Que las principales cadenas de televisión abierta y de cable en Estados Unidos decidieran, el jueves 5 de noviembre de 2020, retirarse de la transmisión en vivo del mensaje de Donald Trump, es un caso digno de estudio en las escuelas de Ciencias de la Comunicación, dice el periodista Julio Hernández López ‘Astillero’.
A prejuicio de los directivos de esos canales, el mensaje presidencial resultaba mentiroso porque Trump no tenía pruebas del fraude electoral que denunciaba. Pero “lo cierto es que ningún medio de comunicación puede prejuzgar y declarar falso o cierto lo que una fuente acreditada declara”, sostuvo el columnista de La Jornada en su Videocharla Astillada de esa misma noche (https://www.youtube.com/watch?v=aCA-ykkqZF4).
Amén de que es una “fuente acreditada –no en el sentido de tener una acreditación positiva o buena fama sino de una acreditación institucional, como fuente identificada–, es muy grave que un medio de comunicación quiera valorar y prejuzgar si es cierto o falso lo que está diciendo en vivo un político, funcionario o candidato”.
Ningún tribunal tendría semejante capacidad de resolución ipso facto. No tendría validez un juicio fundado en la inmediatez y la rapidez de la sentencia. Y tampoco es el tipo de justicia que le corresponde ejercer al periodismo, señala.
“Un medio de comunicación puede abstenerse de cubrir una conferencia de prensa, señalando a su audiencia por qué considera que el evento no tiene relevancia, y hacer luego una síntesis de lo que allí se dijo y publicarlo en una página del periódico o un segmento del noticiero. Pero los medios de comunicación se convertirían en un suprapoder censor si tuvieran la facultad de decidir, al mismo tiempo que está declarando el personaje, si vale o no la pena que el público lo escuche.
“En todo caso, quien debe ejercer esa facultad es la audiencia, la ciudadanía. Un votante bien informado es capaz de apreciar lo que dijo el político o el funcionario en turno, para castigarlo o premiarlo, para apoyarlo o rechazarlo”.
LA CIUDAD DE LAS TORMENTAS
Julio Astillero menciona que los medios estadounidenses, con mucha frecuencia, se han atenido a criterios editoriales ‘patrióticos’. Sucedió tras el 11 de septiembre de 2001 cuando muchas cosas se callaron en función de un interés nacional que era, a fin de cuentas, el interés del Estado y el gobierno en turno.
“Con mentiras se quiso justificar la invasión de Irak un año después, arguyendo que había arsenales con armas de destrucción masiva. Eso sirvió no sólo para justificar la segunda guerra del Golfo sino también el derrocamiento de Sadam Hussein”. Pero, sin estar a favor o en contra del régimen iraquí, lo cierto es que los medios de comunicación no ejercieron entonces esta “súbita pretensión que ahora muestran de convertirse en censores, en juzgadores”.
Lo que está sucediendo en la cobertura del conflito poselectoral en Estados Unidos es algo que debe ser analizado con cuidado, porque en la historia de la política reciente “han sido muchas las manipulaciones, el cierre de filas y las medidas a conveniencia que han adoptado los medios de comunicación para cubrir su propia agenda de intereses”, advierte Hernández López.
VERDUGOS DE LA INFORMACIÓN
Al día siguiente, en su espacio de Astillero Informa del 6 de noviembre de 2020 (https://www.youtube.com/watch?v=DRNPW68dF08), el también director de la franquicia La Jornada San Luis reiteró que el presidente de Estados Unidos, como candidato republicano en busca de un segundo periodo, fue sin duda “víctima de una censura que merece amplia difusión y análisis profundo, equilibrado y serio. Se debe desenmascarar el papel de verdugos o jueces políticos que, con frecuencia, pretenden realizar diversos factores del poder mediático”.
