En las últimas semanas, de nuevo hemos visto el papel que han jugado los medios, los empresarios, los políticos y también los periodistas en la corrupción de la prensa, nos recuerda Jesús Escobar en su noticiero de La Octava Digital.
La difusión que hizo la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, de otro audio de Alejandro Moreno, puso sobre la mesa el tema de las entrevistas pagadas, ejemplificando la práctica con personajes como Joaquín López Dóriga. Y para platicar sobre esa cuestión, Escobar invitó a Rafael Barajas ‘El Fisgón’ (https://www.youtube.com/watch?v=f3HaVjQXbaw).
¿Te sorprende oír de entrevistas pagadas, de una agenda definida por el golpe blando como práctica, y de personajes del nivel de los involucrados en este último escándalo?, le pregunta Escobar al monero de La Jornada, codirector de la revista de humor El Chamuco y de su versión televisiva.
“Es la moneda corriente de las prácticas periodísticas mexicanas –responde El Fisgón–. Pero es la punta del iceberg: bajo el agua hay una serie de mecanismos para financiar a los grandes consorcios de medios masivos de comunicación.
“La corrupción en la prensa mexicana lleva mucho tiempo. Empezó hace muchísimos años con la aparición de los escritores a sueldo o gacetilleros, una práctica que se daba comúnmente en el siglo XIX. En los gobiernos de Santa Anna hubo gacetilleros muy famosos e, incluso, periodistas que vinieron de fuera y a quienes se les invitó a establecerse en el país. Ellos hicieron del periodismo un negocio personal.”
DÍAZ INVENTÓ EL CHAYOTE
La situación de los gacetilleros se complicó en las décadas siguientes, pero esa lógica mercantil regresó con bríos en el porfiriato. “Después de un periodo de prensa libre, muy agresiva y muy aguerrida, de facciones, en el primer cuatrienio de Díaz, luego en el gobierno de Manuel González y en el resto del porfiriato el gobierno se acostumbró a subsidiar a la prensa que le era afín”, explica Barajas.
“Había periódicos que no tenían muchos lectores ni mucha circulación y, sin embargo, esos medios sobrevivían porque el gobierno les daba un subsidio, el cual funcionaba de diversas maneras: a través de anuncios o, directamente, de dádivas.
“Esa práctica se retomará después con la prensa de la posrevolución. A lo largo del siglo XX se establece una costumbre curiosa: aunque el gran contratista era el Estado, solía ocurrir que los periodistas eran muy mal pagados y se fue creando la práctica de que los políticos le dieran a los reporteros que cubrían su fuente una suerte de compensación. Entonces, una parte del salario la pagaba el periódico y, otra parte, la pagaba la secretaría o el departamento al que estaba adscrito ese periodista.
“Esta es la práctica del chayote o chayo. Y había todo un léxico alrededor del embute: una serie de costumbres, pero sobre todo un discurso dentro del gremio. Aunque yo era caricaturista, me tocó ver trabajar a un jefe de reporteros famoso por decir: ‘Toma todo el dinero que no te corrompa’.”
Una versión distinta de esta conseja, no citada por El Fisgón, es: ‘Nunca pidas dinero, pero, si te ofrecen, acepta’.
¿CUÁNTO POR EL ORIGINAL?
“Era una práctica tan usual en los medios que, ya era sabido, si trabajabas en ciertas fuentes recibías fuertes cantidades de dinero, pero si trabajabas en otras, no tanto. A veces esto se hacía a través de la publicidad, como pago de comisiones. En fin, había cantidad de mecanismos para llevarlo a cabo.
“Por supuesto, eso dio pie a un periodismo que chantajeaba. Y había dichos entre periodistas sobre eso. Debo decir que a mí, como caricaturista, nunca me llegó nada. A los de mi generación ya ni nos ofrecieron”, dice El Fisgón, quien de ser el más joven de un grupo en donde había veteranos como Rius, Naranjo, Magú o Helioflores, se convirtió en el patriarca del grupo de moneros que integraron Rapé, Hernández, el finado Helguera, Patricio y Rocha, entre otros.
Un caricaturista ajeno a ese grupo, en visita a Colima le confió al columnista de Ojo de Mar que la manera que tenían los dibujantes de hacerse de ingresos era vendiendo los originales de sus cartones. Cuando un político aparecía en la caricatura de un periódico, mandaba pedir el cartón para su egoteca. Y eso tenía un precio.
