Es claro que la 4T tiene como narrativa separar al poder económico del poder político, ¿pero debemos también separar al poder mediático del poder económico?, pregunta Hernán Gómez a sus contertulios: Gibrán Ramírez y Renata Turrent.
En la emisión del programa La Maroma Estelar que dedicaron en Canal Once al tema ‘Medios y Comentocracia’ el domingo 16 de junio de 2019 (https://www.youtube.com/watch?v=jJtJerbCY1E), Ramírez responde:
“Si aspiras a tener un mercado de medios, eso no se puede hacer. Los medios siempre van a tener agenda, que en la agenda del dueño. Lo único que puedes hacer es fortalecer el sistema de televisión pública.
“Los medios [privados] van a estar siempre en manos del poder económico, aunque pueden hacerlo de manera más o menos profesional”, completa el politólogo de la UNAM.
Para Renata Turrent, los medios se tienen que analizar como operadores políticos, como representantes de intereses concretos.
“Claro que para ellos, como negocio mediático, es importante también tener pluralidad –añade Ramírez–. Si le estás hablando a un país que mayoritariamente piensa de cierta manera, que entiende ciertas razones, sería irracional poner al aire únicamente a los defensores de tus intereses. Como estás buscando audiencia, debes también colocar a gente que piensa como la mayoría.
“Los medios tienen que equilibrar, y ese equilibrio puede ser más o menos virtuoso. Muchos medios están luchando por generar ese equilibrio, porque además ahora sí tienen que pelear la audiencia, hay más competencia y disminuyó la publicidad oficial que era un subsidio en los hechos.
“Más que hablarle al poder, hay que hablarle a los lectores, radioescuchas y televidentes”, concluye Gibrán. “Y, de alguna manera, hacerlo guiándose por las mañaneras”, remata Turrent con un dejo de ironía.
PREMIOS Y CASTIGOS
El programa donde Hernán Gómez Bruera comparte estelares con el comediante Carlos Ballarta, tuvo como invitado especial al periodista Julio Hernández López.
Gómez, quien escribe la columna Fuera de Tono en El Universal, le pregunta al autor de Astillero en La Jornada y conductor de la segunda emisión de Radio Centro Noticias: ¿cómo opera este conjunto de premios y castigos que regulan en la práctica la relación entre periodismo y poder?
“Es una relación perniciosa que históricamente se ha mantenido entre el periodismo y el poder político, particularmente su expresión gubernamental.
“Los convenios de publicidad gubernamental se han utilizado como un sistema de premios y castigos: para premiar a los sumisos, a los que escuchan la voz del poder, a los que aceptan las indicaciones del gobernante; y para castigar, no asignando esos convenios publicitarios, a las voces que disienten, se oponen y hacen señalamientos adversos”, expone Julio Astillero.
Podemos entender cómo funcionaba “por el encumbramiento de figuras mediáticas que suelen gozar del privilegio de la exclusiva, de la entrevista especial, de las filtraciones; y desde luego por el enriquecimiento que ha tenido muchas de las figuras hoy dominantes todavía en el escenario mediático, al grado de amasar grandes fortunas”, explica el columnista.
CONSENTIDO DEL RÉGIMEN
¿Cada gobierno ha tenido sus periodistas consentidos?, pregunta Gómez Bruera.
“Claro, Joaquín López Dóriga sólo se puede entender como una figura promovida desde Los Pinos. Pero ha habido otros personajes, como Pablo Hiriart o como un cronista, un gran periodista ya fallecido, Fidel Samaniego. Ellos tres tuvieron una gran cercanía en su momento con el propio Carlos Salinas de Gortari. En cada administración pública federal surgieron estas figuras especiales. Y esperemos que en la Cuarta Transformación no se caiga en el mismo vicio”.
Hernán Gómez le pregunta a Julio Astillero cómo ha ido evolucionando el trabajo informativo y de opinión a lo largo del tiempo, hasta conseguir la posibilidad de un periodismo más libre e independiente:
“Ha sido muy difícil, desde luego. Nuestra historia suele ser regida por las administraciones presidenciales y durante los años del PRI vivimos la era del gran control, de la promoción de figuras muy específicas, del uso del recurso económico bajo la mesa para manejar a los periodistas activos (los que están en el trabajo inmediato) y de la gran relación de poder y contubernio con empresas que tienen medios de comunicación pero, también, con otro tipo de empresas que son las que les reportan a esos conglomerados las grandes ganancias”.
FAVORES MUTUOS
¿Cómo opera este control de los medios a través de la publicidad oficial?, insiste Hernán Gómez.
“No hay convenio de publicidad ni jefe de prensa que llegue a firmar esos convenios si no se acuerda antes –sin firma, obviamente– el trato que se le va a dar a determinado personaje: que sea favorable, amable, que se eviten las aristas difíciles de la figura y se promuevan ciertos aspectos positivos.
“Más allá de la leyenda y de las historias truculentas, los jefes de prensa o coordinadores de comunicación social en lo general han servido para el enlace con los grandes niveles directivos de los medios de comunicación y con el resto de la tropa: jefes de redacción, jefes de información, directores, subdirectores.
“Hubo casos en los cuales hasta los redactores y correctores que veían un señalamiento adverso a un político que era ‘amigo’, en sentido económico, le advertían: ‘Oye, viene un golpe contra ti’.
“A veces, una misma columna la podías ver con un elogio a un político al principio y un golpe al final, porque intervenían diferentes manos, es decir, diferentes cajas registradoras”.
Pero, en lo esencial, los jefes de prensa de la Presidencia de la República ‘operaban’, con ejemplos muy concretos como el de un personaje tan conocido como Francisco Galindo Ochoa, quien tenía una mesa reservada en uno de los grandes restaurantes de la Ciudad de México y desde ahí manejaba todo.
“En un ambiente de mucho entendimiento entre la prensa y el poder, los políticos y los periodistas eran amigos, había cercanía, se hacían favores mutuos. De tal manera que la élite del periodismo se sentía siempre bien atendida por la élite del poder que, a su vez, pedía que hubiera el mismo trato positivo.
“Había jefes de prensa que, incluso, decían: ‘Pues mira, a los demás golpéalos si quieres –al subsecretario, al oficial mayor, al director de área– pero al jefe hay que cuidarlo’. Y lo cuidaban, lo protegían, en entendimientos políticos permanentes”, resume Julio Astillero.
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