En una conversación pública donde abunda el maniqueísmo, ¿cómo hacemos para limpiar una ‘libre expresión’ cargada de insultos, mentiras y medias verdades? Se lo pregunta Sabina Berman y ella misma se responde: la solución no puede ser reestablecer la censura en México, sino establecer la verdad.
Para la dramaturga y novelista, estamos escuchando “argumentos absoluta y diametralmente opuestos en relación a los megaproyectos y las políticas económicas del presidente López Obrador. Por ejemplo, el tren maya y el aeropuerto Felipe Ángeles:
“Por un lado, dicen los neoliberales que todo lo que el gobierno federal se está ahorrando en disminuir la corrupción y con el recorte al gasto público, todo lo que no está gastando en atender la pandemia, se está yendo a esas obras supuestamente faraónicas. Pero si hablas con un economista de izquierda, te dice que tales obras representan apenas el 0.56 por ciento del presupuesto.
“Como una ciudadana que no es economista, leo el presupuesto y no me aclara nada. Me pierdo en los números, quedo perpleja. Lo único que sé es que estoy en medio de un debate que no está fincado en la verdad ni en una intención de justicia o, mucho menos, de alcanzar el bien común. Está fincado en la mentira, el maniqueísmo y en una intención política: conquistar un poder, el de la Presidencia.
“En este país tenemos una obsesión con la Presidencia. Todos los intelectuales quieren ser presidentes en este país, al menos así lo parece cuando los oyes hablar con énfasis en la figura del presidente”.
Para Sabina, “una de las maneras de limpiar la conversación es aumentar la verdad, la justicia y el bien común en la información y la comunicación. ¿Cómo?, educándonos todos, educando al público en estos conceptos”.
“Nos hace falta urgentemente periodismo de fondo, periodismo de investigación. Los periodistas que salen a la calle y al campo, investigan la realidad y la ponen en palabras. Así construyen verdades.
“En ese sentido, uno de los asedios más graves a nuestra libertad de expresión es que no hay dinero para el periodismo de fondo. Y tampoco hay interés del público porque la gente ya se acostumbró a que todo es opinión. La opinión es muy importante, pero el periodismo de fondo que captura y construye verdades, es importantísimo”, apunta la también cronista quien cada semana publica en El Universal una fábula de la realidad.
LÍNEA EDITORIAL INDEPENDIENTE
En el marco de la XX FIL Zócalo Virtual 2020, el 9 de octubre de 2020 (https://www.youtube.com/watch?v=RbHSwrxQ_Rk) Sabina Berman participó con Jenaro Villamil, director del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (SPR), en una mesa de análisis moderada por Fernanda Tapia en la que repasaron la discusión sobre la supuesta pérdida de la libertad de expresión bajo la 4T.
Para Villamil, “lo más duro de romper es la autocensura. Desgraciadamente en los medios mexicanos, en general en los impresos y los electrónicos pero incluso en los digitales, no hay una separación entre la parte editorial –que debe regirse por criterios periodísticos informativos de veracidad– y la parte administrativa. Esta última siempre tiende a definir el rumbo de los noticieros, de los comentaristas, de los analistas y de quienes diseñan la agenda informativa”.
“En cualquier país europeo, el dueño del medio o el inversionista no se puede meter en la parte editorial. En México, es casi natural. Ven al periodista como gato del dueño.
“Hay esta idea caciquil de que el radioespectro tiene dueños. Pero quien presume ser propietario de dos o tres cadenas nacionales, olvida que no son de él. Son de la nación, el empresario es sólo concesionario de un bien público. Y, además, es responsable de proteger otro bien público: el derecho a la información.
“Por décadas, los mexicanos no hemos tenido esa noción y nos va a costar un tiempo entenderlo. Pero al menos desde el espacio que me corresponde dirigir y coordinar, los medios públicos que no son de gobierno sino públicos, tenemos que retomar otras formas de periodismo: hacer reportajes de investigación y formar a los nuevos cuadros de la televisión y de la radio públicas”.
Desgraciadamente, “llevamos por lo menos tres generaciones de comunicadores que no se formaron en los medios públicos” sino en este tono pontificial de: ‘¡Esta noche en Hechos!’
Hace 30 años Zabludovsky editorializaba con los gestos. Como en esa época no se podía comentar la información en un noticiero de televisión, Jacobo levantaba una ceja para marcar una nota. “Pero ahora cualquier comunicador, en cualquier medio, lo único que hace es editorializar. Y uno se pregunta dónde están los hechos”, lamenta Villamil.
En ese sentido, Fernanda Tapia hace votos para que los reporteros vuelvan a ser investigadores, que privilegien los hechos. De lo contrario, vamos a tener que seguir comprando Reforma y La Jornada para ver los dos pedazos de la misma nota. “Ojalá los medios tuvieran la objetividad y la honestidad de entrarle a lo chido y a lo gacho de cada cuestión. De otra forma, no vamos a avanzar”.
VERDAD, JUSTICIA Y BIEN COMÚN
Sabina Berman señala que una de las faltantes de nuestra conversación pública, es que esta conversación es en realidad el coloquio del uno por ciento de los mexicanos: los ricos mexicanos, los dueños de las grandes empresas de comunicación y de las grandes empresas de otros giros industriales y comerciales. “Es notable que ahora que gobierna la izquierda, no estemos hablando de ese poder fáctico tan importante en nuestro país”, el poder mediático y el poder económico.
“Me remito a los griegos. Siempre me da mucha claridad Aristóteles cuando habla de la comunicación de una sociedad en términos de tres parámetros: verdad, justicia y bien común.
“¿Qué tanto se ajusta el lenguaje a la realidad? ¿Es una verdad cersenada o que intenta ser completa, porque nunca será completa ya que nuestras capacidades mentales son insuficientes?
