CLAUDIA ‘CHAIRA’ PARDO

Durante la ceremonia de cambio de poderes, el ruido de fondo en el Palacio Legislativo de San Lázaro, sede de una sesión de Congreso General, fue mutando de la consigna: “¡Es un honor /estar con Obrador!”, a otra que sonaba similar pero encierra una realidad política completamente distinta: “¡Es un honor /estar con Claudia hoy!”

En el punto medio se ubicó el coro de diputados y senadores: “¡presidenta!, ¡presidenta!, ¡presidenta!”. Dijo Claudia Sheinbaum Pardo: ahora “sabemos que las mujeres podemos ser presidentas”. E invitó a nombrarla presidenta con ‘A’ al final, “porque (…) sólo lo que se nombra existe.”

La mandataria nacional culminó su discurso inaugural con una arenga: “¡Viva la Cuarta Transformación!”, pero quien mejor definió sin querer la identidad política de la nueva mandataria de México fue la presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Ifigenia Martínez, quien no sabemos si por purismo lingüístico o por dislalia pronunció el apellido judeoeuropeo como ‘Shainbaum’, algo que de pronto se oía como un mote: Claudia ‘Chaira’ Pardo.

La identidad progresista –es decir, chaira– de Sheinbaum la llevó a prometer una continuidad del rumbo. Quiere construir el segundo piso de la transformación, pero sin que eso implique prolongar el patriarcado ni someterse a la figura de un caudillo como se empeñan en decir los agoreros que hablan de un maximato en el siglo XXI.

El mensaje de Claudia no buscaba remarcar su filiación ideológica, sino celebrar el arribo de las mujeres al poder. “Es tiempo de transformación y es tiempo de mujeres. Durante mucho tiempo, las mujeres fuimos anuladas. A muchas de nosotras nos contaron desde niñas una versión de la historia que nos quería hacer creer que, el curso de la humanidad, era protagonizado únicamente por hombres. Poco a poco esa visión se ha ido revirtiendo”.

Al reconocer a las heroínas anónimas de la patria que lucharon por su sueño y lo lograron, o las que lucharon y no lo lograron; las que pudieron alzar la voz y las que no lo hicieron, o las que han tenido que callar y luego gritaron a solas; Claudia dijo que todas ellas son mujeres de un pueblo empoderado al que la transformación le devolvió la dignidad, y nunca nadie más se la podrá arrebatar.

ROMPIÓ EL TECHO DE CRISTAL

Además de romper el techo de cristal en la política, la toma de posesión de una mujer tuvo otros momentos de gran simbolismo. Vimos, por supuesto, el reconocimiento a la trascendencia histórica de Andrés Manuel López Obrador. Al principio, Claudia hizo el esfuerzo por llamarlo expresidente, pero acabó refiriéndose a su antecesor simplemente como “el presidente”. Fue un homenaje para muchos excesivo, pero no tanto si lo vemos como la despedida de un líder carismático que, así sea por la puerta grande, sale definitivamente de la escena nacional.

Observamos, también, a Ifigenia Martínez desempeñarse como presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados. Que una mujer de su edad –conectada a un tanque de oxígeno y serias dificultades para ponerse de pie– participara en el traspaso de la banda presidencial, resultó para algunos observadores un inconveniente. Pero ella es el vínculo entre la primera fase del movimiento antineoliberal encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, y la reforma liderada por López Obrador.

Ifigenia y Porfirio Muñoz Ledo fueron dos de los cuatro senadores del Frente Democrático Nacional en 1988. Muñoz Ledo le entregó la banda presidencial a López Obrador. Y ahora le tocó a Martínez, quien como Porfirio personifica esa migración partidista de muchos políticos de su generación que buscaron una congruencia entre militancia e ideales.

Al hacer el recuento de los héroes que nos dieron patria y libertad, Claudia Sheinbaum interrumpió, con la mención del general Cárdenas, la nómina de próceres del siglo XX. No llegó a Cuauhtémoc Cárdenas, pero el reconocimiento a su contribución a la izquierda está implícito en la designación de Lázaro Cárdenas Batel como jefe de la Oficina de la Presidencia. Y en la participación de Ifigenia Martínez en la ceremonia de transmisión del poder.

