La gran noticia de los últimos días en Colima es que el gobierno del Estado se ha declarado insolvente y no ha cubierto su compromiso de pagar sueldos y pensiones tanto a sus trabajadores como a sus pensionistas. Se trata de una situación inédita, aunque hace setenta años encuentra un antecedente de retrasos importantes. Siendo gobernador otro irresponsable irredente, Jesús González Lugo, hubo algunos retrasos para inducir a que los empleados públicos en la desesperación, acudieran a una señora que recorría las oficinas públicas, apodada La Pastilla, comadre del gobernador, por lo que sé, a quien vendían su quincena por una fracción de su importe y las utilidades, según se decía, eran compartidas entre este personaje y el Gobernador.
Ahora resulta que Peralta, el gran depredador del presupuesto estatal, decide que ya no puede pagar, y lo hace, con la misma facilidad con la que decide usar hoy su camisa blanca con leves rayitas azules. Poco importa que quienes dependen de la nómina estatal puedan o no comer, o hacer frente a sus diversos compromisos. Por supuesto, creo que la medida no importe mucho a los integrantes del gabinete porque para ellos, el sueldo es lo menos importante, les importan otros ingresos, no esos. Obviamente los más afectados son los empleados de los niveles más bajos de la nómina. Y es con ellos con quienes deberíamos solidarizarnos.
Calcular el presupuesto (y la Ley de Ingresos) son ejercicios muy repetidos y muy dominados. Hay burocracia especializada en eso. Parten de la determinación de los criterios de política económica, como el crecimiento económico, tipo de cambio, inflación o precios internacionales del petróleo, entre otros. Con base en ellos se calcula el total de ingresos que se presupone se obtendrán, mientras por otro lado se presuponen los gastos, sueldos, prestaciones, mantenimiento, obra pública, transferencias sociales, y muchos renglones más y luego, se enfrentan ambos totales. Para igualarlos hay varios caminos, se puede proponer incrementar los impuestos, derechos, productos o aprovechamientos, o bien, bajar el gasto. Otra posibilidad es cubrir el excedente de gasto mediante la adquisición de nueva deuda. Por las presuposiciones citadas, el resultado se llama presupuesto.
Pero estos ejercicios deben ser serios y por supuesto, su ejercicio debe ser responsable. Al dar seguimiento, lo cual debe ser obligatorio, hace posible predecir con oportunidad si puede haber excedentes o faltantes y en su caso, permite realizar los ajustes correspondientes. Por supuesto, siempre existirán gastos prioritarios como los renglones de servicios personales, y no podría ser de otro modo. Y por supuesto no se requieren doctorados en finanzas públicas, cursados en universidades inglesas, para saberlo. Como medio millón de colimenses lo sabemos, aunque sea por intuición, porque de esa manera se suelen llevar las finanzas familiares y personales. Y todos sabemos también que nadie puede ni debe gastar más de lo que tiene. Como diría Holmes, elemental, mi querido Watson.
Entonces, ¿Qué sucedió a Peralta y sus muchachitos estrella? ¿Qué hicieron los niños héroes? Podemos suponer lo que se nos ocurra, y seguramente, si pensamos mal, acertaremos. Es hora para que actúen los señores diputados y que, más de uno de ellos, se trague palabras dichas cuando le autorizaron irresponsablemente a endeudarnos durante los últimos meses. Peralta ha actuado como un adolescente, por decir lo menos, pero muchos otros, también lo han actuado así, ya por acción o ya por omisión. Tanta prepotencia del sujeto este, sobre todo cuando se reunía con sus amiguetes dizque federalistas, para terminar en esta desgracia vergonzante. Así es como termina una más de las irresponsables y perniciosas aventuras neoliberales.
Fernando Moreno en su tiempo, provocó y presumió que provocaba la homologación de sueldos y prestaciones para servidores públicos estatales y municipales. El objetivo, quitar viabilidad a los municipios cuyos gobiernos estaban en manos de sus opositores. El resultado, los gastos en estos renglones se disparó y como boomerang, años después, se regresa al gobierno estatal y le estalla en la cara. Además, nunca se homologaron labores, horarios y otras cosas, estaba bien claro que el objetivo no era ese.
Ahora, tampoco podrán cobrar los aviadores, ni los trabajadores que nunca han dado golpe, ni los empleados prepotentes, que abundan, ni aquellos que han sido defensores a ultranza de Peralta y sus antecesores. Esto les quita simpatizantes a los movimientos de los trabajadores, pero se trata de problemas diferentes. Todos deben recibir lo que les corresponde, si no es legal, eso es otro asunto y debe atenderse, pero en las instancias correspondientes.
El Congreso debe ordenar auditorías urgentes y determinar lo conducente. Esto no puede ni debe esperar al nuevo gobierno. Y por supuesto, Peralta y sus estrellas deben irse ya, aunque les resten unas semanas a su período. El desastre debe corregirse y el nuevo poder ejecutivo debe recibir el gobierno con un aseo mínimo. Estamos en estado de emergencia. Y si esas auditorías encuentran responsabilidades, lo cual resulta sencillo suponer, deberán actuar con dureza. El castigo debe resultar ejemplar. Los tiempos cambiaron.
Resulta increíble que menos de una semana antes de que esta noticia se diera, las redes explotaban, exhibiendo a Peralta en Manzanillo, disfrutando el momento con cierto amigo, empleado y socio en diferentes negocios, vox populi dixit, y unas horas después esas mismas redes sociales volvieron a explotar, con la noticia del impago. Surrealismo puro y duro. ¿Quién podría haber adivinado que unos cuantos días antes del anuncio, el irresponsable gobernador, que ya conocía la realidad, se encontrara en el disfrute que refleja la dichosa foto divulgada.
Cuando muchos burócratas estaban ya realizando cálculos con respecto al tradicional bono de fin de sexenio de pronto cambian radicalmente las expectativas y ahora resulta que ya no quieren la harina, sino los costales.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.