CARTA A LOS NUEVOS FUNCIONARIOS MUNICIPALES (O A LOS REYES MAGOS)

 

Los ayuntamientos estrenan caras. En los diez que conforman el Estado hay nuevos presidentes, nuevos regidores, nuevos funcionarios. Pero también hay un nuevo comportamiento de los ciudadanos. Ahora somos más críticos y más vigilantes, más exigentes. En las urnas depositamos un voto y de allí surgieron los electos. Los cabildos muestran un balance nuevo pues en ellos irrumpieron fuerzas que antes no se encontraban. Y como las decisiones son colegiadas, cada uno de los regidores (si trabajan y toman su función en serio) puede tener luces propias que les permitan ser protagonistas.

Y es que por supuesto, cada regidor llega con la representación de un grupo de electores importante, cuyos intereses debe hacer valer en las decisiones que se adopten. Esa es precisamente la importancia de que el cabildo sea un cuerpo colegiado. Esto es algo a lo cual no estábamos acostumbrados y significa obviamente, que, así como hemos visto surgir escenarios inéditos durante sus primeras sesiones, veremos muchos más en el futuro.

Desde ese punto de vista, algunos regidores que fueron candidatos a la Presidencia municipal y no resultaron favorecidos por los votos (o por las circunstancias), tiene ahora la oportunidad de brillar y ganar nuevamente una nominación y posteriormente, ser electos para el puesto que ya habían competido. Para otros regidores, desprestigiados y que no tomen en serio sus trabajos ni sus compromisos con los electores la regiduría que ocupan, significará tan solo un premio de consolación.

Vistas las cosas de ese modo, con la conformación misma de los cabildos y sus primeras sesiones, arrancó la carrera que habrá de concluir en las urnas dentro de tres años. Los primeros precandidatos serán los presidentes municipales que puedan optar por la reelección y los regidores que estén en posibilidad legal de presentarse a una nueva elección. A éstos se irán sumando algunos diputados, funcionarios municipales o líderes (sean o no figuras encumbradas de los partidos en los cuales militan).

Las candidaturas independientes no cuajaron en la elección de este año, quizás porque la mayoría de los candidatos que compitieron con esa etiqueta, no fueron vistos por la ciudadanía, realmente como independientes ya que tenían un sello (tufo) que los identificaba con alguno de los institutos políticos, por haber figurado en ellos antes. Se tomó como otra forma de chapulineo, esa práctica tan reprobada por el pueblo, que por lo general se identifica como una de las muchas caras de la corrupción. Lo dicho, sin embargo, no quita la posibilidad de que nuevamente veamos candidatos independientes a futuro; pero quienes lo sean deberán demostrar realmente su independencia pues de lo contrario, perderán.

Los políticos están en una vitrina. Allí los observamos y tienen más de dos años para trabajar y mostrarnos su capacidad. Cada vez les resultará más difícil engañarnos con discursos de campaña o encantarnos con esa solidaridad surgida de última hora como suele suceder cada tres años. Por otro lado, las exigencias para que cumplan sus promesas será cada vez mayor. Tendrá que existir un compromiso entre los elegidos con sus electores. La improvisación se notará más cada vez. En cada municipio, todos los regidores mostrarán su capacidad frente a la problemática que cada una de las demarcaciones presenta. Su tratamiento, será la prueba constante y consistente que enfrentará cada uno de ellos y habrá una calificación que será o no, el pasaporte para continuar una carrera política.

Los nombramientos habrán de ser cada vez más estudiados y el cumplimiento de los perfiles deberá ser obligado. No resulta aceptable que un licenciado en pedagogía, recién egresado con calificaciones académicas notables según se dice, sea encargado de la planeación de un municipio, por ejemplo. Se acabó el tiempo de los compromisos, de los compadres, de los ahijados: La improvisación debe ser desterrada. Es como c0ntratar a un taquero (el que hace los mejores tacos), como paramédico o como médico. Es irresponsable y mueve a la risa.

Los funcionarios municipales ganan un sueldo que es parte del presupuesto y el presupuesto se integra con las contribuciones que todos hacemos. Por tanto, esos funcionarios son servidores públicos y deben servir. No pueden ser intolerantes con expresiones ya clásicas, como el que, si alguien no está de acuerdo, que se vaya de aquí a otro municipio: Los ciudadanos no tenemos por qué coincidir con la manera de pensar o de actuar de las autoridades; éstas deben convencernos y sumarnos a todos, ese es su trabajo y su obligación. El derecho a disentir es fundamental.

Los nuevos funcionarios municipales deben impulsar sus demarcaciones hacia el desarrollo. Ya las condiciones no dan para llevarnos de fiesta en fiesta o que se conviertan en patrocinadores de birras o pozoles (o de fiestas de sándwich y coca chica en el caso de los azulejos). En vez de pensar cual banda contratarán, deberán pensar que proyecto impulsarán y cuántos empleos podrán crear como producto de su acción. Es un cambio de paradigma. Quien lo entienda podrá continuar y quien no sea capaz de ello, puede ir despidiéndose de continuar pues talvez, no pueda concluir siquiera su período. Hay que responder a las expectativas. Y si, además, necesitan legitimarse…

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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