Las elecciones de Coahuila e Hidalgo han significado un punto de inflexión en lo que se espera suceda en el proceso electoral 2021. Para muchos, ante un triunfo avasallante del PRI en Coahuila y mayoritario de este mismo partido en Hidalgo, lleva a pensar que está de regreso y con la capacidad suficiente para competirle al tú por tú a Morena y otros partidos en los estados donde habrá cambio de Gobernador, Diputaciones y Alcaldías. Para muchos analistas, nacionales y locales, el PRI está en el juego y como un competidor fuerte, que promete recuperar espacios anteriormente cedidos a otras fuerzas. Y a decir del PRI y los priistas, están listos y de regreso.
¿De verdad lo que sucedió en Coahuila e Hidalgo es un preludio de lo que se espera en junio de 2021? La respuesta es no. Sin duda, buenos números electorales en una elección despiertan la motivación, alimentan la moral y levantan el deseo de triunfo. Bien por el PRI que mejora la moral de batalla y se siente de mejor ánimo. Pero no es para cantar victoria. Las particularidades encontradas en las elecciones de Coahuila e Hidalgo deben invitar a la reflexión, pues se trató más de un caso sui géneris que de una tendencia electoral que debe ser creada a base de trabajo y de recuperar la credibilidad como marca política.
¿Cuáles son esas particularidades? La más relevante es que se trató de las primeras elecciones celebradas durante la contingencia sanitaria de Covid-19, que por más cuidados y medidas que se hayan implementado, sí desalienta a más de uno para no correr el riesgo de contagiarse en una fila de casilla electoral. No por nada en Coahuila se registró 39.4% de participación y en Hidalgo 49%, lo que sin duda tuvo influencia directa en el resultado electoral. Mientras el PRI basa su poderío en su estructura y la capacidad para movilizarla el día de la elección, Morena, que es su principal competidor en estos momentos, basa su ventaja en la real conciencia y voluntad de cambio de la población. Saquen las cuentas.
Aunado a lo anterior, las elecciones de Coahuila e Hidalgo fueron locales. En la primera entidad se compitió por el Congreso Local y en la segunda por las Alcaldías. Por lo tanto, la dinámica, los candidatos, el discurso, el dinero y la batalla fueron también de corte local. A esto se concatena que son estados con Gobernadores priistas fuertemente comprometidos con la causa de su partido. En Coahuila, con el Gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís, se preparó el terreno, los candidatos y la batalla desde meses atrás, con mucho trabajo territorial, entrega de beneficios y una maquinaria priista bien aceitada. En Hidalgo, con el Gobernador Omar Fayad Meneses, se hizo el trabajo y se compitió, un municipio a la vez.
La tercera particularidad está relacionada con la organización. Mientras el PRI es un partido fuertemente cohesionado y estructurado, con un legado histórico de institución partidista, Morena es aún un movimiento político que no ha alcanzado la cohesión institucional que todo partido de largo aliento requiere, por el contrario, al igual como fue la acabose del PRD, experimenta ya luchas intestinas que parecen irresolubles. Y así compitieron en Coahuila e Hidalgo. A ello se agrega que mientras el PRI tiene a Alejandro Moreno Cárdenas como su dirigente nacional, un priista de hueso colorado, con experiencia y determinado, que se mete al trabajo electoral como si fuera el fin del mundo; Morena estaba y sigue en la confusión de no contar con un dirigente nacional que pueda componer el desastre organizativo del movimiento.
Pesó, adicionalmente, la historia partidista de estos estados. Coahuila ha sido un estado histórico y profundamente priista. Y no se debe pasar por alto que en la elección de 2017, en la que resultó electo el actual Gobernador priista de esa entidad, el PRI conquistó 10 de los 16 distritos electorales y los restantes quedaron a manos del PAN. Entonces, en un estado con antecedente priista, cuyos distritos ya eran priistas y con un Gobernador priista, en una elección local, no se puede esperar gran diferencia. En Hidalgo similar caso sucede con las Alcaldías, en las que en la elección de 2016 Morena ni siquiera pintó y en este 2020, al menos, consiguió 6.
Fue, además, particularidad que los Morenistas de Coahuila e Hidalgo se quedaron esperando, con justa razón, instrucciones y apoyo de su líder natural, el actual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Se quedaron esperando porque el Presidente no se metió de manera alguna. No aportó discurso, operación política, apoyo moral, dinero, nada. Al Presidente, además, no le importó lo que pasara en las elecciones de estos estados, porque no influye en el juego nacional, no se compitieron, por ejemplo, Diputaciones Federales, Senadurías, Gubernaturas, ni nada que sí le implicara al Presidente un cambio en el esquema de poder que pudiese complicar sus aspiraciones para implantar la Cuarta Transformación.
Por último, una variable relevante que explica los resultados en las entidades de Coahuila e Hidalgo es la desaparición electoral del PAN. Quien antaño era competidor fuerte y directo del PRI, que un día le quitaba votos y al siguiente diluía el voto duro del PRI, se encuentra en la actualidad casi inexistente y sin capacidad de articular, siquiera, una campaña electoral de altura que llame la atención e invite al voto de la población. En ese escenario, el PRI se logró colocar, tanto para Coahuila como para Hidalgo, como la opción única relevante para gobernar.
¿Qué pasará en Colima en 2021? Si tomamos como ejemplo el caso de las elecciones de Coahuila e Hidalgo, con seguridad en Colima no sucederá lo que en estos estados. Primero, la contingencia en junio de 2021 seguramente se encontrará más diezmada a como está en la actualidad, logrando niveles de participación cercanos a lo que se tiene acostumbrado en Colima, que es del 60% o más. Segundo, se tratará de una elección local concurrente con una elección federal, por lo que habrá discurso, candidatos y trabajo alineado en lo nacional y en lo local. Tercero, sí se juega la Gubernatura del Estado, lo que significa, en términos prácticos, el todo por el todo, es decir, o sobrevives una elección más para contarlo, o dejas de existir electoralmente.
Cuarto, al Gobernador priista de Colima no le interesa el PRI ni los priistas, así lo ha demostrado reiteradamente, además de que el trabajo realizado en el gobierno estatal ha debilitado, por ya casi 5 años, la capacidad de competencia del PRI. Quinto, Colima, aunque con Gobernador priista, ha dejado de ser un estado priista, mucho más plural y liberal al momento de votar. Sexto, en el estado de Colima no hay municipios ni distritos que sean bastiones del PRI, como sí los hubo con claridad en Coahuila e Hidalgo. Séptimo, para junio de 2021 Morena seguramente ya habrá logrado tener un claro dirigente nacional, mejor organización y una mayor cohesión institucional que la mostrada en las elecciones de octubre de este año 2020. Creo, con firmeza, que Colima no es Coahuila ni Hidalgo, pero que cada quien saque sus propias conclusiones.