Las descripciones de la elección distrital de delegados al congreso nacional de Morena oscilan entre la de quienes, como Mario Delgado, vieron una fiesta cívica y la de aquellos que, como John Ackerman, observaron una elección sucia.
Los críticos de la jornada sabatina dicen tener evidencias de cómo, obligados por sus jefes, los servidores de la nación comprometieron a los beneficiarios de los programas federales a votar a favor de ciertos candidatos. Trazan incluso la línea entre esa promoción del voto y los funcionarios de los tres órdenes de gobierno, representantes populares o dirigentes del partido que acabaron siendo parte de la lista de 10 delegados por distrito electoral federal.
¿Significa eso que la nomenclatura de Morena usó las estructuras del mismo partido para asegurar su ingreso al olimpo, ese congreso nacional donde se hará la nominación más importante del proceso electoral de 2024, la candidatura presidencial? ¿O lo que estamos viendo es, simplemente, consecuencia de una gestión de gobierno?
Para los jefes políticos en los estados donde ya gobierna Morena o para los liderazgos del movimiento en aquellas entidades donde no lo hace, es obligado tener representación en ese congreso y poder acompañar a Andrés Manuel López Obrador en la decisión respecto a quién será su sucesora o sucesor.
NUEVAS REGLAS
Hay quienes se empeñan en ver la vida partidista de Morena como una continuidad del modelo político del PRI, y por eso no avanzan mucho en su lectura de la jornada electoral sabatina.
Ciertamente, las lógicas de Morena comparten algunos elementos –como la figura del jefe máximo– con las del partido de la Revolución. Sin embargo, sobre las lógicas de cualquier partido gobernante en el mundo el Movimiento de Regeneración Nacional está desarrollando sus propias reglas.
En el juego preelectoral de Morena ya no hay tapado (figura que desapareció en la coyuntura del año 2000), pero sí algo parecido al viejo dedazo. AMLO no designará a la o al candidato de Morena como el acto supremo de un poder unipersonal, pero sí busca asegurarse que la siguiente mandataria o mandatario continúe la Cuarta Transformación.
El destape era un sacrificio ritual donde los mandatarios priistas elegían a quien sería su verdugo. Pero, como iniciador de un nuevo régimen, López Obrador está obligado a encontrar no sólo a alguien que consolide la 4T sin desviaciones a la derecha, sino que también ofrezca garantías de no prestarse al lawfare, guerra legal o jurídica con la que las élites de este país querrán vengarse de quien osó atentar contra sus privilegios.
En el PRI, el dedazo se legitimaba mediante la cargada. Pero en la Morena de López Obrador, la unción de la o el candidato se hará en el marco de una gran alianza política, institucionalizada en el partido que Andrés Manuel fundó y donde los morenistas originales tienden a ser minoría.
DE CHILE Y DE DULCE
Los fundadores de Morena como movimiento y luego como partido, están siendo superados en número por los cuadros que terminaron de migrar desde ese PRD que postuló a AMLO a la presidencia en 2006 y 2012; por los expanistas y expriistas que no necesariamente pasaron por el Sol Azteca en su tránsito a la izquierda; y por las huestes del PT, el Verde u otras siglas menos conocidas (como Fuerza por México) que, este sábado pasado, se afiliaron masivamente al acrónimo que será la fuerza electoral arrasadora por lo menos en 2024.
Vaciar de militantes a esas organizaciones acelerará la extinción de institutos políticos que se concibieron como satélites (el término correcto es ‘rémoras’) del partido en el poder. Igual, ya no tienen futuro. La institucionalización de la 4T pasa por construir un nuevo partido hegemónico que, para enojo de los morenistas puros, no será nutrido con ciudadanos sin pasado militante sino por políticos profesionales en busca de supervivencia.
En adelante veremos surgir una nueva clase política morenista formada incluso por actores que, no hace mucho en sus redes sociales, decían que López Obrador estaba demente, que era un dictador en potencia que pensaba reelegirse sucesivamente o un estadista irresponsable que nos llevaría al colapso económico y a la invasión norteamericana.
