CAPILLA ARDIENTE

Robert Harris –el autor de la novela Cónclave (2016), cuya versión cinematográfica dirigida por Edward Berger en 2024 está viendo mucha gente esta semana, porque refleja lo que ocurrió a la muerte de Francisco y la forma en que podría ser electo el nuevo ‘Romano Pontífice’– publicó otras historias que fueron llevadas a la pantalla con desigual éxito.

Una película muy bien lograda es El escritor fantasma, rodada en 2010 por Roman Polanski y protagonizada por Pierce Brosnan y Ewan McGregor. Es una ficción política sobre un ex primer ministro británico evidentemente inspirado en Tony Blair, y el ‘negro’ profesional (o coautor anónimo) que debe ayudarlo a completar sus memorias luego que el primer redactor murió en circunstancias misteriosas.

En 2001, Michael Apted dirigió a Dougray Scott y Kate Winslet en la adaptación de la segunda novela de Harris, Enigma, la cual no debe confundirse con la celebrada Código Enigma (2014) que se basa en una biografía del inventor de la computación, Alan Turing.

De la pluma de Harris surgió también Pompeya, un éxito de librerías entre los lectores aficionados a la novela histórica, pero que en el cine de efectos visuales desmerece al lado de Gladiador, no obstante haber sido protagonizada por Kit Harington –el héroe de Juego de Tronos– y Kiefer Sutherland.

A diferencia de lo que ocurre con escritores mexicanos como Francisco Martín Moreno o Armando Fuentes Aguirre ‘Catón’, en el mercado anglosajón –al igual que en la industria editorial española– ser autor de best sellers no exime a los novelistas de la obligación de documentar profusamente sus historias, especialmente cuando están ambientadas en épocas pasadas; ni de desplegar una prosa que sea, al mismo tiempo, poderosa y ligera.

Es verdad que hay narraciones escritas con no más de 500 palabras, pero los grandes escritores de novela negra, la literatura de espionaje, la ficción política o –pensando en Morris West y Robert Harris– las tramas vaticanistas, no se incluyen en esa lista. Aunque sean una marca, novelistas como Ken Follet o aun George R. R. Martin y J. K. Rawling hacen o intentan hacer literatura. Basta recordar que los escritores decimonónicos que hoy son clásicos, publicaban por entregas.

CON LOS PIES POR DELANTE:

Harris se especializa en novelas históricas y de ficción política contemporánea. Cónclave es, en ese sentido, una excepción en ‘la línea que chambea’ el escritor inglés, a menos que pensemos en la política eclesiástica como la más brutal de las disputas por el poder que se dan al interior de las grandes instituciones contemporáneas.

Que la nominación de Cónclave a los premios de cine más codiciados y su distribución en plataformas digitales hayan coincidido con la crisis de salud y la repentina muerte del papa Francisco, volvieron a la película y, de paso, a la novela objetos de interés por parte del gran público, en la medida que actualizan la imagen que nos hemos construido a partir de la literatura y la cultura audiovisual del proceso electoral pontificio.

Porque lo que Harris describe y lo que Berger muestra es una estampa muy similar a lo que está ocurriendo estos días en Roma. El cuerpo de Jorge Mario Bergoglio es el primero, desde que se configuró la arquitectura de la basílica de San Pedro, que no salió del Palacio Apostólico sino que llegó a la plaza procedente de la residencia de Santa Marta, donde el papa argentino tenía su habitación y un modesto despacho. En el documental de Disney sobre el diálogo de Francisco con 10 jóvenes de todo el mundo, Amén, el papa responde (2023), se le puede ver trabajando en esa pequeña oficina.

El mapa de la marcha fúnebre a lo largo de 700 metros por las calles del Vaticano el miércoles 23 de abril, ya está en la novela de Harris. Y por eso decía en la entrega anterior que el esbozo de lo que será el siguiente pontificado –similar a los trazos que volvieron legendarias las novelas de Morris West, fundamentalmente a Las sandalias del Pescador (1963)– es parte del valor documental y hasta periodístico de Cónclave.

