Hacer televisión implica una responsabilidad social, ¿a qué están obligadas las televisoras y en qué medida están cumpliendo los concesionarios con su responsabilidad social?, le pregunta un internauta al crítico Álvaro Cueva en el programa John y Sabina del 18 de agosto de 2020 en Canal Once (https://www.youtube.com/watch?v=0DH9fMTMSnY).
Cueva responde con otra pregunta: “¿Quién conoce al defensor del televidente de Las Estrellas o al defensor del televidente de Azteca Uno? Preocúpate, los tendríamos que conocer porque con ellos tendríamos que pelear todas estas cuestiones”.
Un dato para morirse: el mismo defensor del televidente trabaja para Televisa, para TV Azteca y para Imagen Televisión. “Debe ser muy rico, gana en todos lados. Es un abogado a quien he perseguido durante meses. Su trabajo consiste en reclamar si un programa ofende a los niños al promover la pederastia. Pero cuando quise saber dónde quejarme y quién es el defensor del televidente, hasta mucho tiempo después descubrí en un rincón de la página web de la televisora el vínculo al formato de quejas. Lo llené, pero ahí quedó todo porque ni siquiera recibí un agradecimiento”.
Ackerman subraya que es una obligación legal de esas empresas tener un defensor del televidente, pero si contratan al mismo abogado todas las televisoras evidentemente no se va a dar abasto. No resuelve ni siquiera el derecho de réplica. Tenemos derechos como objeto de alguna noticia o como simples espectadores, y debemos exigir a la televisión respeto a los derechos humanos.
“Por eso, cuando las televisoras vienen y me hablan de causas y valores ¡me carcajeo!”, remata Cueva.
SÓLO SE TRANSFORMAN:
¿Los medios digitales van a monopolizar por completo el entretenimiento de todo el país?, ¿qué medidas y contenidos debe de implementar la televisión para retomar el auge que en algún momento tuvo o, simplemente, tendrá que resignarse ante la competencia, la innovación y sobre todo la superioridad de los medios digitales?, pregunta otro internauta.
“Los medios no se crean ni se destruyen, sólo se transforman. La verdad es que tenemos televisión tradicional para rato. Los medios digitales se van a volver cada vez más poderosos y, lentamente, tal y como ha estado sucediendo, el futuro de la televisión abierta tradicional estará en su pasado: volver a sus orígenes como televisión en vivo, de información, deportes y entretenimiento”, responde Cueva.
“Muchos contenidos que antes figuraban de manera primordial en la industria, como la ficción, se van a ir desplazando a los sistemas de distribución de contenidos en línea, esas plataformas como Netflix o Amazon Prime Video. Cada modalidad de televisión encontrará su lugar en el mundo, ya estamos en eso.
“En algún momento de su historia, la industria mexicana de televisión se volvió hipercorrupta, dejó de hacer televisión y de pensar en el público, dejó de trabajar para el pueblo. Eso es imperdonable”.
Sabina recuerda cuando los productores le decían: hay que trabajar para la familia mexicana; y ella pedía que se la describieran porque el 50 por ciento de las familias de este país son monoparentales. Esa familia ideal nunca existió, pero cómo nos jodió, cómo nos quitó la imaginación hasta el día de hoy, dice Berman.
Cueva, por ese motivo, agradece “estos tiempos revolucionarios y todo lo que está sucediendo porque puede ser el principio de algo bueno. Soy positivo y hay un punto que quiero poner aquí: los medios públicos que durante sexenios estuvieron olvidados y condenados a replicar a los privados”.
“Era inconcebible que cuando la autoridad quería anunciar algo llamaba a los privados, antes que a sus propios medios: los públicos. Y cuando se trataba de repartir dinero, primero lo repartía entre los privados antes que a los públicos que tienen el contacto más cercano con la gente y la plantilla más capacitada, en términos editoriales, para ofrecer contenidos de calidad”.
LA LEY FERNÁNDEZ
Para Ackerman, quizá haga falta una reforma a la ley de medios de comunicación muy ambiciosa, como la que emprendió Cristina Fernández cuando llegó a la presidencia de Argentina.
¿Necesitamos algo así en México para quitarle también un poco de su soberbia y su poder a estas empresas, o es suficiente simplemente con la competencia, la digitalización, la multiprogramación y las redes para conseguir una democratización mediática?
“Urge empoderar a los medios públicos en este país, para que tengamos un equilibrio, no sólo en el número y alcance de la señal sino en todos los sentidos”, apunta Cueva.
“¿Dónde está la promoción para los medios públicos? La gente en la calle no sabe que es un medio público. Muchos creen que es lo mismo que televisión abierta. No, es el paquete de medios que pagamos con nuestros impuestos y, por lo tanto, debería tener más apoyo en términos económicos, más posibilidades en términos editoriales y más penetración en términos técnicos.
“Para el Acuerdo por la Educación, los primeros en ser llamados debieron ser los medios públicos. Sí hay participación de estos medios del Estado en el Aprender en Casa II, pero si nuestros medios públicos tuvieran la fuerza que tienen en otros países, los privados temblarían. Entre otras cosas, se verían obligados a ofrecer noticiarios de calidad, a incluir a todas esas familias que no existen en la pantalla por las ideas perversas de los concesionarios”.
Sin embargo, todavía no es el momento de romper la actual distribución de las frecuencias radioeléctricas ni de quitar las concesiones a quienes han hecho mal uso de ellas, advierte Cueva.
