En las entregas anteriores analizamos el periodismo cultural como un ejercicio de gestión del patrimonio, con los parámetros que nos dio Ma. Teresa Mercado Sáez.
De este modo, conocimos el desglose que hace la catedrática española de los medios, géneros y productos que, con un enfoque noticioso, trabajan “más bien sobre patrones de vulgarización, la heterogeneidad y la cultura general en su sentido más difuso”.
Sin embargo, Mercado revisa también el catálogo de publicaciones especializadas, eruditas y homogéneas, destinadas a un grupo de personas cualificadas, que sin dejar de hacer difusión de la cultura y las artes, no practican propiamente el periodismo cultural.
En el capítulo dedicado al Periodismo Cultural dentro del libro Áreas del periodismo (Bernardino Cebrián Enrique y Luis María Mirón, coordinadores. Colección Periodística 54. Comunicación Social, Ediciones y Publicaciones, Salamanca, España, 2013), Mercado dice que los contenidos culturales en los medios de comunicación se pueden estratificar en función del formato, la legibilidad o comprensibilidad de los mensajes y la utilización de términos especializados.
Hay un primer nivel de especialización en donde el tratamiento periodístico adapta el campo cultural a la actualidad informativa, como ocurre en las páginas de Cultura de los diarios.
Y un segundo nivel que reconocemos en los suplementos especializados de periodicidad semanal, dentro de los mismos diarios de información general, o en los reportajes especializados dentro de programas de radio y televisión.
Finalmente, en el tercer nivel se encuentran los contenidos de carácter monográfico en cualquier soporte y oferta independiente, que es seleccionada por el público en función de esa especialización anunciada, resume Mercado.
POPULAR O ELITISTA
Las revistas culturales se corresponden casi por definición con el tercer nivel de especialización y habría que hablar de dos tipos de revistas: las populares y las elitistas.
Según Manuel de Ramón Carrión, “las revistas culturales de orientación popular buscan a un sector del público que está interesado en la lectura, pero que se ha quedado en la literatura de consumo, en los grandes lanzamientos editoriales con amplia repercusión en los medios generalistas”.
Su vocación se refleja en el formato. “El tipo de maquetación, más ligera y vistosa que las revistas literarias tradicionales, está llena de fotografías en color, recuadros y, en general, se basa en el predominio de los blancos, para facilitar la lectura”.
Utilizan todos los géneros informativos con grandes reportajes y entrevistas, sin descuidar las columnas y las críticas, con un estilo asequible para el lector.
Qué Leer es el mejor ejemplo español de este tipo de publicaciones, pero acaso en México tendríamos que buscar su equivalencia en las revistas de cine o videojuegos. En España, por lo demás, abundan las revistas populares orientadas a la Historia, las artes o la decoración.
En las revistas elitistas los géneros informativos tienen una presencia mucho menor. Muchas veces se convierten en vehículos para la creación literaria, especialmente en el campo de la poesía, y en abanderadas de distintos movimientos artísticos.
Con muy poco tiraje y en algunos casos sin distribución en los puestos de periódicos, aunque sí en las tiendas departamentales, están más cerca de las históricas revistas europeas que de la información periodística. Por tanto, estas revistas se considerarían publicaciones especializadas no periodísticas.
FANZINES Y BLOGS
Un fanzine, por su parte, es una publicación auto-editada y auto-distribuida; puede tratar de cualquier contenido y corresponder a todos los formatos, tamaños y colores.
A su vez, la mayoría de las publicaciones culturales impresas tienen una edición online y los programas de radio y televisión pueden verse ahora en la web.
“Internet ha supuesto una verdadera revolución en los modos de difusión de la creación artística en todos sus ámbitos y de la misma creación en sí”. Las webs y blogs especializados en información cultural, son ya incontables, concluye Teresa Mercado.
DEJARLO POR ESCRITO
En internet convergen la comunicación oral y la comunicación escrita, en una multimedia donde el texto y el discurso se complementan. Por eso, en la red hay una tarea periodística pendiente: construir el acontecimiento cultural como un documento, a través de la mediación.
Transcribir lo que se dice en una conferencia o redactar la relatoría de una mesa redonda, es casi obligado en estos tiempos en que abundan los discursos orales en las redes sociales; discursos que luego es muy difícil marcar, como hacemos cuando subrayamos una palabra, para su posterior reconocimiento.
Horas y horas de grabación pueden concentrarse en menos páginas, facilitando la lectura y la discusión de las ideas que se plasmaron quizá en forma deshilvanada. En la mayoría de los casos, la redacción de un texto a partir de un enunciado –entendido éste como una emisión lingüística– mejorará la comprensión de lo dicho.
Hasta hace algunos años, con la preeminencia intelectual de los medios impresos, la conversación pública había adquirido la forma de un intercambio epistolar, donde un interlocutor publicaba un artículo a modo de carta abierta, y en la edición del siguiente día alguien más le contestaba.
Con internet, esta conversación se empezó a dar casi en tiempo real, a través del correo electrónico y especialmente en los salones de chat, cuya plataforma más conocida hoy en día es Twitter.
Lo cierto es que la conversación pública, que fue fundamentalmente escrita, está retomando la oralidad. Pero esa charla que ocurre en un tiempo y un espacio precisos, debe documentarse.
Es función del periodismo cultural y de otras prácticas de divulgación, poner por escrito lo que se dice y se discute, por ejemplo en mesas de debate que han venido a sustituir en radio y televisión a las antiguas tertulias.
La posibilidad de documentar, de fijar una idea en el tiempo al dejarla por escrito, le confiere al periodismo cultural una enorme importancia en esta era de sobreinformación.
PUBLICACIÓN COLECCIONABLE
Quiero creer que, de todos los ámbitos del periodismo, uno de los que podrá seguir existiendo en medios impresos será el cultural.
Tal vez no como información diaria de un hecho cultural noticiable, pero sí como publicaciones de periodicidad más espaciada, como puede ser el suplemento semanal y, por supuesto, la revista mensual.
Los productos de comunicación de contenido cultural, especialmente los muy especializados, pueden ser aquellos que el lector valore como coleccionables. Y ante la posibilidad de que algo interesante se pierda en la inmensidad del ciberespacio, se fortalece la tentación de convertir a la publicación periódica impresa en un fetiche.
¿Hablaremos en un futuro de la revista-objeto como hoy se habla del libro-objeto?
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna también se puede leer en: www.carvajalberber.com y sus redes sociales.