“La Universidad de Colima (México) me concede un Doctorado Honoris Causa el próximo martes 3 a las 11 h. Gracias por valorar a esta mujer, no de armas tomar, sino de palabras tomar”, escribió la española Irene Vallejo en su cuenta de X.
El reconocimiento es para la autora de El infinito en un junco (2019), un fenómeno de la industria cultural y del negocio librero, no obstante ser un ensayo de 400 cuartillas sobre un tema tan árido como la invención de los libros en el mundo antiguo –como dijo Laura Niembro al presentarla en el foro Mil Jóvenes de la FIL de Guadalajara, el 29 de noviembre de 2022.
Pese a su temática o, precisamente, por la historia que cuenta, el libro logró enamorar a miles de lectores en todo el orbe, al grado de sumar 50 ediciones y traducciones a 35 idiomas. “¿Quién iba a pensar que una filóloga se convertiría en el fenómeno editorial del año?”, exclamó Niembro al llamar a Vallejo rara avis del mercado. No tan rara, sin embargo, para tranquilidad de editores, libreros, bibliotecarios, maestros de Literatura (o de Lectura y Redacción), críticos, periodistas culturales, bibliófilos y lectores.
Vallejo replicó lo que ya habíamos visto conseguir a escritores como Umberto Eco o J. K. Rowling, en su debut como novelistas por cierto, o al historiador Yuval Noah Harari. Que una obra literaria logre trascender las posibilidades comerciales del género y a su nicho natural de lectores, es algo que vimos con el éxito de El nombre de la rosa (1980), el de Harry Potter y la piedra filosofal (1997) o, en el campo de la prosa, con Sapiens, De animales a dioses (2011).
BEST SELLERS QUE VALEN LA PENA
Hablamos de Eco, autor de una novela policiaca ambientada en la Edad Media, con transcripciones completas de sus propios textos académicos como el Tratado de Semiótica General; un thriller que se vendió como pan caliente entre los integrantes de una generación que, se pensó, ya había renunciado a la lectura.
Hablamos de Rowling, la autora de un libro para niños que consiguió no sólo formar un ejército de lectores fieles a esa y otras sagas de fantasía, sino que también apasionó a los padres de esos infantes. El mundo del Colegio Hogwarts generó una de las franquicias cinematográficas más rentables, por su extensión a la industria de los juguetes, la ropa, todo tipo de productos publicitarios y hasta parques temáticos.
Para su desgracia, muchos de aquellos niños a los que Rowling inició en la lectura decidieron funar a la millonaria escritora por sus declaraciones políticamente incorrectas, cuando salió en defensa de cierta analista despedida de un think tank por escribir una serie de tuits en contra de los planes del gobierno británico para permitir que las personas determinen cuál es su género.
La fabuladora que inventó una nueva forma de entender el racismo y el mestizaje al describir la discriminación que sufren los ‘sangre sucia’ entre los magos, simplemente cree que el sexo biológico no se puede cambiar. Y eso no gustó a muchos de los adultos jóvenes que crecieron leyendo sus libros, creyendo que su discurso era incluyente.
Y hablamos de Harari, autor de una ‘breve historia de la humanidad’ que explica cuestiones tan complicadas como la evolución del lenguaje; la revolución agrícola que produjo la domesticación del trigo, el maíz o el arroz (cuando no sea que, en realidad, los cereales nos domesticaron); o de cómo la escritura ayudó a consolidar las jerarquías sociales.
EL MUNDO ES UN PAPIRO
El universo en un junco (la planta cuyos tallos usaron los egipcios como soporte para la escritura, haciendo que el papiro sustituyera a las tablillas de barro cocidas como medio para preservar la cultura letrada) es un libro sabio, entrañable y ameno, resumió Niembro.
Vallejo nos conduce con gentileza por el mundo antiguo y cuela referencias contemporáneas que nos permiten entender ese contexto. Con un lenguaje sencillo, erudito y poético, va explicándonos cómo eran los primeros libros, agregó.
El ensayo es un delicioso viaje por la historia de ese objeto –citó la reseñista a la autora– “que ha superado la prueba del tiempo” y “ha demostrado ser un corredor de fondo”: cada vez que despertábamos del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí.
Este domingo 1º de noviembre, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se presentó una nueva edición del texto por el que Vallejo recibió, en España, el Premio Nacional de Ensayo, el premio El Ojo Crítico de la Narrativa, el premio Librerías Recomiendan del gremio de libreros de Madrid, el galardón Acción Cívica de Humanidades, el premio José Antonio Labordeta y el premio Aragón 2021; en 2022, la Academia Mexicana de la Lengua le otorgó el Premio Internacional de Ensayo ‘Pedro Henríquez Ureña’.
CLÁSICOS ILUSTRADOS
Se trata de una versión aligerada e ilustrada para que sea comprendida por los pequeños. Una tendencia en la industria editorial para darle una segunda corrida a libros de ensayo tan densos como los de Harari o las historias de la guerra civil española de Arturo Pérez-Reverte.
