El futbol en Argentina es la base de la cultura popular. Por lo que un enfrentamiento entre los grandes rivales del balompié argentino dentro del máximo torneo continental, la Copa Libertadores, representa un hito mundial, un encuentro esperado siempre por los aficionados de su país y del mundo.
Hay una nueva dimensión del futbol argentino. Boca Juniors vuelve a la oportunidad de reinar el continente, amparado en su historia, en la grandeza que ha tenido en diversas épocas, pero a la que se aproxima acompañado de futbolistas veteranos con historia individual, y estrellas que pese a no ser tan jóvenes van subiendo de categoría poco a poco, como el caso de Darío Benedetto o Carlos Izquierdoz. Pero desde el banquillo un heredero de las más grandes épocas, aquellas cuando le ganaban incluso al Real Madrid, como “El Mellizo” Guillermo Barros Schelotto.
River Plate, también dirigido por una estrella de época, como Marcelo Gallardo, probó el triunfo de manera más reciente. Su plantilla tiene la misma tónica. El futbol argentino se ha convertido en uno que ha cambiado su paradigma. Después de que los triunfos en la Libertadores se cargaran casi siempre al futbol brasileño, había una urgencia para que los grandes levantaran la cara. River lo hizo en 2015, y San Lorenzo de Almagro lo había hecho un año antes, pero el hecho de que los dos más populares de uno de los países que más intensamente viven este deporte, pudiera convertirse en el revitalizante de una nueva época de logros albicelestes en el máximo torneo continental.
Ser de River o de Boca, en Argentina y el mundo, representan polos opuestos. Sin embargo, para el futbol argentino, la final entre sus dos clubes más populares es una reimpulso histórico. Tras el escándalo de “Futbol para Todos”, un proyecto que exhibió muchas de las deficiencias del balompié argentino, esta final es un resurgimiento inesperado y que debe ser aprovechado. Mientras el mundo del futbol disfruta de este regalo a dos partidos.