“¿Tiene justicia, o sea, tiene la intención de ser justa?
“¿Y hacia dónde mira: hacia el bien común de la sociedad o hacia el bien de una facción?
“Estas tres elementos clarifican mucho. Uno puede medir cualquier nota de periódico, cualquier conversación pública con estos tres conceptos”: verdad, justicia y bien común.
Fernanda Tapia dice que, en aras de la libertad de expresión, se emite mucho odio y se arenga mucho a la violencia, sobre todo en las redes sociales. Mientras Jenaro Villamil propone retomar este código de la verdad que cita Sabina y, en tanto comunicadores, “pensar más en las audiencias y menos en nuestra relación con el poder, tanto el político como el mediático.
EL QUINTO ELEMENTO
Recuerda el presidente del SPR que “hace cuatro o cinco años empezó a darse una absoluta deserción de las audiencias, tanto de los noticieros y los programas de debate como de los periódicos y las revistas, incluso hasta de los desplegados”.
“Me pregunto sinceramente si acaso el 10 por ciento de la población mexicana se enteró que hubo un desplegado firmado por 650 destacadas personalidades que sienten amenazada su libertad de expresión. Por supuesto que no, y no porque es un asunto de una minoría sino simplemente porque, desde hace más de una década, las audiencias se acostumbraron prácticamente a poner en mute lo que lo que se decía en los noticiarios. Ya no les creían”, enfatiza Villamil.
“La verdadera crisis es de credibilidad, no es una crisis de la libertad de expresión. Y creo que lo que debemos recuperar es, sobre todo en los medios públicos, la credibilidad perdida. Y la credibilidad perdida se recupera pensando justamente en las audiencias, en la pluralidad, en la calidad del producto informativo y del espectáculo, pero más que nada en la apertura. El quinto elemento es encontrarle y explotar el lado femenino de la comunicación”, resume Villamil.
No es posible que haya mesas de debate donde participa sólo una mujer, cuando el 51 por ciento de la audiencia es femenina, apunta Jenaro. Esa es la proporción siempre: cuatro hombres por una mujer en toda mesa de debates. Si es que no son cuatro hombres solos, critica Berman. Y hombres hablando del tema mujeres, como los teólogos del Vaticano decidiendo sobre nuestro cuerpo, se burla Tapia. O los señores académicos de la Real Academia de la Lengua resolviendo si existe un lenguaje sexista, completa Sabina.
A gente como Fernanda Tapia le costó mucho trabajo abrir los medios electrónicos, “que estaban mojigatos”, recuerda Jenaro. Y la conductora aludida recuerda que ni siquiera había mujeres en la radio de 1981 cuando ella empezó a trabajar en la radio comercial. “Decían los concesionarios que una mujer rechazaba la voz de otra mujer en la radio, porque inconscientemente peleaban por el macho alfa”.
CONVERSACIÓN TÓXICA
¿Y qué vamos a hacer?, pregunta Tapia en su papel de moderadora. Nos va a costar trabajo, vamos a tener que seguir oyendo mucho ruido hasta encontrar por ahí esos pedacitos de nota que nos den una verdadera claridad. ¿Qué tiene que hacer la gente de a pie para disponer de información que no esté tan sesgada?
Para Villamil, esa es la clave. Es ruido y el ruido se va a los tres días o a las dos horas. Pero lo determinante va a permanecer, y esa es la labor de los comunicadores, de los periodistas en particular. Hay que apostarle a construir un nuevo ecosistema de comunicación.
Sabina coincide y agrega: “hemos enumerado varias necesidades evidentes y, ante ellas, tendrían que haber nuevos empresarios de la comunicación cuyo producto sea la comunicación y no los intereses alrededor de la comunicación. Empresarios que atiendan necesidades como la que tenemos de un periodismo de fondo, de medios donde la opinión esté más regulada por estos principios de verdad, justicia y bien común”.
“Necesitamos, en todo caso, más periodismo de izquierda, un periodismo más arriesgado que asuma que está gobernando la izquierda. Es hora de hablar, por ejemplo, de los salarios en este país, de por qué existe tanta pobreza. Existe pobreza porque está mal pagada la gente, porque alguien se está llevando demasiado y derrama muy poco hacia abajo. Esas cuestiones hay que documentarlas, hablarlas, discutirlas. Tenemos que romper esos tabús.
“Agregando lo que falta es como vamos a crecer. Y no necesariamente combatiendo de frente en este nivel de insulto, de la mentira y el maniqueísmo. Hay que abandonar ese terreno, que se queden allí los que no tienen otra opción”, sentencia Berman.
El insulto, la mentira y el maniqueísmo no es el terreno del periodismo, sino el de los memes, aporta Tapia. Y Sabina agrega que cuando se acaban los argumentos vienen los insultos, aunque el autor del meme sea un graduado del Colegio de México:
“En la última discusión absurda que oí, cuatro intelectuales debatían si el presidente estaba loco o loquísimo. Ese es un insulto pero, además, es totalmente inútil. Nadie cree que el presidente está loco, ni siquiera ellos. Pero usaron el tiempo de comunicación pública en ese ejercicio inútil: se echaron 50 minutos debatiendo el tamaño del insulto que le propinaban al presidente”, dice Berman.
Por cierto, eso no se podría haber hecho hace dos años o antes, apunta Fernanda Tapia. Pero, “sin duda, es una pérdida de tiempo que, además, verifica la libertad de expresión. Aunque la llena de un contenido nefasto que, aun cuando no se debe prohibir, hay que detectarlo y señalar que es un insulto”, concluye Berman. Porque esos insultos intoxican la conversación pública, resume Villamil.
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