La bomba de la semana es, sin duda, que Rosario Robles se encuentra tras las rejas. Un largo proceso se ha iniciado y tendrá que transcurrir algún tiempo para que se dicte la sentencia correspondiente y, obviamente, para que se siga jalando la hebra y puedan caer, al menos, algunos de sus cómplices: Funcionarios que dependieron de ella como Emilio Zebadúa o Ramón Sosamontes (quien ya solicitó un amparo), rectores de algunas de las universidades beneficiadas con contratos y por supuesto, los hasta ahora dos señalados (o quizás, mejor habría que decir, manchados) por la propia Robles: Enrique Peña Nieto y José Antonio Meade Kuribreña.
Y claro que el caso todavía no está resuelto y se puede caer. Circula la noticia de que la Auditoría Superior de la Federación está reacia a cooperar con la Fiscalía General de la República, a la cual debería proporcionarle la información producto de sus indagatorias para que refuerce su caso ante el Juzgado donde se ventila el caso y este hecho, pudiera resultar crucial pues una investigación no puede armarse tan rápido como se desea. Como se ve, los intereses no son pequeños.
Rosario está en la cárcel porque no pudo acreditar fehacientemente su domicilio y porque se estimó que existía la posibilidad de que se fugara. Robles dice que no se iría (a Canadá, específicamente citó) porque no tiene dinero para eso y se trata de un argumento hasta infantil: Aún bajo el supuesto de que no hubiera robado, fueron muchos años de ingresos y prestaciones elevadísimas y tan sólo habría que hacerse una pregunta. ¿Y quién paga esos abultados grupos de abogados afamados y carísimos que la defienden?
Su defensa en los medios es abundante y quienes abogan a su favor, parten todos, de lo mismo: Es una venganza, es presa política, es chivo expiatorio, es un caso mediático, no se respeta la legalidad y argumentos similares (nadie ha alegado inocencia). Es cierto y todos lo sabemos, que hace años traicionó la confianza de quien es ahora Presidente de la República, pero eso no la exenta del pago por los delitos cometidos, pues una traición no puede comprar inmunidad y por supuesto es un caso mediático ya que Rosario no era un funcionario menor y formaba parte del primer círculo del ex presidente Peña. Y claro que es una política presa, es decir, es una presa política. Se ha llegado al extremo de publicar declaraciones de su hija en defensa de su buena y ejemplar madre ¿Pudiera declarar algo distinto?
Pero esos medios y comentaristas chayoteros que defienden a Chayo son los mismos que hasta hace unas semanas pregonaban el convenio entre el PRI y Morena, mediante el cual decían, los políticos del PRI habían adquirido el perdón presidencia y por tanto, inmunidad. Y entonces, ¿cuál es la realidad? No cabe duda, se mueven por el chayote de Chayo. La SEDESOL, que ahora se llama Secretaría del Bienestar debería implementar junto con otras dependencias, nuevos programas sociales para incluir a estos especímenes, por ejemplo, pudiera surgir uno de Jóvenes (y no tan jóvenes) Construyendo el Pasado u otro, Sembrando Mentiras.
Pero llama la atención el sentir de estos afamados comunicadores (quede constancia, que las letras que junté dicen afamados, no dicen prestigiosos) y la manera cómo contrasta con el sentir popular. El pueblo condena a Robles como lo hacía desde antes de su caída. Más de alguno inclusive, se siente jubiloso porque Rosario fue prepotente al extremo y ahora, está pagando por haber robado, allí, donde se debió combatir el hambre del pueblo, o procurar acciones de justicia social. Los únicos dolidos son sus defensores y talvez, no lo están y sólo lo dicen por granjearse más chayote.
Pero para quienes vivimos en Colima, conviene tener presente que una de las instituciones señaladas como participantes de esta trama es la Universidad de Colima. Supongo que, a estas alturas de la temporada, los encargados de las finanzas, se encuentren sobando papeles para preparar su defensa. Y, por otro lado, recordamos como se presumía una supuesta relación de un político colimense encumbrado con la hija de Rosario. Quizás esa relación ahora hasta se niegue. Y, por cierto, recuerdan los escasos lectores de esta columna, ¿quién era ese encumbrado político? Las historias, siempre tienen un lado B.
Aunque a muchos les pese, México vive una nueva etapa, distinta por fortuna, de las anteriores y esto trae a mi mente aquélla famosa frase de Escucha Sancho, los perros aúllan, luego, notan nuestra presencia. No es cierto que esta frase sea de El Quijote o de Miguel de Cervantes; pero sí nos puede hacer entender las razones de los aullidos de esos comunicadores afamados. Los intereses son mayúsculos. ¿Podrá el nuevo PRI nuevo o el novísimo PRI borrar este caso y obtener algo del prestigio perdido? Parece un camino muy difícil de andar y muy lleno de obstáculos. Lo hecho, hecho está y el juicio popular ya se efectuó y el veredicto de Juan Pueblito ya se dictó. Lo que diga el juez de la causa y eventualmente, otros jueces, magistrados o ministros serán otra cosa, aunque difieran.
La otra posibilidad que pudiera caber, ante el tamaño de los hechos y la evidente prepotencia de Robles es que cometa suicidio y a ésta posible conclusión del caso, habría que sumar otra: Dado el tamaño de los otros jugadores involucrados, éstos, también podrán orillarla a cometer suicidio o podrán ordenar su homicidio. Son posibilidades que no habría que descartar. Estos políticos de la vieja guardia no conocen límites, sobre todo, cuando se sienten amenazados; en Colima ya vimos la manera en la que buscaron silenciar a Griselda Martínez, saben matar. Por lo pronto, tendremos tema para rato, de eso no hay duda.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.