Fue un lunes cuando conocí al Dr. Miguel. Mi Padre, gran amigo suyo y de Doña Griselda me pidió acompañarlo a La Esperanza para degustar parte del menú de lo que sería el nuevo restaurante de la exhacienda.
Recién remozada, la vieja casona de arquitectura colonial tenía habilitado un pequeño salón en color azul donde compartimos los alimentos y en donde exclusivamente, me dedique a escuchar el interesante anecdotario político.
Gran conversador y sencillo en el trato, no necesitaba de ningún recurso oral para impresionar. De hecho, ocultaba en su refinada amabilidad el amplio bagaje de conocimientos adquiridos por cuenta propia y desde luego por el formidable entorno cultural y político que le proveyó su ascendencia.
Años más tarde lo volví a encontrar en la presentación de un libro en la biblioteca Juan José Arreola de Ciudad Guzmán, ahí actualizamos los contactos telefónicos y fue así que empezamos a compartir con mayor fluidez los contenidos periodísticos que en ese entonces producía desde la dirección del Diario de Zapotlán.
En 2014 las letras nos hicieron coincidir de nuevo. Se trataba de la presentación de otro libro, esta vez sobre la obra de mi padre quien justo en mayo de ese año había fallecido. Al finalizar el acto, celebrado en el Archivo Histórico, se acercó a mí para confesar su desacuerdo con algunas remembranzas del movimiento universitario. Concretamente se refería al proceso de autonomía de la máxima casa de estudios. «Griselda [así lo escuché referirse a su progenitora en más de una ocasión] le tenía tanta confianza a tu papá que simplemente se hizo a un lado. Fue respetuosa de los universitarios. El mérito de la autonomía le corresponde a tu padre. Eso, el día que quieras, lo declaro en una entrevista».
Conversamos muchas veces sobre nuestros padres y el gran período que significó para el estado la década de los ochenta con Doña Griselda Álvarez Ponce de León como gobernadora y con Jorge Humberto Silva Ochoa como rector de la Universidad. Él sostenía que el progreso de Colima no es entendible sin la coincidencia de ambos en la función pública e inscribía como hecho histórico la conjunción de dos mentes visionarias.
Grato es recordar para quien esto escribe la vez que me dio por obsequio una pequeña parte del acervo fotográfico de la Maestra. Y siempre valoraré su gesto solidario ante la intromisión de autoridades estatales en el juicio familiar de cuya masa hereditaria sobresalen los cabezales de Ecos de la Costa y El Correo de Manzanillo, pues además de proponerse como testigo, socializó el tema con intelectuales y expertos en derecho.
Al igual que muchos amigos que reciben la columna CONTRAVIENTO, el Doctor procuraba acompañar su saludo de cortesía con una reflexión sobre el tema. Conservaré el chat que dejamos abierto en donde, a manera de aprobación, anotó: «Me gusta leer plumas que no son del ‘nado sincronizado’ «.
Tras su sensible fallecimiento, expreso mis más sentidas condolencias a sus familiares y amigos, especialmente a quien fuera su compañera de vida: la señora Laura Sánchez. Descanse en paz Don Miguel Delgado Álvarez.