La antropóloga Lucina Jiménez aceptó hacerse cargo de la dirección general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), dependiente de la Secretaría de Cultura, con el siguiente texto publicado en sus redes sociales:
“No fue fácil la decisión. Escuchar a creadorxs, gestorxs, maestrxs, investigadorxs, trabajadorxs, estudiantes y ciudadanxs en las mesas de transición, me dio la pauta para ver más allá de mi propia agenda y de mi sentido de libertad. Valoré y dialogué con mis queridxs colegas, en torno a la certeza de que ConArte es lo suficientemente sólido como para seguir la tarea de manera firme sin mi [sic por mí]. El relevo generacional se impuso en La Nana, con ideas que aplaudimos todxs. Acepté entonces dirigir el INBA porque este país necesita a sus artistas y porque ellxs también merecen que su obra tenga resonancia, sostenibilidad, proyección nacional e internacional…”
El discurso sigue pero lo dejamos hasta aquí porque no me interesa hablar, en este momento, de su proyecto cultural sino de mostrar en la práctica lo que han llamado el lenguaje incluyente. Mi primera pregunta es: ¿cómo se lee en voz alta este mensaje?
Ser políticamente correcto implica dejar atrás la lectura alfabética y volver a una forma de decodificación basada en la interpretación de un icono, porque aquí la X funciona como un símbolo que sintetiza lo masculino y lo femenino. Ceñirse a la corrección política va en detrimento del lenguaje verbal como lo hemos venido usando.
El enunciado siguiente: “Escuchar a creadorxs, gestorxs, maestrxs, investigadorxs, trabajadorxs, estudiantes y ciudadanxs…” Tendríamos que pronunciarlo así: “Escuchar a creadoras y creadores, gestores y gestoras, maestras y maestros, investigadores e investigadoras, trabajadores y trabajadoras, estudiantes (¿y estudiantas?) y ciudadanas y ciudadanos…”
Según me explican, la X se prefirió a la @ para no incurrir en un anglicismo, pero en inglés no tienen tampoco problema con los géneros: un estudiante es un student, y ya.
La escritura alfabética, aunque no garantiza una correspondencia unívoca entre los fonemas y los grafemas, es una evolución respecto a la escritura icónica: con base en jeroglíficos, ideogramas o pictogramas.
Escribir con letras resulta más eficiente. Con su celular, trate de comunicar una idea con base en emoticones. Estoy seguro que, cansado de las malas interpretaciones, acabará precisando lo dicho con un mensaje de texto.
LA GRAMÁTICA NO ES SEXISTA
Entrevistada por Elisa Álvarez para La Voz de Galicia, la española naturalizada mexicana Concepción Company Company (Madrid, 1954), quien ocupó su silla en la Academia Mexicana de la Lengua en 2005 y en 2016 ingresó en el Colegio Nacional, “una institución que desde su creación tuvo 98 miembros varones y solo cuatro mujeres”, apunta la reportera, responde a una pregunta crucial: ¿Es sexista el lenguaje?
“Creo que la gramática no es sexista ni deja de serlo. No es un concepto que pueda ser aplicado a la gramática, pero sí al lenguaje y al discurso”, comienza por decir la autora de Los opuestos se tocan. Indiferencias y afectos sintácticos en la historia del español (El Colegio Nacional, 2017) que recoge su discurso de ingreso a esa institución.
Pero entonces, ¿sí puede ser sexista el lenguaje?, insiste Álvarez:
“Puede serlo el uso que hagamos de la gramática o cómo construyamos el discurso. Eso sí puede serlo, y de hecho muchas veces lo es. La gramática es totalmente aséptica, está ahí porque le funciona a una comunidad, pero el uso sí puede ser sexista. Por ejemplo, cuando a un hombre le dan un premio los periódicos mexicanos suelen decir: Juan Pérez fue reconocido con el premio Cervantes. En este caso Juan está a la cabeza de la oración, figura como el tópico, el principal. Pero si es una mujer con frecuencia aparece: el premio Cervantes le fue otorgado a Juana Pérez. Aquí quien aparece a la cabeza es el premio y la pobre Juana está a la cola. Eso sí es discriminatorio. También ocurre que si el premiado es un hombre se escribe un texto con su currículo y si es una mujer se ponen como mucho tres líneas”.
Por no mencionar cuando se dice que la mujer reconocida está casada y tiene hijos, acota la reportera:
“¡No me diga, eso me levanta la presión [exclama], la tensión, como dicen en España! Es como María Moliner, una gran lexicógrafa de quien todo el mundo dice que tenía cinco hijos y le zurcía los calcetines al marido. Eso sí es discriminatorio, por eso le digo que el discurso sí puede serlo, pero la gramática únicamente recoge repositorios históricos de siglos y milenios, y una comunidad funciona con ella”.
“ES UNA TONTERÍA”
Por otro lado, subraya la entrevistadora, tenemos un discurso de lo políticamente correcto, aunque Francia acaba de prohibir el lenguaje inclusivo en textos institucionales. En España [y en México, cabría decir] los discursos insisten en el ‘compañeras y compañeros’, ‘buenas tardes tengas todos y todas ustedes’:
“Le hablo como gramática e historiadora de la lengua: es una tontería; así, tranquilamente. En primer lugar, no es equidad de género, sino de sexo, el género es de la gramática, y aunque pueda escandalizar, es una obviedad gramatical que el género masculino no significa masculino hombre, sino que es indiferente al sexo. El género gramatical que en la lengua española puede discriminar es el femenino. Si yo digo: todos tenemos sentimientos, no es androcéntrico, no es machismo. Me parece además que el lenguaje incluyente es antieconómico, no me imagino a un creador diciendo ‘queridos compañeros y queridas compañeras’. En aras de esa equidad estamos perdiendo equilibrio, elegancia en la lengua y podemos cometer errores gramaticales. En México hay una pelea en la Cámara de Senadores para intentar modificar la Constitución… En fin, lo que tenemos que modificar es la sociedad”.
El cambio debe darse entonces en la sociedad, resume Elisa Álvarez. Y la también autora de El siglo XVIII y la identidad lingüística de México (Academia Mexicana de la Lengua y Universidad Nacional Autónoma de México, 2007), su discurso de ingreso a la AML, agrega:
“Sí, hace dos años en la UNAM hubo una campaña de equidad de sexo, mal llamada equidad de género, que decía: equidad es que te llamen arquitecta. A mí me pueden llamar ‘oye, tú’, o no llamarme de ningún modo; igualdad es que me paguen igual, me contraten igual y que tenga las misma oportunidades sociales. En el Colegio Nacional al que pertenezco corren ríos de tinta por el escaso número de mujeres que hay, pero yo no quiero que me incluyan por ser mujer, como no quiero que me excluyan por ello. Y esta batalla no se da en la gramática, se da en la sociedad. Cuando las sociedades sean igualitarias estoy segurísima de que los hábitos gramaticales se van a modificar. Y no es banal preguntarse por qué hay tan pocas mujeres en instituciones como las academias, hay que preguntárselo y no es trivial”, concluye Company antes de empezar a hablar de otros temas relacionados con el lenguaje.
La entrevista completa, ‘Concepción Company: «El lenguaje inclusivo es una tontería»’, se puede encontrar en: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/cultura/2018/01/05/lenguaje-inclusivo-tonteria/0003_201801G5P34991.htm.