EL NUEVO PODER JUDICIAL

El martes de la semana pasada se cerró un ciclo en el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Colima. Vencido el último periodo para el que había sido electo Bernardo Salazar Santana, el pleno del mismo decidió retirarle su confianza a dicho funcionario (que no es, como debiera, sinónimo de servidor público) y nombrar en su lugar a Juan Carlos Montes y Montes.

Montes debería ser objeto de felicitaciones por su nueva posición, sin embargo, aunque el juntador de estas letras no tiene ninguna duda en felicitar a todos los colimenses por el cambio de era en el Tribunal, quizás esas felicitaciones no sean tan fácilmente extensibles al magistrado Montes porque… ¡se sacó el tigre de la rifa!

Recibe un Tribunal lleno de problemas: hay retrasos en muchísimos asuntos; más de un magistrado, juez o funcionario judicial carece de idoneidad para ejercer las funciones que tiene encomendadas; administrativamente, la judicatura se encuentra de cabeza; el prestigio de ese poder se encuentra por los suelos. Y ya mejor no continúo tratando de enumerar las debilidades del Tribunal porque es un escenario de terror. Montes tiene que actuar, y rápido, para encarar toda esa compleja problemática.

Con un problema tan grave, el propio prestigio personal de Montes será cuestionado y hasta cuestionarán su permanencia al frente del Poder Judicial pues tendrá que pasar por encima de muchos intereses. En suma, lo felicito porque confío en su capacidad. El reto es una oportunidad hasta para su continuidad, según se enfrente.

BERNARDO Y SUS TIBURONES

¿Se acuerdan de Amor sin barreras (West Side Story)? Leonard Bernstein y Stephen Sondheim tomaron el drama de Shakespeare, Romeo y Julieta, lo ubicaron en Nueva York y lo actualizaron a la mitad del siglo XX. Allí aparece Bernardo (apodado Nardo), hermano de María (la nueva Julieta) quien es el jefe de la banda de los Sharks, Tiburones. Esta banda pelea su territorio contra la banda de los Jets, cuya guía moral y antiguo jefe, Tony es el nuevo Romeo. Extraordinaria obra musical y película de la que existe también una versión operística cuya grabación fue estelarizada por el propio Bernstein como director y protagonizada por el catalán José Carreras y la maorí Kiri te Kanawa, respectivamente como Tony y María. Muy recomendables. De allí obtenemos ese nombre (que se antoja muy realista), de Bernardo y sus Tiburones.

Seguramente la judicatura atraviesa por su peor crisis técnica, política y de credibilidad. El paso de Bernardo y sus Tiburones crearon esa duda. Montes debe realizar con urgencia una auditoría contable y técnica y remodelar ese poder, y debe hacerlo con urgencia. De los resultados que se obtengan se obtendrán las pautas para actuar y fincar responsabilidades a quien o quienes corresponda. En esta misma página, la columna EL REMATE nos ha descrito escenarios de miedo. Montes como abogado y juzgador sabe muy bien que, si no actúa, terminará siendo cómplice de Bernardo y sus Tiburones. Menudo reto, pero de otro modo no se puede pasar página.

Todos los días nos lamentamos de la destrucción y saqueo de los neoliberales tanto en el Ejecutivo federal como en el estatal. El judicial colimense se suma a esa larga lista. El panorama es desolador. Durante las semanas anteriores nos llegó una enorme cantidad de información, desde adentro de la propia judicatura como de diferentes litigantes y usuarios (víctimas) del mismo. La tarea no es menor ni resultará fácil. Y mientras se realiza, hay que poner al día los asuntos retrasados.

CON LA MIRA AL FUTURO

Si lo anterior no resulta suficiente, debe plantearse y de manera urgente, la reorganización del poder con miras al presente y al futuro, que ya está aquí. El presidente López Obrador nos ha enseñado que debe terminarse con la obesidad del sector público. La excepcionalidad de las circunstancias actuales, dan pie para profundizar en esos asuntos y concluir en la conveniencia de que el Supremo Tribunal de Justicia del Estado sea reformado. Tenemos demasiados magistrados, quizá porque los que resultan capaces realizan su labor y, también, deben revisar o hacer el trabajo de otros, es decir, de aquellos sus pares que carecen de conocimientos y calidad moral para enfrentar su labor cotidiana. Cinco o cuando mucho siete magistrados serían suficientes para enfrentar la carga de trabajo. Recordemos que Colima es la entidad menos populosa del país. En Colima tenemos un magistrado por cada 73,139 habitantes, mientras que en Nuevo León hay uno por cada 361,528 moradores y en Sonora existen 420,691 sonorenses por cada magistrado. ¿Hace falta saber más para entender que el Supremo Tribunal padece obesidad?

La Ley Orgánica del Poder Judicial requiere una revisión a fondo: deben eliminarse ambigüedades e imprecisiones; hay que crear un Consejo de la Judicatura; debe reglamentarse la sustitución del presidente; habría que crear un mecanismo de seguimiento a la labor de jueces y otros funcionarios; debe transparentarse el funcionamiento del poder; habrá que modernizar la administración; tendrá que informarse a la población de lo que sucede al interior de esa caja negra. Y mucho más. El reto puede resumirse en una frase: hay que saber colocarse a la vanguardia.

Hay mucho más que comentar y lo haremos. También daremos seguimiento a estos y otros asuntos relacionados. El judicial es, en cierta forma, el poder desconocido del estado. Quizás así lo han determinado para facilitar el mercado de decisiones, resoluciones, notificaciones, plazos y demás recursos. Ese olvido facilita también la administración malintencionada de los recursos. Hay que ventilar mucho de lo que allí sucede.

Es todo, nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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