a Indira a entablar un diálogo cerrado, terminó en soliloquio. Vimos a un candidato solo y loco.
Aunque ninguno de los debatientes se ajustó a las preguntas, mucho menos él, Locho traía escrito un libreto y quiso seguirlo al pie de la letra, seguramente aconsejado por uno o varios asesores del todo ajenos a la realidad de Colima.
Por lo demás, Leoncio no mostró nada nuevo. Oímos el mismo discurso de sus tres campañas a la gubernatura anteriores. Lo único que ha cambiado en su propuesta electoral es el partido que lo postula. En su cuarta intentona de llegar al gobierno estatal, ya es plenamente reconocida la figura de Locho como un político estridente y caprichoso. Y no será su última actuación. En la medida que se acerque el fin de la campaña, veremos a un candidato cada vez más descompuesto.
JUSTICIA RECAUDADORA
Las acusaciones que le hace a Indira de haber sido parte del grupo del poder resultan insostenibles cuando la gente recuerda cómo inició su segundo periodo en la presidencia municipal: levantando piedras sueltas frente al Palacio del Chayote.
Lo hizo con el claro objetivo de que le tomaran la foto y la publicaran en primera plana. Quiso mandar un mensaje inequívoco: estoy al servicio de este grupo de poder. Y esa imagen de abyección no la podrá borrar Locho del imaginario colectivo, por más acusaciones infundadas que le haga a Indira.
Locho reafirmó su subordinación política al hacer con su sainete un guiño al gran elector del voto útil, presente en el teatro. El mensaje no necesitó lenguaje de señas, lo podía entender cualquiera: ‘No voy a afectar sus intereses ni su coto de poder, patrón’.
Por cierto, cuando Locho puso su desempeño en el municipio de Colima como ejemplo de lo que hará en todo el estado, más de alguno debe haber pensado: ¡Dios nos libre!
Empezando por su modelo de justicia cívica que es, en esencia, un esquema recaudatorio que nada tiene que ver con la simplificación administrativa. De hecho, usurpa las funciones judiciales. Fue creado para captar multas.
A esos funcionarios no se les debe llamar jueces cívicos, ya que no tienen la preparación ni cumplen esas tareas. Son simples interventores. Antes de la invención de semejante aparato, los asuntos se resolvían en el tribunal de lo contencioso cuando el ciudadano no llegaba a un acuerdo con la autoridad. Ya con el Tribunal de Justicia Administrativa, se da cierta duplicidad de funciones entre sus magistrados y un juez cívico.
En Manzanillo, la justicia cívica se maneja como una instancia de conciliación vecinal. Locho, en cambio, se enfocó al dinero. Y si no que le pregunten a los capitalinos que han sido blanco del acoso de los agentes de tránsito.
ENEMIGO DEL TRABAJADOR
Morán Sánchez presume avances en materia de seguridad, cuando el municipio de Colima es primero en robos a casa habitación y de coches. Tampoco, en el centro de la capital, la policía de proximidad ha podido frenar los asesinatos de adultos mayores.
Nos quiere vender la imagen de un alcalde honesto, que maneja bien los recursos, pero a Locho lo acaba de desnudar el líder sindical del Ayuntamiento quien puso al alcalde con licencia en la misma línea de los estrategas financieros del gobierno del estado. Eso explicaría por qué Leoncio y Nacho hicieron equipo desde el arranque del trienio.
Con sus antecedentes de malversación en el uso de las aportaciones que hacen los trabajadores del municipio, las cuales se les descuentan de nómina mas no se enteran al Instituto de Pensiones, no se acaba de entender por qué Locho todavía tiene como aliados a la cúpula, que no necesariamente a la base, de la burocracia.