EL BARCO NO ESPERA

En la entrega anterior de esta columna señalamos que fue un gran avance que la entonces API (hoy Asipona) destinara el antiguo muelle fiscal a terminal de cruceros, ya que los primeros barcos de este tipo que arribaron a la costa colimense estuvieron atracando en el puerto interior de San Pedrito. No en una de las terminales destinadas a contenedores, me aclaran, pero sí dentro del recinto de Tapeixtles.

Comentamos también que el reducido número de cruceros que tocan Manzanillo, y el de pasajeros y tripulantes que deciden bajar a tierra, han hecho hasta ahora incosteable construir un edificio terminal con servicios y comodidades para los cruceristas.

Y concluímos que Manzanillo y el estado de Colima no podrán elevar el monto de la derrama económica que dejan los cruceros, mientras no mejore y se diversifique la oferta de productos turísticos que atraigan a los cruceristas. No se trata de que los pocos que bajan gasten más, sino que aumente el número de pasajeros que descienden.

Las comparaciones son odiosas, pero los cruceristas que regresan al Pacífico mexicano saben que cada vez que bajen en Puerto Vallarta encontrarán nuevas excursiones o ‘experiencias’, y que éstas no los dejarán decepcionados.

A estas condiciones hay que agregar una situación coyuntural: mientras no concluyan las obras de ampliación en la autopista –y el inicio de los trabajos en el tramo de La Salada, alargará todavía más el plazo–, llevar tierra adentro a los cruceristas supone para los operadores de tours el riesgo de no regresarlos a tiempo.

Los barcos paran en Manzanillo 12 horas, pero se coloca la plataforma y se retira en un horario determinado. Como en los aeropuertos que cierran el vuelo, si llegas tarde no te dejan subir aunque el barco siga ahí.

FAVELAS Y PORTALES

Cuando los cruceros atracaban en el puerto interior, los viajeros podían optar por hacer un tour por el centro histórico de Manzanillo. Subían a un autobús que los sacaba del recinto portuario y los llevaba unas cuadras hasta el Mercado de Pescadores, el Malecón del Espíritu Santo, el Playón y el jardín principal con su monumental Pez Vela. Desde que los turistas bajan del barco directamente frente a la antigua Aduana, esa excursión tuvo que ser borrada del catálogo.

Hace años el paisaje urbano en el centro de Manzanillo prometía una serie de edificios minimalistas, con detalles Art Decó que evocaban a South Beach en Miami. Pero, tras una remodelación, las fachadas fueron desvirtuadas con elementos de estilo mudéjar –los portales chaparros– en homenaje a José Luis Ezquerra, el arquitecto del hotel Las Hadas.

El centro ofrece todavía una panorámica a esa versión manzanillense de las favelas brasileñas –los sectores–, que como las de Río de Janeiro, con una buena resanada y varias manos de pintura, al igual que el Palacio Municipal pasaron de horrendas a coloridas.

Intervenir el primer cuadro del puerto viejo es un proyecto en el que deberían invertir la iniciativa privada y las autoridades de los tres órdenes de gobierno, no sólo para disfrute de los cruceristas que tendrían desde la cubierta un aliciente para bajar a tierra, sino para los turistas nacionales y locales que, desde la muy tardada perforación del túnel ferroviario, perdimos la costumbre de ‘ir a Manzanillo’ a ver de cerca remolcadores y barcos de guerra.

En 2008, Raúl Suazo al frente de un grupo cívico (Aciman) promovió un proyecto que unió la (macro) Plaza Juárez con La Perlita. Se embelleció el entorno del muelle de cruceros con fuentes danzarinas… y una propela de buque que había estado en posesión de la Aduana por décadas[1].

La enorme pieza se transformó en una escultura monumental, aunque algunos marinos mercantes ––me contaba el fallecido Héctor Pineda, que fue telegrafista en un buque cisterna– reclamaron que es de mal augurio poner una propela embrocada: ¡es la última parte de un barco que vemos cuando se va a pique!

