Hace 50 años (en 1968) el País se encontraba en plena efervescencia, había iniciado el movimiento estudiantil y popular y se había producido ya el atentado contra la puerta del Antiguo Colegio de San Ildefonso (En San Ildefonso 43, entonces Preparatoria 1 por las mañanas y Preparatoria 3 por las noches). El ejército había atacado con una bárbara asimetría de fuerzas, pues usaba bazucas en contra de los estudiantes que se encontraban desarmados. Con ese bestial acto, el movimiento había dado un dramático giro a los acontecimientos del 26, puesto que ya no era un enfrentamiento aislado y se había vulnerado la autonomía universitaria. La puerta se destruyó y cedió, pero no lo hicimos los universitarios y allí realmente comenzó la lucha. San Ildefonso se reafirmó como la verdadera alma máter de todos los mexicanos.
Fue un movimiento, puesto que el 26 de julio, el 30 de julio o el 2 de octubre de 1968, no son fechas aisladas sino perfectamente unidas por un muy claro hilo conductor; era un movimiento. Ese bazucazo del día 30 se había producido contra la joya de la corona educativa de este País, contra el edificio construido por los jesuitas, que había simbolizado el eje de la reforma educativa juarista, donde se había instaurado el positivismo en México, el mismo en el que se había luchado por la autonomía universitaria y en el que se había logrado, el que se había constituido en una de las cunas indiscutibles del muralismo mexicano. Allí donde había nacido el Goya como grito universitario de guerra. Y el movimiento había tenido una demanda muy simple: Apertura pacífica del gobierno.
El movimiento fue mucho más que un hecho aislado o simbólico. Por primera vez la CIA había dudado de la legitimidad del gobierno de México y consecuentemente, del partido en el poder: En México no se construía una democracia, sino que se simulaba; eso quedó claro dentro y fuera de México. Allí realmente se empezó a resquebrajar el monolito del Sistema.
Como se dijo, había una asimetría absoluta entre las fuerzas que se enfrentaban y eso permitía al orate que encabezaba el Ejecutivo de la Unión (Gustavo Díaz Ordaz) reprimir como el mejor de los gorilas a quienes osaban oponerse a sus designios y con esa idea en la mente, la represión al movimiento continuó hasta el brutal desenlace del 2 de octubre (que no se olvida), ya prácticamente en la víspera de que fueran inaugurados los juegos de la XIX Olimpiada de la era moderna. También por ese motivo, México estaba más expuesto a la prensa internacional.
Así llegó 1988, después del Jueves de Corpus, de la Guerra Sucia y del mal gestionado Sismo de 1985 entre otros acontecimientos y la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas fue creciendo en el ánimo de los mexicanos, hasta hacer que se cayera el sistema de conteo del voto de la elección presidencial de ese año. Y realmente, con ello, comenzó el colapso del sistema (pero del sistema gobernante). La asimetría existía todavía; es decir, no se daban todavía las condiciones para que ese cambio existiera, pero la asimetría ya no era la de veinte años atrás.
Pero el camino era largo todavía. Fueron necesarios la reforma electoral, los regímenes neoliberales que casi desmantelaron el País, una desigualdad galopante que nos pusiera al borde del colapso, un conjunto de muchachitos inexpertos y veleidosos, carentes de sentido político y sensibilidad social al frente del gobierno, una enorme cantidad de muertos y desaparecidos, y otro sismo, el de 2017 (mal gestionado como el de 1985) para que finalmente llegara el primero de julio de este año, cuando el pueblo dijo: Hasta aquí. Ya basta.
Cincuenta años han transcurrido desde entonces. Muchos de quienes participamos entonces como jóvenes, lo hicimos ahora como viejos. Cincuenta años después, la apertura del gobierno lograda de manera pacífica será posible. Diría el tango si fuera vuestro y actual: Que cincuenta años no es nada…
No es menor el reto ni el compromiso de quienes resultaron electos. Es un triunfo que tardó 50 años, medio siglo en llegar, pero que llegó. Ese es el tamaño del mandato que reciben y del que tanto se ha hablado durante el último mes. El cambio se está presentando de manera pacífica como se exigía hace medio siglo. Muchos de los que ocuparán cargos como senadores, diputados o presidentes municipales deben entender lo dicho. Deben integrar un gobierno diferente. Deben mantener la cohesión entre ellos y su unión y solidaridad con el pueblo. Morena no debe convertirse en un botín motivo de pleito entre grupos o corrientes internas cuando muchos de quienes no se ponen de acuerdo ahora, ni siquiera eran morenistas hace apenas unas semanas. El gobierno no debe convertirse en botín de nadie, sino en un órgano coordinador del esfuerzo popular integrado por quienes quieren servir en vez de servirse como ha sucedido durante décadas. Hemos de permanecer unidos todos. Debemos asistir al parto de un México nuevo, alguno con el que hemos soñado desde hace medio siglo.
No ha de ser el gobierno de unos u otros mexicanos, sino el de todos; el que sirva a todos los mexicanos. Y para los que previeron un desastre con el tipo de cambio: Acabó julio y el peso sube como la espuma frente al dólar. Un mito menos. No les resultó su predicción a los agoreros.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.