EL SISTEMA POLÍTICO MEXICANO

Para entender como periodista el sistema político mexicano, al columnista Carlos Ramírez le han servido mucho los tres años que lleva dando clases en la licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Morelos. En Cuernavaca imparte precisamente una clase sobre el sistema político mexicano, cuyo estudio lo llevó a revisar la teoría en esa materia.

Así lo explicó el autor de Itinerario Político a los estudiantes de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima, con quienes charló el miércoles 8 de mayo en el marco de la II Semana del Periodismo que organizó Gobierno del Estado.

En una conferencia titulada  ‘La prensa ante la Cuarta Transformación, redefiniendo el nuevo paradigma’, Ramírez evocó el modelo de sistema político que como propuesta teórica y metodológica hizo en 1953 David Easton, un académico canadiense que hizo carrera en universidades de Estados Unidos.

Easton dice que “un sistema político es el espacio donde ocurren interacciones entre los agentes políticos, y al interior del cual se distribuyen autoritariamente bienes y beneficios”. En otras palabras, es “una caja negra” en cuyo seno hay una autoridad máxima que decide qué le toca a cada quién, y nadie replica.

En el viejo régimen, contextualiza Carlos Ramírez, el Presidente de la República usaba al PRI como partido-sistema, lo mismo que a sus sectores corporativos y demás sectores sociales aliados. En ese sentido, era el jefe de Estado quien decidía la distribución del pastel.

“El Presidente dejó de ser funcional cuando los problemas ya no resolvían dentro de la caja negra, sino que se salieron del sistema”. Eso llevó al Ejecutivo, sobre todo a los presidentes neoliberales, a decir: “háganse bolas, esto a mí ya no me interesa”.

Según Ramírez, el sistema político priista estaba conformado por seis pilares: el Presidente de la República, el PRI, el Estado de bienestar, los sectores invisibles, la cultura política y el pensamiento histórico de la Constitución.

LOS SECTORES INVISIBLES

Sectores invisibles eran todos aquellos que no pertenecían al PRI, pero que participaban de los acuerdos del Partido, a saber:

– La Iglesia Católica que tenía un entendimiento con el sistema, que por cierto rompió Carlos Salinas;

– Estados Unidos, que nunca comprendió al sistema pero le resultaba más fácil dejar que el PRI lo manejara y le rindiera cuentas (el entendimiento con Washington se daba vía la embajada norteamericana);

– Los movimientos políticos de fuera, pero que eran administrados y financiados por el propio Gobierno;

– Los intelectuales que, aun haciendo juicios muy severos, estaban en el entendimiento de que podían criticar, incluso de manera muy radical como lo hizo José Revueltas quien trabajaba en la oficina de prensa de Bellas Artes (Revueltas, que hizo por cierto una propuesta que no tomaron en cuenta para el movimiento estudiantil del 68, la autogestión universitaria, cuando estalla el conflicto el 22 de julio y viene la represión trabajaba en el comité olímpico mexicano haciendo reportajes culturales que luego se entregaban a los corresponsales extranjeros; la verdad es que para los militantes comunistas, fuera del Estado no había otro lugar dónde trabajar);

– Los empresarios, que no eran del PRI pero de alguna manera participaban de sus actividades;

– La oposición que, como dijo Soledad Loaeza del PAN, durante mucho tiempo fue “oposición leal dentro del sistema” (Acción Nacional no apostaba a la alternancia en la Presidencia, se conformaba con diputaciones y senadurías; cuando peleaban alguna gubernatura, no se las daban, si la ganaban les hacían fraude y a lo que seguía);

– Los indígenas, “a quienes les daban sus programitas y ahí estaban”;

– Los poderes fácticos, que iban desde grupos radicales hasta el crimen organizado (de hecho, la narco-delincuencia nace de la estructura del Estado: “supimos del cochinero en seguridad del que habla el presidente López Obrador, entre mayo de 1984 y febrero de 1985 cuando se descubre que los primeros cárteles de la mariguana, los de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, estaban protegidos por el director federal de Seguridad, un subordinado de Manuel Bartlett, secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid); y,

– Los medios de comunicación, que “teníamos lealtades con el sistema”.