“La industria viene muy golpeada. Los sexenios anteriores fueron nefastos también para la televisión, se encargaron de acabar con ella en la medida que pudieron. Fue de sopetón el ‘apagón analógico’. Con eso que de una frecuencia te vas a otra, la gente se perdió, cayeron las ventas. Fue dañino precisamente porque se trató de un abuso autoridad, no se consultó a nadie. Y la situación es todavía peor ahora con la pandemia”.
CREATIVA Y PUDIENTE
La televisión pública, menciona Berman, ha demostrado ser creativa, pero le ha faltado ser más pudiente y llegar a todo el país. Incluso en el sexenio pasado, Canal Once produjo series ejemplares y a ella como espectadora le hubiera gustado que tuvieran más presupuesto. Pero aun con ese financiamiento eran incomparables con los productos de la televisión comercial. Por ejemplo, la vida de Sor Juana: cómo nos gustaría que todas las telenovelas tuvieran la calidad visual, de texto y de actuación que tuvo Juana Inés, comenta Sabina.
“Necesitamos una televisión pública ordenada, donde las series no sean un acontecimiento aislado; donde tengamos un mercado y que cuando termine una serie esté comenzando la siguiente; donde podamos hablar de temporadas porque, en todo el mundo, los hábitos y costumbres de las audiencias se mueven en relación con las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno.
“Tenemos medios públicos grandiosos. Canal 22, uno de los espacios donde yo trabajo, es el único canal de televisión donde he tenido juntas con el director para que se me notifique oficialmente que tengo absoluta libertad editorial. Lo común son esas reuniones siniestras donde te piden que no toques ciertos temas o no entrevistes a determinados personajes”.
Berman señala que muchas veces la censura no se expresa en la televisión comercial con prohibiciones sino con regalos y atenciones. Lo que lleva a Ackerman a enfatizar que la 4T es un contexto propicio para la libertad de expresión. Y cuando el conductor se mofa de esos nostálgicos del pasado que acusan a este nuevo gobierno de ejercer más control y censura que los pasados, Álvaro Cueva lanza otra carcajada.
DIDÁCTICA GUADALUPANA
“Estamos rompiendo con modelos que venimos arrastrando del pasado. Hoy tenemos unas audiencias asustadas, confundidas, porque han padecido muchos narco-contenidos que, vayan a saber por qué, se convirtieron en el modelo aspiracional de la televisión privada en nuestro país”, dice Cueva.
“Nuestras audiencias ya no están para consumir porquerías, ellas mismas están renunciando a cierta clase de contenidos. Si hacemos un análisis profundo de lo que está funcionando en términos de rating, que es lo más obvio y evidente, eso son los programas más didácticos porque hay una gran necesidad de información y de formación en las audiencias mexicanas. Por eso creo que va a ser un éxito Aprender en Casa II”.
Y expone “un caso que todos conocemos y muchos desprecian, tal vez sin haberlo analizado bien: La rosa de Guadalupe. Es un programa donde se presentan casos bien interesantes para un sector poblacional que necesita saber cómo le va a decir a sus hijos, especialmente a las mujeres, ciertas cosas. ¡Por eso funciona!”
Para la dramaturga Sabina Berman, La rosa de Guadalupe es una gran idea de la pluma de Carlos Mercado, con un rating fabuloso y no así una gran producción.
“No tiene una producción exquisita porque los empresarios mexicanos son bien codos y dicen: si ya funcionó con dos pesos, bájale a 1.50 para ver si sigue funcionando; en lugar de meterle cuatro pesos”, señala el invitado.
“Eso también lo tenemos que ir cambiando, porque esos grandiosos escritores necesitan grandiosas producciones para llegar todavía a mercados más sofisticados.
“Insisto, vamos por contenidos didácticos, contenidos que nos formen. Es un mito eso de que lo que vende es la violencia, el talk show. Eso quítenselo de la cabeza. Los números no mienten”, señala Cueva.
LAS MANGAS DEL CHALECO
Con respecto a la transmisión de clases por las televisoras privadas, un internauta reclama que el Estado esté ayudando a los consorcios a incrementar su rating. Ya fue mucho el abuso y el mandato popular es muy claro. ¡No le busquen mangas al chaleco!
Para Álvaro Cueva, “en ese comentario hay algo rescatable. El público está muy resentido con las televisoras privadas, porque varias generaciones de mexicanos han padecido de mil formas un abuso sistemático”.
“Estamos hartos de noticiarios que nos mienten y van por agendas específicas, o que ponen videos de gatitos para subir el rating en lugar de darnos un ejercicio de investigación periodística. Estamos hartos de telenovelas mañosas que mueven esquemas enfermos de vinculación amorosa. Estamos enfermos de programas grotescos que nos enseñan a faltarle el respeto a la mujer y a las minorías o a abusar de nuestros niños. Por eso la gente está resentida”.
Hay, más que odio, una conciencia social –acota el politólogo John Ackerman. El 2018 no fue una rebelión de los resentidos sino una explosión de dignidad ciudadana. De la misma forma, los que hoy están viendo un nuevo escenario nacional exigen no seguir alimentando a la bestia. Dos años después, la gente quiere ver el cambio también en esta esfera mediática.
En ese sentido, Cueva quisiera decir a las más autoridades de este país lo siguiente:
“Acuérdense de los medios públicos. La solución está en los medios públicos, en el equilibrio, en la búsqueda y en el rescate de esta fuerza fundamental donde hay gente del más alto nivel luchando desde hace años por nuestro país, con una convicción patriótica admirable desde todas las perspectivas. Hay que rescatar a los medios públicos, hay que invertir en ellos. Ahí está la respuesta”.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.