TELEFÉRICO Y ACUARIO

En Acapulco, el centro histórico fue remozado para darle una experiencia distinta a los cruceristas. Ignoro cómo habrá quedado después de los huracanes, pero en el 2000 que lo vi era un entorno fotografiable.

Y los vacacionistas que eligen Los Cabos, como alternativa a los atractivos de San Lucas se trasladan a San José, pueblo mágico transformado en un verdadero distrito de arte, cuyo centro está lleno de galerías, restaurantes y tiendas.

Por su parte, la fisonomía urbana en Mazatlán y La Paz es elegante, con sus fachadas muy parecidas a las casonas tradicionales de Colima capital.

Sin embargo en Manzanillo, incluso para los operadores que trabajan con la naviera, es difícil armar paquetes realmente atractivos para los cruceristas con base en los productos de turismo de playa y turismo cultural que ofrece el estado de Colima.

A mejorar la oferta turística apuntaban los proyectos de tender un teleférico al Cerro de la Cruz y transformar el auditorio municipal en un acuario. Con torres y cabinas de reuso, el teleférico nunca inspiró confianza. La idea del acuario era buena, pero falló la ejecución (y sobró avaricia, improvisación y hasta sentido común).

Hoy el ‘Manuel Bonilla’ está siendo recuperado como polideportivo, y el cablebús se presenta como solución para la movilidad en urbes donde el centro histórico está en un valle y los cerros han sido poblados.

Un teleférico en Manzanillo no tendría que servir exclusivamente como atractivo turístico, el objetivo que tiene en Zacatecas, sino como una modalidad de transporte público similar a las tres líneas que funcionan en Ciudad de México o el cablebús que se construye en Uruapan.

Lo cierto es que cuando los tours llevan a los cruceristas a conocer ‘el Manzanillo de verdad’, se decepcionan porque lo que aparece ante las ventanas del autobús rumbo a Santiago son los mismos rótulos que ellos encuentran en cualquier ciudad de Estados Unidos: Wallmart, Sam’s, KFC, Burger King, Starbucks, McDonalds…

PALETAS DE LA VILLA

Los prestadores de servicios turísticos en Manzanillo quisieran que los cruceristas no penetren al territorio estatal. En cambio, a los empresarios del sector en la zona metropolitana de la capital les interesa sacarlos de los atractivos de playa para traerlos a Colima, ciudad de museos de arte y zonas arqueológicas, en una excursión que generalmente termina en Nogueras y los portales de Comala.

A la primera reunión del Comité de Cruceros de la temporada 2024-2025[2] presidida por el subsecretario de Turismo del gobierno estatal, Jorge Padilla, asistió obviamente la presidenta municipal de Manzanillo, Rosi Bayardo, pero también la alcaldesa de Villa de Álvarez.

Tey Gutiérrez busca meter a su municipio en la ruta de los cruceristas. Hoy tocan la Villa quienes visitan La Campana, pero de ahí los autobuses toman hacia Nogueras sin pasar por las paletas del portal o las tortas de Tavo ni tomarse la selfie en La Cabalgata.

El tour fuera de Manzanillo, en su primera parada toca Cuyutlán donde hay un interesantísimo Museo de la Sal que ha sobrevivido varios sexenios al desinterés de las autoridades culturales que sucedieron al gobierno que abrió ese espacio, y donde también está el Tortugario.

Pese a sus fines didácticos, las instalaciones del Centro Ecológico no responden por desgracia a la cultura de la inclusión: faltan rampas para sillas de ruedas y otras facilidades para las personas con alguna discapacidad. Aunque los ven moverse con dificultad por entre los puentes, los encargados del lugar no terminan de asimilar que la mayoría de los cruceristas son adultos mayores.

Si de atender a los turistas con problemas de motricidad se trata, ojalá que el retiro de la rampa y la silla anfibia para el uso de los bañistas con discapacidad en la playa de San Pedrito que hizo la administración municipal entrante, haya sido para darle mantenimiento a los equipos y no simplemente para borrar una de las obras emblemáticas del gobierno anterior.

