Diversos sectores sociales salieron a marchar no solamente para exigir paz y justicia en Colima, sino solicitar que el gobernador, José Ignacio Peralta Sánchez, y el Secretario General de Gobierno, Arnoldo Ochoa, presentaran su renuncia. Fueron al menos 300 ciudadanos los que, en representación de muchos más, demostraron que el hartazgo es generalizado, más cuando se trata de la infelicidad e inseguridad en la que se terminó hundiendo nuestro estado desde que arrancó la presente administración.
Cada uno de los que marcharon ayer domingo por la tarde representan una tragedia que no solo termina en ellos, sino que afecta a una familia, a un núcleo social, tan exponencial como el apoyo que recibieron a través de redes sociales. Bien lo dijeron a través de mensajes privados: “muchos no estuvimos ahí, pero los apoyamos”.
Motivaciones para exigir algo inusitado como pudiera ser la renuncia de un Ejecutivo estatal, sobran: cientos de desaparecidos, la desaparición y muerte de una diputada local, miles de víctimas de homicidios, decenas de feminicidios y la muerte injusta e inexplicable de siete agentes de la policía estatal.
Cada participante de ayer domingo carga una pena que antes no se sentía en Colima. A poca distancia del cruce entre Madero y Calzada Galván, una familia esperó al contingente para exigir que regrese una jovencita desaparecida desde hace algún tiempo. Una señora que formaba parte del contingente era la representación oficial, pero la familia completa, aguardados frente a la casa y el negocio familiar, entre lágrimas, sudor y cánticos revelaban una de tantas tragedias que viven las y los colimenses.
En especial estas familias afectadas por las desapariciones forzadas son las que le dieron legitimidad a esta marcha, que no obstante, se intentó descalificar. Con el clamor social, quedó evidenciado también que hay una gran cantidad de sectores que se vieron imposibilitados de acudir, ya sea por sus condiciones laborales o las de sus familiares más cercanos, aunado al temor de que se gestaran episodios de violencia.
Aunque sin duda, las trágicas representaciones de los colimenses que salieron a exigir justicia, despedazaron otro tipo de protestas; de los que ni se dan por enterados de los gobiernos fallidos en las entidades, y se desgarran las vestiduras a bordo de sus autos de lujo por el final de las condonaciones fiscales, producto de la Cuarta Transformación.