“Cuando las televisoras estadounidenses se retiraron de la transmisión en vivo, afectaron el legítimo derecho de la audiencia a tener conocimiento pleno de lo que una fuente acreditada tenía que decir. No sólo como presidente en funciones sino, sobre todo, como candidato a la reelección, Trump merecía continuidad en su exposición para que los votantes tuviesen la oportunidad de conocer el pensamiento de un personaje central en el debate político.
“Peor si se demuestra que hubo una previa concertación de los grupos televisivos para actuar de esa manera, pero incluso si se produjo de una manera intempestiva, no asiste a los medios de comunicación el derecho a cortar o suspender la transmisión de lo que está diciendo una fuente declarativa acreditada e institucional.”
Vemos con frecuencia a las televisoras cortar la transmisión de una entrevista realizada en la calle en vivo, como cuando alguien alguien grita alguna obscenidad o hace alguna convocatoria impropia. “Pero ahí no se está en presencia de una fuente informativa establecida, institucional y acreditada”. Son pormenores de la transmisión en vivo.
En cambio, lo que vimos en Washington es “un cierre de filas con sentido político, una decisión política de las grandes empresas televisivas estadounidenses para cerrar el paso a la protesta de uno de los dos candidatos. Y no corresponde al periodismo ejercer esa función tutelar, sustitutiva o complementaria, prejuiciando la actitud de un determinado actor o factor político”.
EL SUPRAPODER TELEVISIVO
Llama la atención a Julio Astillero que esta medida haya sido aplaudida y defendida por algunos grupos de periodistas, sobre todo por varios de aquellos que –en la coyuntura política de Estados Unidos– se quejan entre otras cosas de una presunta censura, irregularidades o ataques a la libertad de expresión en México.
“Resultan muy peculiares esas maromas intelectuales para defender lo que a todas luces contraviene un ejercicio periodístico básico, el cual consiste en informar y, en dado caso, aportar puntos de vista posteriores en mesas de análisis, rondas de comentaristas y editoriales con los que los propios medios de comunicación fijen una postura específica.
“Es válido, eso se hace mucho en Estados Unidos, y es muy valioso que los propios medios de comunicación, sin ningún empacho ni reparo, sean capaces de decir quién es, en su punto de vista, el mejor candidato, para luego llamar a su audiencia a que valore ese punto de vista y, si coincide, vote por ese candidato”.
Pero hay un tufo de conveniencia política al querer trasladar al escenario mexicano lo ocurrido en Washington. “Toda esta argumentación y complacencia de ciertos segmentos periodísticos e intelectuales de México, en el fondo busca tender la cama para lograr algo que les emociona: la posibilidad de que reporteros o medios se retiren de la mañanera en protesta por lo que está sucediendo, y que los medios puedan incluso decidir no informar o informar muy brevemente de lo que sucede en las conferencias matutinas”.
Las circunstancias en México son radicalmente distintas a las de Estados Unidos donde Trump ha desarrollado una habilidad y una capacidad de comunicación con su público, con su sector votante, sobre todo a través de Twitter: los famosos tuiteos que lanza por la mañana y en el curso del día.
Astillero aclara que no respalda a Trump, “un personaje siniestro, grosero, abusivo e indigno de estar en el cargo de presidente de la nación que aún domina la mayoría de los intereses económicos del mundo”. Pero tampoco puede cerrar los ojos ante el hecho de que esta censura a una transmisión en vivo “atenta contra los principios del periodismo esencial” y, por otra parte, “va abriendo el camino a la instauración o consolidación del suprapoder de las televisoras como instancias calificadoras de lo que se puede ver y saber, conocer y escuchar, en determinadas circunstancias críticas de la vida pública”.
¿CENSURAR LAS MAÑANERAS?
El presidente de la republica mexicana transmite sus conferencias mañaneras a través de sus propias redes sociales y del sistema de producción televisiva del Estado, observa Julio Astillero. A través de esos canales, tiene audiencias por encima de la mayoría de todos los medios de comunicación electrónicos que, en ese momento, están también transmitiendo.
