En un evento celebrado el domingo 8 de marzo en la Casa de la Cultura de Colima, el presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, dijo que “Nacho Peralta es un gobernador de las mujeres, que ganó con las mujeres y que sin duda alguna su compromiso está con las mujeres”.
Casi a la misma hora, unas cuadras más abajo sobre la misma Calzada Galván, frente a la Casa de Gobierno un contingente de feministas paseaban a un fantoche con la cara del mandatario estatal. Al gobernador de las mujeres lo fueron a quemar en efigie frente a Palacio de Gobierno.
A diferencia de los priistas que, en su conmemoración por el Día de la Mujer, proclamaron que “el Estado mexicano le ha fallado a las mujeres y defraudado a la sociedad”, las manifestantes entendieron perfectamente de lo que se trata:
Hay que responsabilizar a los poderes locales en Colima de los feminicidios y de los actos de violencia de género impunes. No al Estado mexicano ni al heteropatriarcado, sino a las autoridades políticas, ministeriales y judiciales en la entidad. Porque son delitos del fuero común.
Hasta los priistas se rieron del elogio de Alito a Nacho. Más de alguno sonrió con sorna al imaginar todo tipo de explicaciones para una frase que raya más en la jactancia viril que en un auténtico compromiso con las mujeres.
El epíteto era tan forzado que el PRI nacional no lo incluyó en su boletín (http://pri.org.mx/somosPRI/SaladePrensa/Nota.aspx?y=35458), mientras que en el comunicado del comité directivo estatal lo relegaron al quinto párrafo.
No es comparable un título como “el gobernador de los campesinos” o aquel famoso “gobernador educador” que “el gobernador de las mujeres”. En este último epíteto el albur está implícito.
GOBIERNO MISÓGINO
Aprovechando la coincidencia de fechas, la visita del ex gobernador de Campeche sirvió para presentar lo que no era sino una reunión ordinaria del consejo político estatal del PRI, como un evento nacional del Organismo Nacional de Mujeres Priistas.
La presidente del ONMPRI, Montserrat Arcos Velázquez –que de todas maneras hubiera venido a Colima en la comitiva de Moreno Cárdenas–, le dio al evento la lectura oposicionista que el dirigente nacional mantuvo dentro de los límites de la prudencia:
“No podemos permitir que gobiernos misóginos nos despojen de nuestros derechos; nunca, como hoy, se ha actuado en contra nuestra. Que el gobierno federal convierta la esperanza que tanto vendió, en acciones en beneficios para las mujeres”, exigió Arcos.
La derecha infiltrada en el movimiento feminista y algunas feministas de izquierda despistadas, habían acusado a López Obrador de no empatizar con la causa, de proclamarse humanista y no feminista. Pero Montserrat fue más lejos: llamó misógino al Presidente.
Poco le importó que Andrés Manuel tenga un gabinete paritario, en el que colaboran algunas de las feministas más destacadas del país, y a cuyo gobierno podría sucederlo la primera mujer presidente de la República.
PERSPECTIVA DE GÉNERO
La violencia de género es un problema multifactorial. En mucho ha contribuido al fenómeno la descomposición social, agravada por el modelo económico neoliberal que pauperizó a amplios sectores de la población.
También ha abonado al problema esa cultura patriarcal que está dando patadas de ahogado, ante los esfuerzos libertarios de las mujeres en el ámbito laboral, social y hasta familiar.
Además de atender a las causas de fondo, empezando por restituir el tejido social y la cultura de la paz, el Estado debe desarrollar mecanismos institucionales para hacer justicia a las mujeres violentadas.
Y puede comenzar educando con perspectiva de género a los futuros ciudadanos y, a corto plazo, capacitando a los funcionarios de las procuradurías, organismos asistenciales y tribunales, para que sean sensibles a las demandas de atención.
Que no se oiga más en una barandilla: ‘¿Y usted qué le hizo a su marido para que le pegara así?’ O, ‘¿qué tan corta era la falda o qué tan amplio era el escote que al tipo le nació violarte?’
El Estado mexicano tiene que cumplir a las mujeres las promesas consagradas en la Constitución. Pero, no se hagan tarugos, también el estado de Colima tiene que cumplir esa encomienda. Y sería bueno que antes que terminara su sexenio, José Ignacio Peralta demostrara que, en efecto, es el gobernador de la mujeres.
PEDERASTIA ESCOLAR
Dejó de funcionar a partir de esta semana la coartada de crear institutos de la mujer, mesas especializadas en la Fiscalía (que luego no tienen personal) o sostener una retórica feminista que no se traduce en hechos de gobierno. Todo eso era mero escapismo oficial.
Mantas con los nombres de profesores que acosan a las alumnas, colgadas afuera de los planteles de educación media superior y superior; denuncias en redes sociales de esos mismos educadores, y el plantón para exigir el cese de un maestro de educación física en la secundaria Corona Morfín, son manifestaciones del hartazgo al que llegaron las estudiantes.
Cada una de estas manifestaciones raya en la difamación y supone un juicio sumario para docentes que tendrían el derecho a una defensa legal. Sin embargo, si las denunciantes eligieron la vía corta de la infamia es porque sospechan que el proceso judicial es además de lento y tortuoso, machista.
Están apurando las cosas para que las autoridades educativas y sindicales no hagan lo que saben hacer tan bien: una defensa oficiosa del señalado.
El cambio de adscripción del maestro acusado, recurso que se usó tantas veces para enfriar los ánimos de las alumnas ofendidas en una escuela, funcionaba cuando la sociedad era analógica. De aquí a que el maestro, prefecto o conserje revelara su potencial de hostigamiento o abuso sexual, estupro y hasta violación en una nueva escuela, podían pasar décadas. Las redes sociales hicieron inmediato el ciclo.
El sistema educativo ya no puede encubrir este tipo de abusos bajo la lógica de proteger la reputación de víctimas y victimarios. No puede hacer lo que hicieron la Iglesia Católica y otras instituciones religiosas donde también hay ministros de culto que son enfermos sexuales: ocultar la pederastia.
MISS UNIVERSO TRANS
Aunque en la Inglaterra victoriana se empezó a usar género para no decir sexo, en el contexto de las luchas feministas la palabra ya no refiere al género femenino o al masculino, sino a construcciones identitarias tan complejas como la que define a una persona de sexo masculino, pero de género femenino, o por el contrario a una persona de sexo femenino pero de género masculino.
La colimense transgénero Valentina Fluchaire ganó en Pattaya, un paraíso para el turismo sexual en Tailandia, el certamen Miss International Queen. Es, por lo tanto, la Miss Universo de las chicas trans.
Sería bueno que el Gobierno del Estado estrenara su nueva perspectiva de género organizándole a la manzanillense un recibimiento tan entusiasta como el que le prodigaron a Andrea Toscano después de ganar el certamen Mexicana Universal, lo que le dio derecho a competir en el Miss Universo 2018.
Según Wikipedia, “mediante financiamiento del gobierno de Colima”, a nombre del comité organizador Lupita Jones designó a Andrea representante de México en el Miss International de Japón, donde resultó primera finalista.
Supongo que la Secretaría de Turismo no le ayudó a Valentina ni a comprar unas zapatillas. Pero ahora que ya es una celebridad, Nacho Peralta debería invitarla a comer en Casa de Gobierno como hizo con Andrea Toscano.
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