Mario Anguiano es recordado, a unos años de haber dejado el poder, no por sus grandes obras para el beneficio de los colimenses o por sus grandes contribuciones al desarrollo y bienestar de Colima o, sobre todo, por sus acciones para sostenernos como la entidad más segura del País, sino como un redomado sinvergüenza. Algún amigo comalteco concluía que no fue un gobernador mediocre, sino de plano, ocre. No es ésta la primera oportunidad en la cual lloriquea, pues en otras, hasta ha llorado, como tratando de mostrarnos dotes histriónicas de las que carece. Hace un esfuerzo por parecerse a los seudo actores de las telenovelas de Televisa que seguramente consume todos los días.
Trata de motivar nuestra conmiseración y no lo logra porque en otros momentos no se solidarizó con los colimenses y se dedicó a gastar sin ton ni son, a enriquecerse y a endeudarnos. Se nos quiso mostrar como un ejemplo de capilaridad social: El humilde ordeñador que había logrado superarse hasta convertirse en gobernador. Pero desclasado, mostró ser uno más de los tan despreciables lumpen proletarios que accedían al poder. También, un día, hubo un presidente de la República que había sido bolero y voceador ¿Se acuerdan de él? Y como ése, brilló por su ausencia de compromiso social.
Ese ordeñador que ahora nos presume sus caballitos caros (no son de él, se los prestan, según argumenta), sin embargo, ha sido un ejemplo de consistencia. Dado su origen humilde, tuvo que trabajar desde pequeño y conoció el oficio de ordeñador. Aprendió que, si jalaba adecuadamente la ubre, con técnica, podía obtener leche y entendió también los límites de la leche que podía extraer de cada animal, pues debía dejar algo para los becerros, propiciando que crecieran sanos y fuertes y pudiera incrementarse el hato. Con el erario, procedió de la misma forma. Ordeñador de vacas primero, ordeñador del presupuesto, después. Y claro, había heredado la gubernatura de un antiguo cortador de limón, otro desclasado que también había sido congruente, pues, después de cortar los frutos del limonero, cortó los frutos de la hacienda pública.
Nada ha hecho más daño a México, que la corrupción, como lo ha dicho muchas veces Andrés Manuel. Nada ha hecho tanto daño a Colima, que la corrupción. Aunque Mario se desgarre las vestiduras y sea valientemente defendido por algunos de sus protegidos como el diputado Farías, debe pagar y seguramente, debería pagar más que la cantidad con la que fue sancionado. Y eso, no por ocre sino por rata. Mario dejó de ser el humilde que comía caldo de res cuando era día de fiesta para comer chuletones y solomillos todos los días; pero esos días acabaron. Ya no maneja presupuesto y ahora deberá comprarlos con lo que acumuló y no devolverá; pero la sanción que le fue impuesta, debe pagarla.
Pero, claro, la sanción impuesta a Mario, resulta injusta. Él hizo lo que tuvo a su alcance para asegurar su futuro y el de su descendencia, pero no fue el único. Muchos de sus colaboradores hicieron lo propio y a ninguno otro se le han pedido cuentas. A otros de sus amigos, como el diputado Farías, también se les debiera castigar. Este diputado, supuestamente cuatroteísta, no es bueno para acompañar a sus, en teoría, compañeros, pero sí resulta bueno para defender a su protector. No le importa la crítica de sus electores ni la de los colimenses en general. Él cumple con las órdenes que recibe y trata de ser tan eficiente como sus propias capacidades se lo permiten. Si pudiera, seguramente, lo exoneraría. No se ha dado cuenta que México y Colima viven los tiempos de la 4T.
Muchos usos podrán darse a los fondos que Mario devuelva. Independientemente de que se cree el Instituto para Devolver a los Colimenses lo robado, existe más de una obra de infraestructura urgente y más de un programa social que puede llevarse a cabo con una cantidad de 515 millones de pesos. Mucho dolor causó que, en su momento, no se aplicara correctamente el presupuesto y que éste no se diseñara para servir al pueblo; pero aún ahora, en algo puede paliar el dolor causado. Y claro, además se comprobará que el que ríe al último, ríe mejor.
Por otro lado, ayer recibimos otra noticia grata. Emilio Lozoya fue detenido en Málaga. Otro redomado sinvergüenza acabó ayer su fiesta particular. Ya está tras las rejas porque el juzgador español no le concedió la gracia de que se mantuviera fuera de la prisión durante el proceso de extradición y de seguro, pronto estará tras las rejas de alguna cárcel mexicana. El juntador de estas letras cree que no se ha valorado totalmente el significado de esta detención, pues de las investigaciones realizadas y del testimonio del detenido pueden derivar muchas otras de otros tantos afamados políticos. Poco a poco, los que cometieron les excesos, comienzan a enfrentar la resaca que irremisiblemente sigue a la borrachera.
México en general y Colima en lo particular, se van limpiando. Conocemos mejor los nombres de los sinvergüenzas y sus malas prácticas. Estas historias no se olvidarán para evitar con ello que estas historias se repitan. No es venganza ni hacer leña del árbol caído, sino simplemente, luchar por una causa justa y alegrarse porque la justicia llegue (es decir, que no se prolongue la injusticia). Estos y otros actores del pasado actuaron bajo el supuesto de que había impunidad, no creyeron que las cosas podrían cambiar y ahora deben pagar por lo que hicieron. Cuando se llevaron el dinero, nuestro dinero, poco les importó el perjuicio que causaron y ahora, a nosotros no debe preocuparnos el perjuicio que se causaron, sino en vez, alegrarnos porque no lo lograron o al menos no lo lograron del todo. Y sí, es injusto que sólo sancionen a Mario, pues la lista debiera ser muy larga, pero ya comenzamos.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.