SOBRE GRANDE, NOTA CHICA
“En el gremio también se decía: ‘sobre grande, nota chica; sobre chico, nota grande’”. Para los periodistas de la vieja guardia, diremos en un aparte, eso significaba que un sobre grande, es decir un sobre bolsa tamaño carta, contenía un boletín y ameritaba una nota chica; en cambio, un sobre chico del tamaño de los billetes, significaba un chayote y merecía una nota grande. Sin embargo, para El Fisgón el significado de la frase es otro:
“Como la lógica dentro del periodismo era la extorsión y el chantaje, si te daban mucho dinero es que había algo que esconder y, entonces, tenías que ser discreto; pero si te daban poco dinero, entonces podías explayarte y decir lo que quieras para que, en la próxima ocasión, te dieran un sobre más grande.
“Hubo, por supuesto, quien llevó estas prácticas a niveles verdaderamente exquisitos. Es el caso de Carlos Denegri, periodista estrella del Excélsior antes de Julio Scherer y sobre el cual Enrique Serna escribió una novela fantástica: El vendedor de silencio.”
TODO ES NEGOCIO
“En la era neoliberal, esta lógica periodística de extorsión y chantaje adquirió una dimensión totalmente nueva. Vimos cómo se empezó a tratar al periodismo, a la prensa, a la información, estrictamente como un negocio. La verdad dejó de ser importante, todo era negocio: se vendían las planas, se vendían las ocho columnas.
“Hubo, incluso, una serie de locutores y supuestos periodistas de televisión que empezaron a crear agencias de relaciones públicas. No se nos debe olvidar que, a principios de este sexenio, se hizo público cómo, en la presidencia de Peña Nieto, se habían gastado más de mil millones de pesos en un grupito de periodistas. Se dio a conocer el listado de periodistas y las cantidades que recibían.
“Esos pagos dieron pie a una clase de periodistas increíblemente ricos. Algunos de esos periodistas tenían más ingresos que los medios en los que trabajaban. Todo acorde a las lógicas neoliberales: si en el neoliberalismo todo es negocio, pues entonces todo se vale en el periodismo y todas las formas de negocio son válidas.
“En el audio que difundió la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, y que escuchamos todos, uno de los propietarios de RadioFórmula pone sobre la mesa del presidnete nacional del PRI, Alito Moreno, todo un menú de degustación. El ejecutivo del grupo le explica al cliente con cuáles conductores de los que tienen programas en las emisoras o la televisora de Fórmula, puede trabajar.
“Oímos cuando le pregunta cómo le fue con determinado periodista, y Alito se queja porque el entrevistador se puso muy difícil. Entonces, el directivo le ofrece que mejor le entregue a él las preguntas y, personalmente, se encargará de que el conductor problemático se apegue al cuestionario la próxima vez.
“Todo es parte de una negociación que tiene que ver con este tratamiento neoliberal de la prensa como un negocio. Es decir, buscar la verdad, actuar con ética, pasa a un segundo plano. No dejan de existir los principios, pero ciertamente pasan a un segundo plano.
“Sigue habiendo gente en todos estos medios que actúa por convicción. De hecho, los periodistas que mejor negocian sus espacios son los que logran decir, ante un acuerdo comercial: ‘Esto ya no lo puedo decir, sería demasiado’.”
CON DINERO, GANA EL PERRO
“Lo interesante del audio de Alito es que es relativamente reciente, tiene que ver con el proceso electoral de 2021, específicamente con la candidatura de Clara Luz Flores a la gubernatura de Nuevo León”, dice El Fisgón.
Escuchamos decir cosas increíbles. Por ejemplo, cuando el líder priista le pide al concesionario que le peguen a la abanderada de Morena, pero no mucho porque, si se les pasa la mano, los votos que le quiten a Clara Luz se van a ir al candidato de Movimiento Ciudadano. Y eso fue lo que pasó, ganó Samuel García.
Lo que conversan el dirigente de un partido con el ejecutivo que maneja el negocio de la publicidad política de una cadena radiofónica, es una negociación más como las que se dan entre los actores políticos y los grandes medios masivos de comunicación, las encuestadoras o las granjas de bots.
“En unas elecciones de este tipo, el dinero define quién gana. Esto es lo que ocurrió una y otra vez en la era neoliberal, todo estaba en venta. Especialmente los espacios noticiosos o informativos”, resume Rafael Barajas.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com