“Gracias al abaratamiento y la accesibilidad de la tecnología digital, hoy en día todo mundo es periodista”, escribió Adalberto Carvajal en su Estación Sufragio de ayer miércoles 07 de enero (https://carvajalberber.com/2020/01/06/ley-mordaza-o-lengua-mordaz/). Es verdad y es lamentable. El ejercicio periodístico se ha llenado de impostores, farsantes, fantoches (dijera AMLO) y de usurpadores de funciones.
El periodismo tiene dos vías: el derecho a la libertad de expresión, pero la obligación de que libertad no se convierta en libertinaje, mucho menos cuando se afectan los derechos humanos de las personas. Un periodista de profesión sabe distinguir esa línea tan delgada entre la libertad, el acceso a la información pública, la de la crítica al quehacer político, y las agresiones a la intimidad de las personas.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que “las opiniones de un periodista sobre un tema de interés nacional no son noticias y no requieren ser verificadas”, aunque el derecho no protege “las opiniones absolutamente vejatorias u oprobiosas que menosprecien a la persona”; muchos de los farsantes que se escudan en la libertad de expresión hacen precisamente eso que no debe protegerse.
“Hay también profesionales de la propaganda que se aprovechan de estos vacíos en la ley, son aquellos que hacen la guerra sucia y temen que se restrinjan las condiciones en las que pueden operar, pues injurias y noticias falsas forman parte de su estrategia electoral para 2021”, agregó Adalberto en la columna mencionada en el primera párrafo.
El gremio está bastante desprestigiado de por sí, para que se siga permitiendo la proliferación de usurpadores del periodismo. Es un mal endémico que cualquiera con celular en mano se sienta un periodista o comunicador en funciones. Lo peor es que esto ha generado que cualquiera con megas en su aparato salga a decir, con intenciones vejatorias, que su víctima es de la peor calaña, sin ninguna prueba y con la mano en la cintura, protegidos por el manto protector de la supuesta libertad de expresión.
Los diputados de la actual Legislatura tienen la oportunidad de contribuir a un mejor ejercicio periodístico en la entidad. No se trata de coartar la libertad de expresión, ahí sí habrá que ser muy cuidadosos, sino de impedir que prolifere el libertinaje de los pseudo periodistas en usurpaciones, no en funciones, quienes un día sí y otro también deforman el oficio.
En el gremio habremos de todas las filias y fobias, pero el periodismo tiene reglas, parámetros éticos muy claros. La línea es delgada, a veces tentadora de saltar, pero hay ordenamientos que resultan insalvables, excepto para aquellos que no tienen idea de qué es el periodismo, porque no son periodistas.
La campaña anterior y la de la gubernatura, tanto la de 2015 como 2016, fue el mejor ejemplo del lodazal que puede generarse en torno al ambiente comunicacional y periodístico de la política, si no hay control.
Por lástima, la proliferación de #FakeNews y vejaciones a los políticos están al orden del día, lo que ha generado una industria que nada tiene que ver con el periodismo. Tiene que ver con la extorsión, que se disfraza de periodismo, pero no deja de ser una estafa.
Campañas de desprestigio por doquier se impulsan sin temor alguno, pues incluso hay sectores sociales que se han confundido y no distinguen entre el verdadero periodismo y la farsa.
Poco a poco, reconociendo que la libertad de expresión no es libertinaje, tal vez lleguemos a un periodo electoral en que no leeremos intimidades pagadas en contra de los candidatos, sino el contenido de las plataformas políticas, dándole prioridad a la cultura política y electoral, no al chisme.