Hoy, en el Afganistán, habrá nacido una niña. Su madre la llevará en brazos y la alimentará, la consolará y cuidará de ella, como hacen las madres de cualquier lugar del mundo. En estos actos esenciales de su naturaleza, la humanidad no conoce división alguna. Pero hoy día, ser una niña recién nacida en el Afganistán significa empezar a vivir siglos de distancia de la prosperidad que ha conseguido una pequeña parte de la humanidad. Es vivir en condiciones que muchos de los aquí reunidos consideraríamos inhumanas… Es el primer párrafo del discurso que pronunció Kofi Annan el 10 de diciembre de 2001 en Oslo, ante los reyes noruegos y los integrantes del Comité Nobel de Noruega, durante la ceremonia en la cual recogía el Premio Nobel de la Paz que entonces se le concedía. Pronunciaba entonces lo que quizás fue el mejor discurso de su vida.
Kofi Annan murió en Suiza el pasado sábado a los ochenta años de edad y será recordado por haber sido el primer subsahariano (era ghanés) en alcanzar la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas, cargo que ocupó de 1997 a 2006. En ese período la Organización enfrentó duros momentos como los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la cauda de acontecimientos derivados de los mismos, la globalización galopante que produjo la apertura comercial de esos años y por supuesto, el crecimiento inusitado de la desigualdad en el mundo. Quizás eso mismo contribuyó a hacer que Annan se convirtiera en figura global.
Fue, ante todo, un pacifista y se llegó a decir que era capaz de evitar una guerra, con un discurso. No pudo, sin embargo, evitar conflictos bélicos importantes como la invasión a Irak de 2003 que el belicista George W. Busch encabezó junto con los ingleses y otros países afines. Annan se opuso abiertamente a la invasión que encabezaron los gringos porque la consideraba como una ofensiva militar unilateral que no contaba con la aprobación del Consejo General de la ONU y puso en duda la legalidad de la misma.
Fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz de 2001, como se dijo (siendo el segundo Secretario General de la ONU en ser reconocido con esa distinción y se le otorgó por su trabajo por un mundo mejor organizado y más pacífico, según se dijo entonces). Su labor había iniciado desde 1962 que se integró a las Naciones Unidas y allí sus responsabilidades fueron creciendo hasta alcanzar la cúspide de la misma en 1997. Entre las distintas labores desempeñadas allí, trató a Rosario Green Macías y colaboraron ampliamente, lo cual permitió una relación amistosa entre ambas Figuras (Green alcanzó su personal cúspide cuando fue Secretaria de Relaciones Exteriores en el sexenio que encabezó Ernesto Zedillo).
Annan también tuvo tratos profesionales con otro mexicano, Adolfo Aguilar Zínzer en los momentos particularmente difíciles de la invasión a Irak. Aguilar como representante nuestro, fue miembro del Consejo de Seguridad de la ONU en los momentos en los que se produjeron los atentados del 11 de septiembre de 2001 y durante el proceso citado. El papel que entonces jugó Aguilar fue importante, pero el del gobierno mexicano (Fox lo presidía) fue demasiado gris (Fox lo era, pero también Jorge Castañeda que fungía entones como Secretario de Relaciones Exteriores).
Annan fue un hombre que, ante todo, defendió sus ideales. Una defensa como esa ha sido la característica de los grandes. Y lo hizo hasta los últimos días de su vida, pues no puso fin a su lucha cuando terminó su mandato en la ONU. Entre sus últimas acciones, que deben destacarse, se cuentan sus declaraciones de febrero de este año reconociendo el declive moral de los Estados Unidos, así como la incertidumbre política que ha provocado el liderazgo de Donald Trump y sus polémicos tuits y declaró a un medio alemán su falta de interés por mantener una polémica con el mandatario gringo a quien dijo, no sigo ni en el ámbito digital ni en sentido figurado, según declaró a un diario alemán. Asimismo, sus declaraciones, poco antes de nuestra jornada electoral del pasado primero de julio, alegando que la democracia no debía ser vencida por la violencia. Quizás, los mexicanos lo recordaremos tanto por esto como por lo demás.
Pero también debemos recordar que Annan no estuvo al margen de la polémica. Cuando lanzó su programa Petróleo por Alimentos para Irak, se suscitó un escándalo que salpicó a varias corporaciones y funcionarios de la ONU, el propio Annan entre ellos, dadas las conexiones de su hijo Kojo, con una empresa suiza proveedora servicios bajo ese plan.
El discurso completo del que se reproduce el primer párrafo, puede leerse en la página de la ONU, en los comunicados de prensa de esa fecha. Su lectura bien vale la pena. Descanse en paz Kofi Annan.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.