Vallejo que leyó en su infancia los libros para niños y de literatura juvenil de Bruguera, encontraría motivación para desarrollar un nuevo capítulo de su historia de la lectura al recuperar, en las hemerotecas de México, la colección de Clásicos Infantiles y Clásicos Ilustrados de Editorial La Prensa.
El Honoris Causa que le entrega la Universidad de Colima, se suma a los grados que la aragonesa ha conseguido de manera tradicional: estudió filología clásica y obtuvo el doctorado europeo por las universidades de Zaragoza y Florencia.
Convirtió en profesión el tema que la apasionó en su infancia; desde pequeña le atrajeron las leyendas de Grecia y Roma. Pero en la FIL de hace dos años, con sus lectores más jóvenes quiso compartir “algo mucho más íntimo que las cifras de ventas, las reediciones y todo lo que habitualmente se menciona de mi libro”.
Vivimos en una sociedad en la que se proclaman los éxitos literarios, mientras se esconden los episodios en los que un autor encontró las puertas cerradas –sentenció. Se esconden las frustraciones, los esfuerzos y los momentos de desaliento de un escritor, tras una fachada de alegría, de la felicidad del logro como éxito de ventas.
¿POR QUÉ NO ERES UNA NIÑA NORMAL?
Dispuesta a “romper con la ficción colectiva que cultivamos a través de las redes” –porque evidentemente Instagram, TikTok y Twitter “pertenecen al género de la ficción”– y hablar en cambio de la realidad, confesó:
“Durante muchísimo tiempo, fui la rara”. Así la describían sus compañeros de escuela, pues desde muy niña quiso ser escritora. Incluso antes de saber que existía esa profesión, pensaba en lo maravilloso que sería dedicarse a imaginar mundos. Cuando leía libros, no quería ser la protagonista sino la escritora. Más fascinante que ser astronauta, era escribir novelas sobre el espacio; sobre planetas inexistentes proyectados a partir de la fantasía.
Con esas inquietudes y sed de aprendizaje, iba al colegio con el placer de saber que descubriría cosas nuevas y vibrantes. Esa curiosidad y anhelo hizo que sus compañeros usaran el adjetivo: rara. No por nada, el acoso escolar es uno de los temas que aborda en el libro.
Cuando decidió ser filóloga y dedicarse a esos idiomas ‘muertos’, griego y latín, volvieron a llamarle excéntrica. Era la que siempre tomaba decisiones equivocadas, la que no iba a ningún sitio ni tendría posibilidades de éxito porque nadie se hace rico como filólogo.
Sin embargo, “hay una especie de terquedad en la esperanza, y a mí ser terca me ha salvado de todas esas dificultades. Cuando las puertas se nos cierran en las narices porque no eres lo suficientemente simpático, divertido o sexy, sigues adelante aferrado al entusiasmo por las cosas que realmente amas. Y, de manera inexplicable, consigues inventarte tu camino y llegar al lugar que soñé de niña: inventar mundos, enhebrar palabras y vivir de lo que más me gusta hacer”.
Por eso, a no ser pragmático y no tomar decisiones pensando siempre en el futuro, en el prestigio, en el éxito, en el dinero o en la proyección social, convocó Irene Vallejo a los mil jóvenes de la FIL.
Y MI PALABRA ES LA LEY
En el encuentro, Vallejo abordó una de las cuestiones fundamentales para los promotores de la lectura: ¿en su familia había un gusto por leer, había libros en casa?
“Lo que sucede en el hogar es muy importante para construirnos. Fui afortunada, mis padres eran ambos grandes lectores que amaban los libros y la cultura. Nadie en mi familia se había dedicado nunca a un oficio artístico. Era un hobby, una distracción para el tiempo libre. Y si bien es cierto que me pedían que buscase un trabajo de verdad, porque escribir no lo era, al mismo tiempo alentaron mi creatividad. Me pusieron en las manos libros, me llevaron a las bibliotecas desde la primera infancia; al teatro y a los conciertos. Apoyaron esa necesidad, me estimularon intelectualmente.”
Todos en su familia habían estudiado Derecho y trabajaban en profesiones relacionadas con el mundo jurídico. Y en las sobremesas familiares, Irene era la oveja negra que no hablaba de leyes. En cambio, les daba vuelta a las etimologías para explicarles que ‘ley’ y ‘leyenda’ vienen de la misma raíz lingüística, y que “lo mío no estaba tan lejos de lo suyo porque ambos campos tenían que ver con el valor y el impacto de las palabras: el derecho y las leyes están hechas con ese material que es el lenguaje”.
“Intenté cumplir con las expectativas familiares y tener un trabajo de verdad, pero la escritura tiraba de mí intensamente. Yo necesitaba, casi como terapia, escribir: dedicar tiempo a mis ficciones, a mis relatos, a mis investigaciones”. Después de muchos años de intentar un equilibrio entre el trabajo de verdad y la escritura, pudo vivir de los libros. “Sólo lamento que mi padre no llegara con vida a ver que lo conseguí”.