No es menor el gesto de las fuerzas armadas que asumieron con naturalidad el rol de Sheinbaum Pardo como “comandanta suprema” de las instituciones castrenses. Fue icónico que las tres edecanes fueron mujeres cadetes. Y que, como presidenta en funciones y por lo tanto abanderada nacional, Claudia intercambiara un saludo marcial (la mano en la frente) con la escolta que la esperaba en el vestíbulo del recinto parlamentario. En contraste a cuando llegó, que hizo un saludo civil (la mano en el pecho) al lábaro patrio.

Como de pasada, una científica a la que creíamos no practicante de la religión hebrea de sus ancestros se definió como madre, abuela “y mujer de fe”. Eso explica el respeto con el que recibió en el Zócalo las bendiciones y el bastón de mando que representa su consagración como presidenta de las repúblicas de indios y las comunidades afrodescendientes de México. Con este ritual culminó la serie de actos simbólicos inherentes a la toma de posesión. Después de eso, en la mitad del tiempo que se llevó su maestro en 2018, enlistó los cien compromisos de su sexenio.

RECONOCIMIENTO, NO SOMETIMIENTO

Para disfrute de los que insisten en que López Obrador seguirá siendo el mandamás en México y, que si acaso, ahora trabajará home office desde Palenque, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos dedicó varios minutos a elogiarlo, con sincera gratitud más que cortesía política:

“Hace exactamente 19 años, en este mismo recinto”, frente a “un atropello a la libertad” López Obrador pronunció ante aquella legislatura “un discurso que cimbró para siempre la lucha por la democracia”. En la comparecencia contra el juicio de desafuero como jefe de Gobierno, procedimiento que anticipaba el fraude electoral de 2006, dijo: ‘Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia’.

“Hoy lo decimos con certeza y sin temor a equivocarnos: la historia y el pueblo lo ha juzgado”, sentenció Sheinbaum. López Obrador es “uno de los grandes, el dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna. El presidente más querido, sólo comparable con Lázaro Cárdenas. El que inició y termina su mandato con más amor de su pueblo. Y para millones, aunque a él no le gusta que se lo digan, el mejor presidente de México. El que inició la revolución pacífica de la Cuarta Transformación de la vida pública de México”.

Sin bustos, calles con su nombre, monumentos ni homenajes, “usted estará siempre donde sólo residen los que luchan toda la vida, los que no se rinden, los que devuelven la esperanza y la alegría; usted estará siempre en el corazón del pueblo de México”.

Y se dijo convencida de que AMLO “se retira de la vida pública como un demócrata y maderista, a escribir sobre “el origen de la grandeza cultural de México”: las grandes civilizaciones anteriores a los españoles. “No es casualidad, sino una armonía de la historia”, que un día antes se publicara la reforma constitucional “que otorga derechos plenos a los pueblos indígenas y afromexicanos”.

Si el último libro de AMLO se titula ¡Gracias!, “hoy le devolvemos el agradecimiento: profundas gracias, gracias, gracias por siempre. Ha sido un honor luchar con usted. Hasta siempre, hermano, amigo, compañero, Andrés Manuel López Obrador”.

OTROS CIEN COMPROMISOS

Los cien compromisos que –siguiendo el ejemplo de hace seis años– anunció Sheinbaum en el Zócalo, es un verdadero plan sexenal pensado para modernizar sectores económicos y reorientar las vocaciones productivas de regiones enteras; mejorar la calidad de vida de grandes núcleos poblacionales e incidir en la reconversión de la planta industrial y el parque vehicular para aprovechamiento de energías limpias, en cuya generación participará el Estado mexicano cubriendo más de la mitad de la demanda.

Es un programa de trabajo factible dada la situación económica del país. Los resultados y avances del sexenio anterior constituyen no sólo “datos duros, reconocidos nacional e internacionalmente”, sino un diagnóstico que “indica que vamos por el camino correcto”.