LOS DOS PAPAS

Menos conocido que Las sandalias del Pescador es el argumento de otra novela de Morris West, Los bufones de Dios (1981), en la que un papa abdica –mejor dicho, lo obligan a separarse del cargo– y se retira a vivir a un monasterio mientras el colegio cardenalicio elige a su sustituto como obispo de Roma. Nadie ignora que Benedicto XVI abdicó. Y un papa surgido del clero religioso y no del diocesano, es algo que vería Roma en 2013 con la elección del jesuita Bergoglio.

Haber sido provincial de la Compañía de Jesús en Argentina, no le impidió a Jorge Mario convertirse con el tiempo en arzobispo coadjutor de Buenos Aires con derecho a sucesión. Había presentado su renuncia a esa cátedra al cumplir 75 años y esperaba que le aceptaran la dimisión cuando, como cardenal con derecho a voto hasta los 80 años, fue invitado al cónclave que se convocó tras la abdicación de Joseph Ratzinger.

Que hubiera dos papas conviviendo y usando el título de Su Santidad, el primero como patriarca emérito y el segundo como vicario de Cristo en funciones, es algo que tampoco se había visto en siglos hasta el retiro de Benedicto XVI y la coronación de Francisco. Es cierto que 1978 fue el año de los tres papas más reciente en la historia, pero Paulo VI, el primer Juan Pablo y Juan Pablo II no gobernaron al mismo tiempo.

Imposible no citar en este recuento de representaciones del acontecer vaticano, el retrato de Los Dos Papas que Anthony McCarten presenta en el guión de su propia obra de teatro, The Pope, filmado en 2019 por el director brasileño Fernando Meirelles, con Anthony Hopkins como el pontífice alemán y Jonathan Pryce como el cardenal argentino.

Pero volvamos a las novelas de West, un vaticinio planteado por Las Sandalias del Pescador en el libro que, para cuando salió la película en 1968 ya había perdido su relevancia, es que el papa Kiril (Cirilo) inicia su apostolado con un viaje a Francia, el primero fuera de Italia en décadas. Eso es algo que empezó a hacer Paulo VI desde que fue entronizado en 1963, precisamente el año que empezó a circular la novela.

En la cuarta novela de West dentro del ciclo papal, Eminencia (1998), el autor especula sobre una posible elección centrada en la figura del cardenal argentino Luca Rossini. La novela trata sobre “la profunda división que vive la Iglesia católica actual” y habla de una iglesia argentina que no está libre de pecados[1]. La pugna entre dos visiones eclesiológicas opuestas ya estaba presente desde la elección de Ratzinger, donde no por nada Bergoglio fue el segundo de los cardenales más votados.

EL AZOTE DE DIOS:

Antes de Eminencia, hubo una tercera ficción de Morris West sobre la política vaticana que adelantó la conversión ideológica que Benedicto XVI no se atrevió a consumar. En la novela Lázaro (1990), “el papa León XIV es un conservador acérrimo, el producto perfecto de la jerarquía vaticana. Pero al recuperarse de una cirugía de doble bypass cardíaco, experimenta un cambio de mentalidad filosófica y comienza a ver el mundo desde una nueva perspectiva. Ahora aspira a transformar la Doctrina de la Fe, dejándola de ser represiva, hermética y autoritaria”, dice la reseña[2].

Ratzinger fue por años el gran inquisidor de la Iglesia. Alma gemela, intelectualmente hablando, de Juan Pablo II desde antes que ambos fueran siquiera cardenales. Bajo su prefectura en la Congregación para la Doctrina de la Fe –versión moderna del Santo Oficio–, se dictaron escritos acerca de la postura de la Iglesia católica respecto a homosexuales que, tajantemente, rechazaron los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas del mismo sexo impulsados por los sectores más liberales del catolicismo, refiere Wikipedia[3].

Frédéric Martell pone a Benedicto XVI en su libro Sodoma: poder y escándalo en el Vaticano (2019), como uno de los papas que, siendo notoriamente homosexual (el periodista francés se mofa de Ratzinger, describiéndolo como una ‘diva’ que gusta de sotanas de diseñador y zapatillas Prada), menos apertura tuvo al reconocimiento del Vaticano como el país con el mayor número de gais en proporción a la cantidad de habitantes.

