Hace un año, el 22 de noviembre de 2017, murió en Londres, Dmitri Alexandrevich Hvorostovsky. Gran barítono ruso de voz aterciopelada, nombre casi impronunciable, de difícil memorización y celebrada trayectoria con apenas 55 años de edad. Había nacido el 16 de octubre de 1962 en la Rusia profunda: Krasnoyarsk, Siberia. Era una de las voces más aclamadas del último cuarto de siglo. Además de magnífico cantante era carismático y visitó nuestro País en tres oportunidades (1996, 2004 y 2012), lo cual, contribuyó a que dejara en México un buen número de seguidores (fanáticos, diríamos si en vez de la ópera se hubiera dedicado al rock, y le gustaba vestir como estrella de rock)). Y es que, además, no solo se presentó en la capital del País, sino que también fue a la provincia, al haber sido una de las figuras relevantes del XXXII Festival Internacional Cervantino en 2004, cuando también se presentó en Monterrey.
El escenario operístico como el musical, en general, se encuentran en renovación permanente: Siempre surgen nuevas figuras, mientras que algunas se consolidan y otras maduran, algunas más, terminan su ciclo. Hvorostovsky se fue en plenitud, cuando todavía se esperaban muchos éxitos más, pero el final de su ciclo y de su vida, produjo un doble efecto, pues, por un lado, se sigue lamentando su muerte, y por el otro, se trataba de un barítono de primera línea y ésta tesitura no resulta abundante en el escenario actual. Seguramente el más consolidado ahora, es el galés Bryn Terfel (n. 1965). Y las vidas de este par de magníficos barítonos empezaron a mezclarse desde el momento en que eran noveles. Se encontraron por primera ocasión en 1995, durante un concurso organizado por la BBC en Cardiff (el BBC Cardiff Singer of the World Competition), donde el siberiano se alzó con el triunfo a pesar de que Terfel era la voz de esa tierra y por ese simple hecho, resultaba candidato ganador natural. Difícil tarea tuvo entonces el jurado, que se decantó por Hvorostovsky y el veredicto se dio porque, aunque la voz de Terfel era más caudalosa, el ganador poseía entonces, un arte más depurado.
En la escena operística siempre ha habido voces eslavas, pero éstas, no han sido tan frecuentes en el primer plano como las mediterráneas pues mucho se han concentrado en el repertorio de sus países. Muchas son las que el mundo recuerda, desde Feodor Chaliapin (1873-1938), Elena Obraztsova (1939-2015), Irina Arkhípova (1925-2010) o Galina Vishnévskaya (1926-2012) por citar solo a algunas. Ahora hay otras que gozan de enorme popularidad como la de Anna Netrebko (n. 1971) y es que ésta como Hvorostovsky, no se han centrado en el repertorio eslavo, pues se han diversificado y han abarcado, entre otras, la ópera italiana: Hvorostovsky, sobre todo en sus últimos años se convirtió en un gran intérprete verdiano y muchos triunfos cosechó interpretando a éste compositor italiano. Y precisamente, la Netrebko fue una acompañante frecuente de Hvorostovsky en esas aventuras. Abordar el repertorio más difundido y conocido ha ayudado a incrementar la popularidad de estos cantantes.
Y claro, Hvorostovsky era genial en la ópera rusa. Sobre todo, al iniciar su carrera hubo roles como los de La Dama de Picas o el protagónico de Eugenio Oneguin (ambas de Piotr Ilich Tchaikovsky -1840-1893-) roles que le valieron muchos aplausos y también invitaciones a los teatros más importantes del mundo. El ensanchamiento de su repertorio fue mayor cada día y con ello, su popularidad también fue creciendo. Un cáncer cerebral se lo llevó cuando se encontraba en gran forma, en plenitud, dijimos; y eso, contribuye también a la leyenda. A un año de su muerte, ya podemos decir que es un cantante legendario.
Dejó muchas grabaciones a pesar de no haber sido el cantante más prolífico en este campo, pero los documentos sonoros que nos legó (en su gran mayoría con los sellos Philips y Decca), preservarán la belleza de su voz y sus cualidades interpretativas para muchas generaciones. Existen también numerosos trabajos que incluyen vídeo. Muchos de ellos pueden ser vistos a través de YouTube y sobra decir que quien junta estas letras recomienda su escucha. Algunos me han dicho que yo siempre recomiendo escuchar a aquellos a quienes me he referido en esta columna, y eso es cierto. Yo solo me he referido a aquellos intérpretes que me gustan y asumo que, si me gustan, les gustarán también a los escasos lectores de esta columna. No me atrevería a recomendar la escucha de material que no me parece bueno, pues no resultaría ético.
Por otro lado, resulta oportuno destacar que México vive una especie de renacimiento en el gusto de la ópera, a raíz de que, desde el último cuarto del siglo pasado, un puñado de cantantes, sobre todo tenores, ha tenido un destacado papel en los principales teatros del circuito operístico mundial: Francisco Araiza (n. 1950), Ramón Vargas (n. 1960), Rolando Villazón (n. 1972) y Javier Camarena (n. 1976) son buenas expresiones de lo dicho. También debemos disfrutar a los nuestros. Y, además, como casualmente hoy es día del músico, es otro buen pretexto para escucharlo. Entre los lectores consuetudinarios de estas letras, hay varios músicos y van para ellos mis felicitaciones al igual que para el amigo y colega que me provocó, con su sugerencia, la elaboración de la presente.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.