EL LENGUAJE METAFÓRICO
Le gustó el lenguaje desde su infancia. Preguntaba por los refranes, por las frases hechas, “me encantaban las metáforas”. Cuando dices ‘el cuello de una botella’, en efecto ves cómo la botella tiene una cabeza y un cuello sobre los hombros. “Me impresionaban las palabras que la gente escogía para hablar”. ¿Por qué decimos ‘las niñas de los ojos’? La expresión: ‘no me llega el aliento a la camisa’, describe una situación en la que, realmente, una camisa te aprisiona el cuello.
“Me encantaba escuchar a los adultos y fijarme cómo contaban sus historias. Y cuando encontraba uno de estos narradores natos, personas que tienen tanto talento que te enganchan inmediatamente con un relato, yo me preguntaba cómo lo conseguían: espiaba las voces, trataba de imitar las entonaciones. Siempre atenta a todo lo que desplegaba la palabra en mi imaginación y las resonancias que tenía.”
Cuando sus padres percibieron ese gusto, lo alimentaron con los cuentos antes de dormir, con juegos de palabras, con libros infantiles. “Me animaban a escribir pequeños cuentos, redacciones, a presentarlos a concursos escolares”. Estuvieron siempre detrás de ella, preocupados incluso por esa inadaptación, sugiriéndole fingir un poco que encajaba para aliviar la tensión; recomendándome que no manifestara tan claramente lo que pensaba ni hablara tanto.
“Sé que lo hacían con buena intención”, pero ese conflicto, ese desgarro interior es una de las grandes dudas al hacerse adulto: ¿seguimos siendo lo que somos realmente o empezamos a aceptar máscaras que nos ponemos nosotros mismos para que los demás nos acepten? ¿Y hasta donde llevamos esas ficciones y de qué nos disfrazamos? ¿Qué pasa si la máscara se te pega a la piel y ya no eres capaz de quitártela? Pues que acabas poniéndote al servicio de lo que crees que los demás esperan de ti. “Recuerdo haber vivido ese dilema con todo su dramatismo en mi adolescencia, cuando todo es ya por sí una tragedia. Pero es el gran tema de la identidad”.
LA ODISEA GALÁCTICA
Por aquellos años, Irene veía en la televisión una serie de dibujos animados que hablaban de un Ulises galáctico. Una noche su padre se sentó junto a su cama y le explicó que el verdadero Ulises era un marino que trataba de regresar a su isla. Y comenzó a contarle la Odisea. “Empecé a tirar del hilo y, prácticamente, lo obligué a contarme la historia noche a noche, una aventura cada día”.
Así supo de las sirenas y los cíclopes, de los lotófagos y la bajada a los infiernos, de la navegación con la ayuda del saco de los vientos. “Tendría menos de cuatro años cuando me enamoré de la Odisea. De ninguno de los cuentos que me habían contado hasta entonces, tengo una imagen tan nítida que, seguramente, es inventada porque me veo a mí misma en la cama y, cuando recuerdas, no te ves a ti mismo”.
Dado su interés, sus padres empezaron a contarle otras historias de las mitologías griega, romana, nórdica y oriental; a comprarle libros ilustrados que adaptaban para niños los relatos arquetípicos, los cuentos tradicionales de distintas culturas. “Encontré que esos relatos, además de apasionantes, están llenos de sabiduría. Que en los personajes y las tramas hay un saber ancestral acerca de geografías, pueblos, culturas y tradiciones. No era capaz de razonarlo entonces, pero esas historias me ayudaron a entender el mundo de los adultos que siempre me había intrigado, y me dieron claves para entender a esos seres tan desconcertantes que eran los mayores.
A partir de entonces, me hice una gran admiradora de esa literatura y de la oralidad con la que otros pueblos han volcado, a través de esos relatos, mucha información y conocimiento. Por eso, mi ensayo arranca con la escena de unos jinetes misteriosos buscando una presa. No quería comenzar diciendo que la biblioteca de Alejandría fue fundada en tal año, sino empezar con una historia que recuerda a la Ilíada y a la Odisea:
Caballos a galope. El sonido de los cascos que transmite el peligro, el misterio y crea el suspense. El lector siente la misma emoción que los campesinos del relato, ignorantes acerca de quiénes eran esos jinetes y para qué llevaban tantas armas y dinero. Y tiene también el punto de vista de unos bandoleros ocultos entre los matorrales, esperando saltar sobre esos cazadores de manuscritos…
Ese es el universo con el que se contaban las historias alrededor del fuego hace tantos siglos. Y todo eso sobrevivió en las historias que sus padres le contaban antes de dormir. “Benditos dibujos animados galácticos que me cambiaron la vida”, reza Irene Vallejo.
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