Muy diferente es lo que pasó con Francisco, a quien Martell ubica entre los pontífices que, de no ser formalmente célibes, serían heterosexuales. El también autor de Cultura Mainstream (2010), Global Gay (2012) y Smart (2014), niega que al interior de la Curia Romana haya un lobby gay: hay dos, uno conservador y otro progresista, irreconciliablemente enfrentados.

Lo que no cambió entre Ratzinger y Benedicto fue su condena a la pederastia. Aunque lo acusaron de haber encubierto a Lawrence Murphy, un sacerdote estadounidense sospechoso de haber abusado de unos doscientos niños sordos, luego se demostró que el expediente no llegó a la Congregación para la Doctrina de la Fe hasta unos 20 años después.

Y también es cierto que, pese a que Juan Pablo II había ralentizado el proceso disciplinario contra el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, luego que en 1997 –a través de una carta abierta al papa– ocho exlegionarios acusaron al sacerdote de haber abusado sexualmente de ellos sin que nadie en la congregación ni en la jerarquía católica hubiera atendido sus quejas, Ratzinger continuó la investigación canónica contra el mexicano. Ya como papa, Benedicto XVI anunció el cierre del expediente debido a la avanzada edad y quebrantada salud de Maciel, ordenándole el retiro del sacerdocio público para consagrarse a una vida de «oración y penitencia».

Como teólogo, Ratzinger “combatió la identificación del compromiso social cristiano con la colaboración en las nuevas estructuras de poder revolucionario que surgieron en Latinoamérica”. Condenó aquellas “formas de la Teología de la Liberación influidas por el marxismo”, y fue crítico con “la identificación de la fe cristiana con formas políticas liberales, en coherencia con su concepción de un cristianismo que va mucho más allá de la mezquina defensa de estructuras políticas y sociales que siempre serán mutables y pasajeras”. Entendió que “la fe cristiana es incompatible con la adhesión a sistemas de dominación y opresión, sean del signo que sean”. Y, por ello, denunció “los males derivados del capitalismo y el liberalismo occidentales”. Eso lo colocó en la mira crítica de la teología católica más avanzada, pero le valió la confianza de Juan Pablo II, resume la enciclopedia de internet.

Su alianza con Wojtyla consolidó la imagen reaccionaria del teólogo alemán, y pesó en su legado más que sus textos propositivos. Sin embargo, lo que yo valoro de Benedicto es que prefirió abdicar para imposibilitar que, sin estar la sede vacante, la Iglesia se vaciara de poder. Quiero pensar que, al levantarse del solio pontificio, Ratzinger pudo influir en la elección de un papa como Francisco que –con el fortalecimiento de las posiciones ultraconservadoras, en el supuesto de una agonía prolongada– habría resultado inimaginable.

EL MEXICANO QUE SERÍA PAPA

Un dato importante en la narración de Las Sandalias del Pescador es que Lakjota había sido nombrado cardenal in pectore por el pontífice anterior. A esta fórmula para la creación de un purpurado se recurre temporalmente cuando el nombramiento puede suponer un peligro para la vida del prelado (o, cabe reconocerlo, para la política exterior del Estado Vaticano).

Lakota llegó como cardenal a Roma para participar en el Concilio y ahí lo sorprendió la muerte del pontífice. En consecuencia se quedó para participar como elector en la elección, de donde salió papa. Esta es la misma condición en la que, en la película Cónclave, se presenta a la elección el cardenal mexicano Vincent Benítez (encarnado por el hasta ahora desconocido actor Carlos Diehz).

En la trama, hasta el decano Lawrence (Ralph Fiennes), por no hablar del resto del colegio cardenalicio, duda de la legalidad del documento que presenta el misionero pues ignoraba, de entrada, que Roma tuviera un arzobispado en Kabul.

Fuera del tema papal, pero no del eclesiástico, West publicó El Abogado del Diablo (1959), una novela policíaca donde “plantea la eterna paradoja del cristianismo: la constante tensión entre la fe y la flaqueza humana”. En este “testimonio del catolicismo conflictivo de nuestros días”, un teólogo que va a morir es elegido como promotor de la Fe o abogado del Diablo, esto es, como fiscal religioso en la causa de un hombre al que todo un pueblo quiere beatificar. El implacable Meredith descubre que Giaccomo Nerone había dejado a una mujer embarazada y no se había casado con ella, resume la reseña[4].