“Hay una audiencia que ha sido cultivada, procurada y buscada por el presidente López Obrador, en una decisión política fundada en lo que ha pasado en otros países, sobre todo de Latinoamérica, donde los intentos de avance de gobiernos progresistas de centro-izquierda o izquierda extrema han enfrentado problemas con los grupos empresariales que controlan los medios de comunicación. Sobre todo los televisivos, esos medios pretenden imponer sus reglas y decisiones por encima de los procesos políticos de cambio que se han dado en aquellas sociedades.
“Hoy tenemos voces en México que, de manera increíble, desmemoriada y cínica, dicen que está bien lo que sucedió en Estados Unidos porque ya es tiempo de que los medios de comunicación pongan un alto al personaje político o representante del poder que mienta.
“Pero lo dicen comunicadores que vivieron y fueron partícipes de esa temporada de gran silencio, cuando la censura era tolerada, promovida y aplaudida por muchos de esos periodistas, comentaristas y analistas que hoy, de manera sesuda y muy solemne, llaman a censurar las mañaneras.
“Tampoco en Estados Unidos pararon los medios de comunicación, especialmente los televisivos, a gobiernos de presidentes guerreros, belicosos y expansivos, que no dudaron como George W. Bush en inventar razones para ordenar invasiones. Dijeron que en Irak había armas de exterminio masivo, aunque jamás se pudo probar tal cosa. Y eso permitió justificar el derrocamiento de Saddam Hussein, insistió.
“En el mismo tenor, estamos en presencia de un cinismo, una desmemoria y una actitud convenenciera de muchos de quienes, hoy, señalan que sería bueno que los medios de comunicación mexicanos se atrevan a dar el paso de retirarse de las conferencias mañaneras cuando se estén diciendo mentiras”.
EL CUARTO (MEGA) PODER
Urgen silenciar a los gobernantes, “los mismos periodistas que han visto desfilar por las pantallas de televisión, las bocinas de la radio y las páginas de periódicos y revistas, infinidad de mentiras difundidas y sostenidas por los gobiernos anteriores, que las promovieron con dinero de los convenios de publicidad.
“Hemos visto en los medios de comunicación mexicanos un verdadero desfile de infundios, como cuando los funcionarios nos decían en el pasado reciente que el Seguro Popular se manejaba correctamente y atendía todas las enfermedades y dolencias; o que la economía caminaba perfectamente y vivíamos en jauja, en una prosperidad que existía solamente en el relato mediático patrocinado por el poder político”.
Este llamado a censurar a López Obrador, “expresado ya en algunos medios de comunicación o en algunas mesas de análisis y de discusión, proviene y corresponde a la desesperación de sus opositores por no haber podido abatir la capacidad del gobierno en turno para apelar a las audiencias que, ahora, ya pueden recurrir a la información de manera directa”.
Ya no se necesita el poder de Televisa, Televisión Azteca ni Imagen, o de los medios impresos tradicionales (Reforma, El Universal, La Jornada, Excélsior). “El gobierno del presidente de López Obrador tiene la capacidad para comunicarse directamente (para bien o para mal, esa es otra discusión) con la gente”.
Finalmente, Julio Astillero llamó a “no caer en ese laberinto que pretenden construir los comentaristas de televisión, poniendo al final del recorrido la libertad de expresión. No transitamos esos caminos alambicados y complicados que, según ellos, los convertirán en héroes cívicos capaces de censurar al poder e impedir que se digan mentiras desde sus órganos”.
Antes nunca lo hicieron, pero, ahora, desesperados ante su desplazamiento y marginación, muchos de esos comentaristas mexicanos se asoman con posturas propias de una cultura cívica estadounidense que alienta al ciudadano a enfrentar al poder y evitar que lance mentiras, sentencia el columnista.
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