Aparte de los tours que se compran en dólares arriba del barco, los operadores independientes que tienen acceso al recinto portuario pueden ofrecer paquetes a los turistas en pesos. El requisito es que el recorrido y la experiencia no superen las 10 horas que permanece el barco en el muelle con la plataforma abierta.

Los lleven a donde los lleven, la regla de oro en el turismo de cruceros es que los viajeros regresen a tiempo. Los que no aborden antes del cierre, se quedan en tierra. Y no hay poder humano que haga esperar al capitán, porque el boleto de un pasajero no ampara el monto de los recargos que pagaría la naviera por excederse en el tiempo.

CIUDADES PELIGROSAS

Además de los funcionarios de la Administración del Sistema Portuario Nacional (Asipona) de Manzanillo, en esa reunión del subsecretario de Turismo con las alcaldesas estuvieron también los mandos de la Zona Naval, la Capitanía de Puerto o la Guardia Nacional.

Es explicable porque el principal disuasor de los cruceristas para bajar en Manzanillo es el mismo que ha erosionado la confianza de los turistas en destinos como Mazatlán y Acapulco, pero no necesariamente en Vallarta: la inseguridad.

La promoción de nuestros destinos en los mercados turísticos del extranjero debe combatir la cobertura mediática sobre la violencia en Mazatlán (a casi tres horas por carretera de Culiacán), Acapulco (vetado como destino de cruceros algunos años, por hechos violentos que afectaron a cruceristas) o Manzanillo que, además de figurar ella misma en la lista de urbes infames, está a menos de una hora de Colima (la ciudad más peligrosa de México, en proporción al número de habitantes).

El factor inseguridad se combina con la mala imagen que van dejando las noticias sobre el impacto de fenómenos hidrometeorológicos o sísmicos en los puertos mexicanos.

Por lo demás, los marinos de guerra a cargo de Asipona y la Capitanía de Puerto –autoridad que antes ejercían respectivamente empresarios vinculados a agencias aduanales y marinos mercantes– deben desarrollar una sensibilidad especial para la navegación turística.

Otras administradoras portuarias, como no reciben carga contenerizada se concentran en la atención a cruceros, transbordadores, yates, barcos atuneros o camaroneros, lanchas para la pesca deportiva o, si no hay más, pangas y catamaranes para los recorridos ribereños.

Comparados con los ingresos que reporta la carga para un puerto comercial, invertir en infraestructura para esos otros tipos de embarcaciones es un gasto que nunca reportará ganancias a la Asipona Manzanillo, pero que supondría un despegue para los operadores de esos servicios.

DIEZ HORAS EN TIERRA

En un territorio pequeño tan comunicado y donde todo está cerca, el principal enemigo del turismo de cruceros sigue siendo el tiempo. La obras de ampliación en la autopista desquician la logística de los operadores de tours, a quienes resulta más factible en estos días, en el tramo a Cuyutlán, programar el recorrido usando la carretera libre.

Pero la principal amenaza a los choferes de los autobuses que deben regresar a los pasajeros, son los embotellamientos dentro de Manzanillo. Si el día que colapsó el acceso al puerto causando un atasco de vehículos casi hasta la caseta de Cuyutlán, hubiera habido barco, al operador del tour le hubiera resultado más fácil dar la vuelta en ‘U’ y salir, por Tecomán, rumbo a Acapulco para alcanzar al crucero al día siguiente.

Por lo menos esa amenaza se conjura con la entrada en servicio, el pasado lunes 4 de noviembre, del segundo acceso al puerto de Manzanillo, en la Zona Norte, lo que implicará cambios significativos en la circulación para ingresar al puerto.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com


[1] ‘Fuentes Danzarinas y Propela, gran atractivo turístico desde hace 16 años’. Reportaje de Víctor Manuel Martínez. El Noticiero, 23 de marzo de 2024. https://www.elnoticieroenlinea.com/fuentes-danzarinas-y-propela-gran-atractivo-turistico-desde-hace-16-anos/

[2] ‘En Manzanillo se reúne Comité de Cruceros, previo al inicio de la nueva temporada’. Boletín de Prensa, Gobierno del Estado de Colima, Coordinación General de Comunicación Social. Jueves 17 de octubre de 2024.

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