En Cónclave, uno a uno los papábiles más fuertes van siendo descartados. Los primeros por aquellos pecados que los apartan de la santidad: el cardenal Adeyemi, por haber embarazado a una monja (aunque no queda claro si, además, la violó); el franco-canadiense Tremblay, por simonía (comprar votos) y conspirar para exponer a su rival africano.

Los siguientes, porque polarizan la discusión. El cardenal Bellini, “identificado como un líder liberal y progresista” que representa “una visión más abierta y adaptada a los tiempos modernos” –reseña Mariana Álvarez en Infobae[5]–, irrita a quienes sostienen una postura ultraconservadora. Tedesco, el patriarca de Venecia –sede episcopal que produjo tres papas en el siglo XX–, por lo contrario: “pronunciar un discurso incendiario que incita a una cruzada contra el Islam”, evidenciando “su intransigencia”.

El decano Lawrence –que en la novela se apellida Lomeli– va perdiendo su potencial como alternativa a Bellini por hacer el trabajo sucio del colegio cardenalicio. En el colmo, llega a votar por sí mismo.

ALERTA DE SPOILER

Mientras tanto Benitez va sumando votos. Al principio, por la manera en que bendice los alimentos. Después, como efecto de una protesta silenciosa ante la exhibición de vicios en los dignatarios antes favoritos. Finalmente, algo que incluso alguien con una crisis de fe (otro de los tópicos planteados por West en El Abogado del Diablo) como Lawrence tendría que reconocer, por inspiración del Espíritu Santo.

Electo Santo Padre, el mexicano le confiesa a Lawrence que nació con órganos sexuales femeninos, aunque siempre se ha identificado como hombre. El papa anterior, el mismo que lo creó cardenal in pectore, le pagó una intervención quirúrgica en Suiza para definir su sexo, pero terminó aceptando las razones por las cuales Benítez se negó a someterse al bisturí.

Esta es, sin duda, la predicción más fuerte que hace Cónclave: Benítez se “convierte, simbólicamente, en el primer papa intersexual de la historia, lo que plantea profundas preguntas sobre identidad, inclusión y el futuro de una Iglesia que enfrenta presiones para reformarse”, menciona Infobae.

“En este contexto, Benítez adopta el nombre ‘Inocencio’, un gesto cargado de significado que representa pureza, pero también la intención de liderar desde la empatía, el diálogo y la reconciliación, marcando un nuevo capítulo en la historia del Vaticano”, concluye la reseña.

En la emisión de Sacro y Profano que Bernardo Barranco[6] dedicó a hablar de la verosimilitud de la película Cónclave, el sociólogo experto en religiosidad encontró sumamente significativa una toma casi al final de la cinta: tres monjas de las que atienden a los huéspedes de Santa Marta, cruzan entre risas el patio. Para el conductor televisivo, la imagen es esclarecedora del futuro de la Iglesia. Y en ella reside la principal profesía de la película: la Iglesia Católica del tercer milenio será de las mujeres… o no será.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com


[1] ‘Eminencia’, Morris West. Lecturalia. https://www.lecturalia.com/libro/4698/eminencia

[2] ‘Lázaro (novela de West)’. https://en-m-wikipedia-org.translate.goog/wiki/Lazarus_(West_novel)?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=tc

[3] Benedicto XVI. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Benedicto_XVI

[4] ‘El abogado del diablo’. Morris West. Reseña de Amazon. https://www.amazon.com.mx/EL-ABOGADO-DEL-DIABLO-Morris/dp/B00F8ETIDS

[5] ‘Cónclave, la ficción en la que un cardenal mexicano lucha por ser reconocido como el nuevo Papa’. Nota de Mariana Álvarez Torres, 21 de abril de 2025. https://www.infobae.com/mexico/2025/04/21/conclave-la-ficcion-en-la-que-un-cardenal-mexicano-lucha-por-ser-reconocido-como-el-nuevo-papa/

[6] ‘Sacro y Profano – Cónclave’. 5 de febrero de 2025. Bernardo Barranco, conductor. Canal Once. https://www.youtube.com/watch?v=D6ua3gqOVwY

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