En la entrega de ayer revisábamos lo que escribió Juan Manuel Alegría, director de Reporte Mexcal, en un artículo que publicó el 26 de diciembre de 2017 en la Red Ética de la Fundación “Gabriel García Márquez” para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) acerca de “Los medios y la ética en México”.
Para el autor, desde los primeros años del México independiente, en el Porfiriato y ya durante los gobiernos de la Revolución, la relación prensa-poder ha estado determinada por acuerdos ilícitos entre periodistas y gobernantes, con el embute como figura central.
Hasta el presente “ha sido y es muy difícil zafarse en esa relación prensa-gobierno, los dueños y editores de medios saben que es una manera muy sencilla de obtener ganancias, amistades, favores…”
Esos acuerdos inmorales determinan incluso la narrativa periodística: “…es común observar que la mayoría de notas en los medios son declaraciones de funcionarios o de sus acciones. Ese compromiso con el poder incentiva la desinformación, excita el interés por el pseudoperiodismo que es el entretenimiento: la farándula, espectáculos, deportes, notas de charlatanes-adivinadores, escándalos sexuales y de todo tipo, hurga en la vida privada de famosos, promueve la banalización de la información”.
Como el sistema político mexicano, el consenso periodístico no nació de un día para otro. “Es durante las décadas de los 60 y 70 cuando el gobierno perfecciona la estructura con que el sistema controlaba a los medios”, comenta Alegría.
Y citando a Miguel Ángel Granados Chapa, señala que en esos años se determinó “cómo la mayor parte de los dueños y practicantes de éstos (los medios) lamían las manos que les daban de comer”.
Esos datos se conocen cuando se abren los documentos del Archivo General de la Nación. Al iniciar este siglo, aparecen “ya ordenados en libros como Las nóminas secretas de Gobernación (2005) y La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder (2007) de Jacinto Rodríguez Munguía”, cuyo prólogo escribió Granados Chapa.
En esos volúmenes “se documentan estrategias, ideologías, conversaciones, órdenes, cantidades de dinero y listas de periodistas de prensa, radio y televisión que cobraban por escribir lo que los dueños del poder político deseaban”.
Sin lugar para la ética
El artículo de Juan Manuel Alegría se enmarca en la dimensión ética del periodismo. Los vicios, sugiere el autor, nacen de un problema de actitud pero también responden a una condición estructural. Por eso, insiste, “no se debe dejar de lado que periodistas y medios pueden faltar a la ética bajo la presión de las amenazas del crimen organizado, culpable en muchos casos de asesinatos de periodistas y de bombazos y tiroteos a edificios de periódicos”.
Aunque Deontología es una materia que ya forma parte de los planes de estudio en la mayoría de las licenciaturas de Comunicación o Periodismo, las carreras técnicas y universitarias similares tuvieron por largo tiempo un déficit en cuanto a enseñanza de la ética.
“Por ejemplo, en la UNAM, el libro Manual de periodismo de Vicente Leñero y Carlos Marín, ha sido por décadas un libro de cabecera, pero esa obra no tiene un solo capítulo sobre ética periodística. Eso provoca una falta de conciencia ya que es común que los periodistas cambien de empleo cuando encuentran la oportunidad en los gobiernos en el área de ‘comunicación social’ y después de un tiempo regresen a un medio”.
Son otro factor de la corrupción las condiciones de un mercado publicitario y laboral en el que faltan anunciantes privados que compensen el poder económico del Estado, y donde los salarios son bajos en empleos regularmente carentes de prestaciones sociales.
“El periodista está mal pagado, cuando tiene la suerte de que así sea, porque es común que sea explotado como ‘becario’ (sin remuneración); es ‘normal’ que muchos articulistas o columnistas no perciban ni un peso del medio; también se publican textos de políticos sin que se informe a los lectores. Los nombres de los defensores de las audiencias son conocidos porque se pueden contar con los dedos de las manos; pocos medios tienen un código de ética o un manual de estilo. Los errores no se admiten y no hay disculpas a las audiencias. Es muy difícil hallar en ellos críticas de faltas de ética a otros medios. La lista es larga…”, remata Alegría.
Corrupción del lenguaje
El director de Reporte Mexcal es también articulista del diario Noticias y de la revista Etcétera, especializada en temas de medios.
Ahí, el 20 de marzo de 2018, Juan Manuel Alegría publicó “Políticos y periodistas ‘semianalfabetos’”, en donde desglosa otras prácticas irregulares en el periodismo que son equivalentes a corrupción por falta de profesionalismo.
Que un practicante empírico pretenda usurpar la profesión de arquitecto, médico o abogado, lo castiga la ley. Pero nadie reclama cuando un improvisado se hace pasar por periodista.
Comunicar es una posibilidad innata del ser humano y antes que hubiera gente que cobrara por generar contenidos o diseñar estrategias de difusión, hubo cronistas y oradores.
“Mucho antes de la época homérica, el ser humano se dio cuenta de la importancia de las palabras para convencer a otros. Es en la Grecia clásica donde el discurso, la retórica, alcanza el grado de técnica para persuadir. Por ello, los políticos de viejo cuño estudiaban oratoria; así como se expresan los actuales, parece que olvidaron ejercitarse con esa arma tan esencial que es el lenguaje”, afirma Alegría.
Pero de la misma manera en que tienen errores los políticos, “también los cometemos quienes escribimos en los medios, y quizá sea más importante observar este último punto porque, como afirma Joaquín Müller-Thyssen, director de la Fundéu BBVA: ‘Los periodistas no hablan peor ni mucho menos que el resto de la población, pero tienen mucha responsabilidad y se les debe exigir, dado que son una parte importante en el desarrollo de la lengua’”.
“Así, hay quien se apresura a usar neologismos sin sustento o extranjerismos, a crear verbos a partir de sustantivos o quien ignora normas gramaticales. Lo dice G. Martin Vivaldi en su famoso Curso de redacción: ‘El periodista no puede -no debe escribir de espaldas a la gramática’”.
Después de abundantes ejemplos de yerros verbales en políticos y periodistas, muchas veces los segundos equivocándose cuando intentan corregir a los primeros, Juan Manuel Alegría concluye:
“Es fundamental conocer las reglas de la lengua, porque, como señaló Lázaro Carreter, a mayor capacidad expresiva, mayor capacidad de comprensión de las cosas, o lo que afirmaba Rafael Seco: ‘El que consigue hacerse entender mejor, el que se expresa con mayor claridad y precisión, es dueño de recursos poderosos para abrirse camino en el trato con sus semejantes’”.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.