“El golpe en Bolivia tuvo una justificación religiosa, los golpistas invocaron a Dios para legitimarse. Después de 13 años de una supuesta dictadura indígena, la Biblia regresa a Palacio, regresa al poder”, explica Bernardo Barranco.
Su programa Sacro y Profano, en Canal Once, estuvo dedicado el 25 de noviembre de 2019 al tema: ‘La religión y el golpe de Estado en Bolivia’. Junto a sus invitados, el investigador Felipe Gaytán y el periodista Rubén Luengas, Barranco revisó “la larga historia de vínculos entre los golpes militares en América Latina y la religión”.
En la nota introductoria, la producción del programa hace un resumen del trasfondo religioso del golpe militar contra Evo Morales:
Jeanine Áñes, la autoproclamada presidente interina de Bolivia, con una gran Biblia en la mano declaró el regreso del cristianismo a la gobernabilidad del país.
A su vez, la jerarquía de la Iglesia Católica proclamó en conferencia de prensa que no había golpe. Llamó a los bolivianos a la paz, y urgió a convocar nuevas elecciones.
Bolivia es un Estado laico desde que se promulgó la nueva constitución en 2009. La mayoría de la población es católica romana, 7.1 por ciento es evangélica y pentecostal, mientras que el 1.7 por ciento es protestante. El golpe de Estado fue arropado por lo religioso, con mensajes simbólicos dirigidos a algunos sectores de la sociedad, sobre todo a la clase media.
El ultraconservador Fernando Camacho, llamado ‘el Bolsonaro boliviano’, irrumpió en el abandonado palacio presidencial después de la renuncia de Evo Morales, el 10 de noviembre, con la Biblia en una mano y una bandera nacional en la otra.
Camacho inclinó la cabeza en oración por encima del sello presidencial, cumpliendo su promesa electoral de “devolver a Dios al palacio de gobierno”. Y advirtió que la deidad indígena Pacha Mama, el espíritu de la Madre Tierra, “nunca regresará al Palacio”. Porque “Bolivia pertenece a Cristo”.
EL OPIO DEL PUEBLO
Lo religioso ha estado vinculado a los golpes de Estado en América Latina, abunda Bernardo Barranco. Por ejemplo, bajo la guerra fría los golpes militares en Argentina, Chile y Uruguay se justificaron diciendo que se trataba de restablecer la civilización occidental y cristiana frente a la amenaza del comunismo. En Sudamérica, la jerarquía eclesiástica legitimó no sólo la dictadura sino también la guerra sucia.
También en los golpes parlamentarios, la Iglesia ha jugado un papel importante. Por ejemplo, en Paraguay, el derrocamiento del obispo Fernando Lugo en 2012. Y en 2009, el cardenal Rodríguez Maradiaga fue un actor nefasto en la caída del presidente Manuel Zelaya en Honduras.
Los evangélicos también tienen responsabilidad. Por ejemplo, la bancada pentecostal en la destitución de Dilma Rousseff como presidente de Brasil. Y qué decir de Efraín Ríos Montt, general y pastor protestante que encabezó el golpe militar en Guatemala, en 1982.
Hay, pues, una larga tradición de usar la religión para legitimar golpes a la democracia. Sin embargo, en el golpe de Estado en Bolivia el manejo de lo religioso ha sido explícito. Se trata de un golpe de inspiración cristiana, señala el sociólogo.
CULTO AL DINERO
Rubén Luengas describe el golpe como una acción neocolonial y neoliberal, donde lo que subyace es el interés por controlar el litio, “el combustible del siglo XXI”.
Además de eso, Evo Morales estaba resultando ser “un mal ejemplo”. Sin los criterios clásicos neoliberales, logró lo que se supone que nos ofrecen los gobiernos neoliberales: crecimiento económico, aumento del producto interno bruto, reducción de la pobreza, disminución del analfabetismo. Y todo eso, siendo un indígena. Sin renunciar al capitalismo, logró lo que en otros países no hemos logrado.
Con el evangelismo del vicepresidente Mike Pence, Estados Unidos venía planeando sacar a Evo de la Presidencia. Y lo consiguieron en algo que parece una revolución de colores pero que podría convertirse en un golpe duro si es que la autoproclamada presidente Áñes no logra controlar la situación. Veremos entonces a los militares tomar ya abiertamente, sin hipocresías, el control político del país, resume Luengas.
Felipe Gaytán explica que los elementos religiosos no surgen de la nada, han estado latentes en la pugna de Bolivia desde que llega Evo Morales y reivindica lo indígena, a Pacha Mama. Esos rituales fueron muy incómodos a las élites blancas, empresariales, conservadoras, lo mismo en La Paz que en Santa Cruz, Cochabamba o Sucre.
