INDIGNADOS Y OFENDIDOS

En 45 años de profesión, el dibujante António Moreira Antunes nunca había sido censurado. Lo fue recientemente por The New York Times cuando retiró de su plataforma digital una de sus viñetas que ya había sido publicada el 25 de abril en la sección de Opinión de la edición impresa internacional, en virtud de un contrato de sindicación de contenidos gráficos.

En la caricatura que el NYT consideró “ofensiva” y “antisemita”, no obstante que tuvieron oportunidad de valorar el contenido cuando retomaron el cartón del semanario portugués Expresso, se ve a un Donald Trump ciego que es arrastrado por un perro guía que se parece a Netanyahu, el cual lleva en el collar una estrella de David.

“Es una interpretación de unos acontecimientos”, explicó el dibujante en su estudio de Lisboa a Javier Martín del Barrio, corresponsal de El País en Portugal. “No tengo nada contra los judíos, pero sí contra algunas políticas del Gobierno de Israel. No soy antisemita, sí antisionista. Se ha hecho una lectura fundamentalista del cartoon. Hay un exceso de susceptibilidad por parte de los judíos”.

En la entrevista titulada ‘“Lo políticamente correcto amenaza nuestra profesión”’, publicada el 6 de mayo de 2019 (https://elpais.com/cultura/2019/05/06/actualidad/1557170552_860379.html), el dibujante de 66 años nacido en Vila Franca de Xira, comenta:

“El cartoonismo obedece siempre a unas reglas, exageramos una historia y para entenderla utilizamos unos símbolos genéricos. Todo con el fin de bajar del pedestal a las vacas sagradas”, afirma.

Los poderosos son el objetivo predilecto de Moreira Antunes, quien frecuentemente los caricaturiza con formas animalescas: pájaros, perros, monos, elefantes, leones…, apunta el corresponsal al reseñar la trayectoria de este dibujante que comenzó a publicar en la prensa portuguesa en la Revolución de los Claveles en 1974. Desde entonces ha cosechado todos los premios nacionales y casi todos los internacionales.

Será el sereno pero The New York Times reaccionó en forma contundente: retiraron la viñeta, se disculparon con los lectores y, días después, en una carta del editor, A. G. Sulzberger, se anunciaron represalias contra el responsable de la selección de la viñeta y la cancelación del contrato con Cartoon Arts International que canalizó la obra de António.

“Las reacciones de Trump y de su hijo eran predecibles, las de las redes sociales también, pero la reacción del periódico más importante de Estados Unidos no la esperaba. Creo que ha sido peor el remedio que la enfermedad”, dice el dibujante.

CORRECCIÓN POLÍTICA Y CRISIS

Originalmente, la polémica viñeta del ciego y su perro guía apareció el 19 de abril en el semanario portugués Expresso, donde António publica cada sábado desde 1974.

El dibujo no levantó ninguna polémica en Portugal, y sólo después de la acusación de “antisemitismo” la revista salió a defender la “libertad de expresión y de opinión” de su dibujante.

El judaísmo no ha sido el único choque religioso de Moreira. Tras los colectivos judíos, son los católicos los que más se mueven para frenar la creatividad de António, escribe Martín del Barrio:

“Dibujé a Juan Pablo II en 1992 con un preservativo en la nariz, sí; había realizado unas declaraciones contra el uso del condón mientras el sida se extendía. Tres semanas después un grupo ultraconservador empezó a recoger firmas para que mi viñeta se discutiera en el Parlamento. Reunió 28,000 firmas cuando su objetivo era el millón”.

António también ha criticado al Islam. “Tras los atentados contra Charlie Hebdo participé en debates con líderes de la mezquita de Lisboa y estuve en contra de sus posiciones. Dibujé viñetas contra los atentados, pero en otras estoy a favor de los palestinos. No son temas incompatibles”.

Después de este escándalo, António no ve con optimismo su profesión. “Está amenazada por dos fenómenos, uno es la corriente de lo políticamente correcto. Nuestra razón de ser es la contraria, tenemos que ser exagerados, absolutamente incorrectos para mostrar la realidad desde otro punto. La segunda amenaza es la crisis de la prensa. Cuando hay que cortar gastos se empieza por los dibujantes, cada vez se publican menos viñetas en los periódicos”.

PSIQUIÁTRICO SIN ENFERMERO

Como señalábamos en una columna anterior, tras la polémica por la publicación de esta viñeta, The New York Times anunció que no publicará más viñetas satíricas en su edición internacional, como ya había dejado de hacerlo en su tiraje doméstico.

Mientras la directiva del diario se disculpa ante quienes pudieron sentirse ofendidos por un cartón que el mismo Times reconoce como “antisemita e indefendible”, voces críticas acusan al periódico  de “puritanismo” y se quejan porque la corrección política está matando al humor.

La vergüenza del NYT culminó con la cancelación de los contratos de sus viñetistas de planta Patrick Chapatte y Heng Kim Song, y la suspensión de los convenios con servicios sindicados como el que posibilitó que una caricatura del semanario portugués llegara al periódico neoyorquino.

En ‘La profesión de viñetista, ¿puede desaparecer?’ (https://elpais.com/sociedad/2019/06/15/actualidad/1560632246_625464.html), Carla Mascia recoge algunas de esas voces críticas en un reportaje publicado el 17 de junio de 2019 en El País.

Para muchos profesionales del dibujo humorístico, el caso de The New York Times evidencia la desprotección que sufren frente a los ataques en las redes sociales:

“Los medios tradicionales se sienten totalmente desamparados cuando se abate sobre ellos la horda moralizadora. Les inunda el pánico y les es difícil de gestionar”, afirma Chapatte.

El juicio lo comparte Plantu, el dibujante del periódico francés Le Monde: “Cuando se decide publicar algo se debe asumir y no plegarse pidiendo disculpas a las redes”, estimó un periodista que ha visto cerrarse el cerco de la autocensura a medida que crecían las redes. “La prueba es que si dibujo a Netanyahu con una cara de cerdo me echan a las 24 horas”.

CONTRATO DE LECTURA

Chapatte, al igual que sus compañeros de profesión cree que estamos ante una paradoja: la viñeta nunca ha tenido tanta visibilidad como ahora, pero a la vez son pocos los que son realmente capaces de entenderla.

“Tengo unos 180,000 seguidores en Facebook, que es más que la tirada del diario para el que trabajo y sin embargo muchos no comprenden mis dibujos porque básicamente ignoran que acompañan un artículo”, cuenta el dibujante de Le Soir, Pierre Kroll. El contrato de lectura, la connivencia que siempre unió el lector a la publicación o al viñetista, ha desaparecido de ese espacio y eso da lugar a malentendidos.

Un fenómeno que se acentúa en el caso de las revistas satíricas. “Las redes sociales son una especie de psiquiátrico pero sin enfermeros. Las mismas personas que van a publicar una foto de su desayuno, te van a amenazar de muerte si les dices que la mermelada que comen no está buena”, asegura Biard.

Un argumento que matiza Joan Ferrús, subdirector de El Jueves, quien advierte de la doble cara de las redes: tienen un enorme poder de convocatoria y de presión que pueden tener consecuencias negativas, pero a la vez son una potente herramienta de control. “Si hay un chiste machista probablemente tendrá una campaña en contra por parte de feministas y gente afín. Eso a mí me parece bien, aunque compañeros míos se quejen de que ya no pueden reírse de todo. Hay un tipo de bromas que ya no deberían tener un lugar”.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna también se puede leer en: www.carvajalberber.com y sus redes sociales.

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