PARTIDO HEGEMÓNICO
La elección interna fue diseñada para que una parte del padrón de beneficiarios de los programas sociales se afiliara al partido de López Obrador. En este país donde hay más guadalupanos que católicos, hay también más lopezobradoristas que seguidores de Morena. Y se necesita fortalecer al partido para que la 4T perdure más allá del momento en que Andrés Manuel deje el poder.
Sin embargo, como la estrategia sirvió también para posicionar a ciertos cuadros, por ejemplo, del gobierno estatal o de los municipales, y para reducir la representación de otras corrientes internas de Morena, muchos de quienes están fuera del aparato del poder acusan a los servidores públicos de coaccionar el voto.
Aunque estaba permitido facilitar el transporte de amigos y familiares, lo que se traduce en acercar a los que cupieran en un vehículo particular, el sábado hubo movilización en camiones y autobuses. Eso llevó a algunos a denunciar acarreo.
Estaba considerado que un movilizador tuviera con sus invitados ciertas atenciones, pero se vio a muchos pagar el almuerzo o, simplemente, darles dinero para viáticos. De ahí, a la sospecha que hubo compra de votos hay sólo un paso.
En el primer distrito electoral federal, el aspirante que más votos obtuvo fue Álvaro Lozano, nieto de don Elías Lozano Merino, quien vivió sus últimos años en una finca campestre cerca de San Antonio. Muchos de los morenistas de la cabecera de Comala no lo conocían, pero recibió más de mil 600 votos, superando de hecho a Arnoldo Vizcaíno. ¿Le ayudó facilitar cinco camiones para el traslado de simpatizantes de las comunidades rurales de la zona alta del municipio a la mesa receptora? Como sea, aparecer en el primer lugar de la lista perfila a Álvaro como eventual candidato a la presidencia municipal.
NO SE ANULARÁ
En Colima no se vieron los delitos electorales de otros estados. Parece difícil que alguno de los dos distritos en que se divide la entidad sea anulado, tal y como ofreció el dirigente nacional de Morena que haría con aquellos casos donde las irregularidades hacen incierto el resultado. Sin embargo, vimos en Colima el ejercicio electoral de cantidad de personas que migraron de otros partidos y cuyos liderazgos tratan de hacerse si no del control de Morena, sí de una cuota de poder.
El riesgo que se sumen personas con otra ideología que, en lugar de adoptar los principios de Morena, llegan a imponer sus propios vicios y costumbres sin que eso sea sancionado, es que un partido que pretende ser de unidad acabe convertido en una organización de tribus (la dinámica que en su momento desarticuló al PRD), que un partido que pretende ser democrático termine siendo autoritario y vertical, o que un partido que pretende formar ciudadanos se degrade a una maquinaria clientelar.
Todos los partidos del mundo cambian cuando llegan al poder: se masifican, se burocratizan, privilegian la disciplina y concentran sus decisiones en la cúpula. En Morena ese proceso se está dando rápidamente. No obstante, muchos aún esperan que la promesa de una estructura horizontal, democrática y de participación voluntaria, se cumpla.
LES GANÓ EL TIEMPO
El presidente López Obrador decidió invitar a todos a ir a votar, lo cual implicaba la participación de morenos y no morenos. Pero una cosa es convidarlos y otra permitir que indeseables se apropien de la fiesta. Los liderazgos de otros partidos que operaron el sábado prestaron servicios invaluables a aspirantes a delegados sin la capacidad operativa suficiente.
En una lucha intestina entre los grupos morenistas por hacerse del control del partido, ¿las fuerzas ajenas actuaron como mercenarios? Al votar por personas que no conocían, tuvieron que anotar el nombre en un papelito para no equivocarse.
Si los votos manejados por quien operó esas adhesiones a ciegas fueron decisivos, es también porque muchos cuadros morenistas descuidaron el proselitismo. La ventaja natural era para los aspirantes que han tenido cargo en el gobierno, ya que en ese tiempo pudieron crear alianzas políticas con aquellos sectores sociales a los que atendieron en sus respectivas carteras. Sería injustificable que, como militante de Morena, el titular de un despacho siguiera teniendo el mismo poder de convocatoria electoral con el que llegó al cargo.
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