Surgen estos elementos de la Biblia y el Dios judeocristiano porque ninguno de los actores que aparecen tras el golpe, Camacho ni Áñes, tienen legitimidad para asumir el control político. Recurren al tema religioso buscando esa legitimación: Jeanine Áñes no fue electa ni siquiera por el parlamento, y el ex candidato presidencial Luis Fernando Camacho representa a un grupo muy particular.
Usaron la Biblia y no un crucifijo o la Virgen porque estos últimos símbolos están imbricados con las tradiciones populares indígenas. La Biblia no, con la sagrada escritura los blancos se demarcan de los indígenas, concluye Gaytán.
¿FIN DEL ESTADO LAICO?
Permitir que las iglesias “participen intensamente en el espacio público mediático para que puedan difundir sus diversas doctrinas”, señala Javier Esteinou Madrid, es parte de un giro sustancial en la gobernanza institucional que está modificando la concepción y práctica de la laicidad del Estado mexicano.
En ‘Medios de comunicación para las iglesias: ocaso del Estado laico’, un artículo que este investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana publicó en la Revista Pantalla Profesional TelemundoCine (No. 168, Agosto-Septiembre 2019), Esteinou expresa su preocupación por el futuro de la laicidad.
Un “cambio en la posición del gobierno morenista frente al papel que le corresponde desempeñar constitucionalmente a las iglesias en el espacio público mediático en México”, concluye Esteinou, alterará el proceso de construcción del “moderno Estado nación republicano en el siglo XXI, ya que debilitará su naturaleza laica que ha sido uno de sus cimientos estructurales en los últimos 160 años”.
Autor de libros como Medios de comunicación y construcción de la hegemonía (1983), Televisión pública y desarrollo cultural (1994) o Sociedad moderna y medios de comunicación (1995), Esteinou hace en este texto el recuento del proceso de adjudicación de frecuencias de radio o televisión a las iglesias evangélicas.
RADIO CADENA DE ORACIÓN
El 21 de febrero de 2019 un grupo de pastores de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas se reunieron con el presidente López Obrador para demandar concesiones de radio y televisión.
El 18 de marzo el Ejecutivo federal declaró que “estamos a favor de las libertades, no nos oponemos a que se manifiesten todas las ideas, inclusive las posturas religiosas. Somos parte de un Estado laico, pero también debe existir libertad en medios para que todas las creencias se expresen, porque, no perjudica […] el que las iglesias, de todas las manifestaciones, tengan posibilidad de tener tiempos y espacios, no lo veo mal. Incluso, todo un canal, toda una estación de radio”.
Más adelante, el 16 de abril López Obrador anunció que “vamos a buscar la manera de ver si es posible que se puedan destinar espacios y tiempos para las iglesias, y para todo lo que tiene que ver con la difusión de mensajes religiosos. El laicismo significa no tener preferencias por una religión, significa respetar todas las religiones”.
Para Esteinou, este sutil cambio político e ideológico transforma la naturaleza laica del Estado. Derivado de ello, el 10 de abril el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) aprobó la entrega al grupo evangélico La Visión de Dios, A.C. de un título de concesión única de espectro de “tipo social” para operar una frecuencia de radio.
El 22 de mayo, el IFT otorgó a ese mismo grupo religioso otra concesión por 30 años para operar una estación de televisión por cable y satélite sin fines de lucro, en Mérida. Tales aprobaciones se suman a la señal de radio (101.9 FM) que La Visión de Dios ya había conseguido para transmitir en Yucatán.
A Esteinou le parece que esta política es contradictoria con la doctrina de Benito Juárez, que López Obrador tomó como modelo ideológico de su proyecto de gobierno. Las Leyes de Reforma establecieron la separación Estado-Iglesia en 1859 y, en 1860, la libertad de cultos. La segunda gran transformación histórica de México inauguró una nueva era en la política, la economía y la cultura.
Para Esteinou, el IFT infringió artículos básicos de la Constitución Política en materia de republicanismo y laicidad, como el 20, 40 y 130 que formulan una clara división entre el Estado y las iglesias. También quebrantó el marco legal en los artículos 16 y 21 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, y el artículo 30 del Reglamento de dicha ley.
Con estas directrices, el gobierno de la Cuarta Transformación creó un clima etéreo que reestructura la naturaleza del Estado laico y potencia la capacidad de proselitismo de las iglesias. No rompió con el pasado neoliberal sino que desgajó el legado liberal del siglo XIX, asegura Esteinou.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.