A partir de 2018, cambió el modelo de desarrollo con una alternativa al fracasado modelo neoliberal y al régimen de corrupción y privilegios. El Humanismo Mexicano –cuyo decálogo recitó Sheinbaum en su discurso– logró una transformación profunda, sin “diluirse o subordinarse a las fuerzas del mercado”.

“Y aceptémoslo, a todos les ha ido mejor”. De acuerdo con el Banco Mundial, 9.5 millones de mexicanos salieron de la pobreza. Sin subir impuestos, se redujeron las desigualdades. Somos de los países de la OCDE menos endeudados, con una moneda fuerte, con menos desempleo, con más bienestar y donde más ganaron los empresarios y los bancos. Tuvimos un récord de inversión extranjera directa, al mismo tiempo que aumentó el salario mínimo, sin subir la inflación.

“Con esto en mente”, Sheinbaum se comprometió a mantener la autonomía del Banco de México, una política fiscal responsable y una proporción razonable entre deuda y PIB; a promover la inversión pública y dar certeza a la inversión privada; a no aumentar el precio de combustibles y electricidad en términos reales; a mantener sin aumentos la canasta básica; y a aprovechar el tratado comercial de Norteamérica para seguir impulsando la relocalización de las empresas.

MÁS Y MEJOR QUE LO ACTUAL

Ofreció el programa de digitalización más ambicioso de la historia para facilitar el pago de impuestos y otros trámites, así como incentivar la inversión. Y garantizó el Estado de derecho, manifiesto en la reciente reforma al Poder Judicial: “Si el objetivo hubiera sido que la presidenta controlara la Suprema Corte, hubiéramos hecho una reforma al estilo Zedillo”, dijo en San Lázaro, mientras la ministra presidenta Norma Piña la escuchaba impasible.

Mantendrá el clima de libertades, la política exterior y los programas sociales característicos de la 4T, perfeccionando la operatividad de los servicios médicos universales y gratuitos, el sistema de cuidados y el aparato educativo. “La salud y la educación son derechos del pueblo de México, no son privilegios ni mercancías”.

Se contratará a 20 mil médicos y enfermeras. La educación superior tendrá 300 mil espacios más. Y “haremos de México una potencia científica y de la innovación”, apoyando las ciencias básicas, naturales, sociales y las humanidades, y vinculando el conocimiento con el desarrollo nacional.

Se construirá al menos un millón de viviendas, y habrá créditos a bajo costo para mejoramiento habitacional y un programa masivo de escrituración. Se ampliará el Tren Maya, y sus más de mil 500 kilómetros serán también de carga. Se construirá el doble de los kilómetros de trenes de pasajeros que construyó AMLO. Se terminará el Tren Interoceánico y conectará con Guatemala. Además de continuar abriendo caminos artesanales, puertos, aeropuertos y carreteras.

La producción de petróleo se limitará a 1.8 millones de barriles diarios, suficientes para el consumo nacional. “Vamos a promover la eficiencia energética y la transición hacia las fuentes renovables de energía para absorber, a través de estas fuentes, el crecimiento de la demanda de energía”.

Avanzaremos en la soberanía y la autosuficiencia alimentaria. Y no se permitirá la siembra de maíz transgénico. Arrancaremos el ordenamiento de las concesiones y la transmisión de derechos de agua. Tecnificaremos más de 200 mil hectáreas de riego y desarrollaremos proyectos estratégicos para el abastecimiento y reciclamiento de agua. Vamos a limpiar también y a sanear los ríos más contaminados del país.

“No regresará la irresponsable guerra contra el narco, de Calderón, que tanto daño le sigue haciendo a México. Nuestra convicción es que la seguridad y la paz son fruto de la justicia”, dijo Sheinbaum. En materia de seguridad, la estrategia consiste en cuatro ejes: a) atención a las causas y ‘cero impunidad’; b) inteligencia e investigación; c) fortalecimiento de la Guardia Nacional y, d) coordinación con municipios y estados y con la Fiscalía General de la República.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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