Respecto a los medios de comunicación, Carlos Ramírez dice que los periodistas “podíamos ser tan críticos como lo fue Excélsior entre 1970 y 1976, aun cuando el diario recibía publicidad gubernamental, sus reporteros iban a todos los eventos oficiales y su director reconocía la autoridad del presidente”.

Excélsior no era un periódico de ruptura sino parte del sistema. “Como aliados, como sectores invisibles, ayudábamos a definir lo que era la fuerza y la autoridad del Estado y del Presidente de la República”. Por su parte, el mandatario, como la cabeza del sistema, administraba la distribución del poder dentro de esa caja negra.

PRENSA FIFÍ Y PRENSA CHAIRA

Contra el título de su conferencia, y es algo a propósito explica Carlos Ramírez, no hay un nuevo paradigma político llamado la Cuarta Transformación.

“A veces nuestros nuevos políticos, sobre todo aquellos con una cultura política muy limitada, usan algunas palabras porque suenan bonito. Sin embargo, lo que produce un cambio de paradigma es una revolución científica. De acuerdo a Thomas Kuhn, cuando se agota en su totalidad un modelo que explica la realidad, viene uno nuevo.

“En México no tenemos un modelo político distinto ahora con la 4T. Tenemos el mismo, con un presidente de la república que decide a quién elogiar y a quien criticar, a quién darle o publicidad o a quién negársela, a quién regañar y a quién no”. Un nuevo paradigma en el caso de la publicidad oficial hubiera sido que ya no se entregara discrecionalmente la pauta publicitaria.

“Sí, ya se definió el volumen de la bolsa presupuestal que será menor a la del año pasado, pero la van a entregar ellos mismos en función de no se sabe qué”. Si de veras hubiera un nuevo paradigma, esa bolsa se hubiera pasado a un instituto independiente para que se convirtiera en solicitud de licitación, sostiene Ramírez.

De este modo, “si yo tengo un periódico que circula diez ejemplares, por licitación tengo derecho a un cuarto de plana al mes, pero no tengo que pedírselo al Presidente ni al secretario de Gobernación, ni debo tratar de verle la cara al nuevo vocero, Jesús Ramírez, que no socializa con los medios”.

Lo que plantea López Obrador, desde la perspectiva de Carlos Ramírez, “es una ruptura de dependencia, es no proteger a los medios pero también que los medios no deben criticarlo. Y por eso los ataques contra Reforma al que llama periódico conservador y fifí”.

Si hacemos un análisis racional de la política editorial de Reforma, concluye Ramírez, en efecto, “es cierto, es un periódico conservador pero tiene todo el derecho a serlo, ya que el ser fifí no te excluye de participar en el debate público. De lo contrario, veremos entonces a un presidente absolutista y a puros cortesanos”.

Reforma no oculta su filiación conservadora, pero ¿qué ocurre con el aliado progresista o de izquierda, La Jornada, que también ha tundido al presidente y muy duro?, pregunta el columnista.

“La Jornada tiene colaboradores que le han dicho a López Obrador que alguna de sus propuestas son una locura. Hasta llaman conservadora a la contrarreforma educativa. Hubo dos rayuelas en los últimos dos meses, ¡durísimas! Una puso de cabeza a Palacio Nacional porque la Rayuela preguntó: ¿quién es el Rasputín que está tomando las decisiones en Palacio?

Incluso a Carlos Ramírez le parecería una provocación mentar la existencia de un personaje como ese monje que se le metió en el ánimo a la zarina Alejandra, y motivó a que Nicolás II cometiera tantos errores que fue derrocado por Lenin y sus bolcheviques:

“El mensaje del diario es que no hay una alianza de López Obrador con La Jornada. Y la pregunta es si al final no van a acusar al diario de ser radical de izquierda, si no lo van a dejar fuera de la discusión. Indudablemente, la derecha de Reforma y la izquierda de La Jornada deberían estar dentro”.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna también se puede leer en: www.carvajalberber.com y sus redes sociales.

 

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