“¿Por qué un señor que tiene una trayectoria inaceptable y un futuro igualmente inadmisible, es sin embargo útil para conseguir un fin: sacar adelante un paquete de reformas constitucionales?”
La pregunta la hace Armando Bartra, a partir del cuestionamiento que Jorge Velasco le hizo como militante de Morena, molesto con la incorporación de Miguel Ángel Yunes a la bancada de la 4T en el Senado.
El consejero nacional de Morena y, junto a su compañero Epigmenio Ibarra, miembro de la comisión que evalúa los perfiles de políticos que pretendan integrarse al partido –instancia complementada por la presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde, la secretaria general Carolina Rangel y el presidente del Consejo Nacional, Alfonso Durazo–, da la respuesta:
“Se requería de una mayoría calificada y faltaba un voto, que fue el de Yunes. Pero Yunes es malo, y si hubiera ingresado al partido sería peor. Se hizo el intento y eso causó dolor, una molestia en la militancia. La pregunta que yo me hago es si esto era inevitable en una ‘política posibilista’, para no usar la expresión realpolitik que suena más fea.”
“Es un accidente de la historia que pudimos resolver de otra manera. Por ejemplo, con un voto más para la 4T. No se consiguió y tuvimos que ‘bajar nuestro pantalón’, como dicen los yucatecos. Ese fue el costo, porque faltó un senador. De haberlos tenido todos, ¡chingue a su madre Yunes!”
“La historia está llena de momentos en los que hay que tragar sapos. Cuando López Obrador estaba sentado entre los Chuchos le pregunté que hacía allí, y me dijo: ‘Pues, comiendo sapos’. Era necesario, ellos tenían el registro del PRD y Andrés Manuel lo necesitaba para lanzar su candidatura.”
“Pero esas cosas dolorosas y desagradables no son inevitables. Como no pudimos evitarlas, hay que pagar el costo. No fue bueno comprarle el voto a Yunes. Y a menos que tengamos una visión fatalista, no tenemos por qué aceptar los daños, el dolor o el sufrimiento político.”
LOS SAPOS DE CLAUDIA
Bartra estuvo el miércoles 24 de septiembre en la sede de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, donde impartió la conferencia ‘Goethe y el despojo’, un tema que trata en su libro Goethe y el despojo. Los costos del progreso, el sur, la incertidumbre, los demonios… (Breviarios del Fondo de Cultura Económica, 2016).
En su estancia de varios días en Colima, dio una charla a la militancia de Morena sobre los ‘Retos y tareas del segundo piso de la Transformación’. Y participó en la feria del libro de la Universidad Intercultural. con la presentación de su obra Suku’un Felipe-Felipe Carillo Puerto y la revolución maya de Yucatán (FCE, 2020). Sin embargo, en todos los foros le preguntaron sobre la situación del partido.
“Podemos hablar de esto en otro lugar, por ejemplo, en el seno de Morena, y no porque sea imprudente hacerlo aquí”. Por lo demás, hay cosas más trascendentes que la intentona por afiliar a Yunes. Entre ellas “quiénes ocupan los puestos más importantes en la 4T y en el gobierno de Claudia Sheinbaum”.
En el Senado están Gerardo Fernández Noroña, que ya fue presidente de esa mesa directiva, Adán Augusto López Hernández, que todavía preside la Junta de Coordinación Política, y el verdeecologista Manuel Velasco, quien repite como senador de lista nacional; al frente de la Cámara de Diputados está Ricardo Monreal y, en la Secretaría de Economía, Marcelo Ebrard.
“Son personajes políticos que algunos consideran dudosos, pero que tienen un peso específico y una gran capacidad de gestión. Pero son también los aspirantes que legitimaron la candidatura de Claudia, porque ella resultó de un proceso en el que compitieron todos ellos. No entraron a la interna esperando ganar, sino conseguir algo. Sheinbaum ganó la nominación frente a auténticos pesos pesados y, al vencerlos, demostró que era la mejor opción. Pero se requerían competidores, que no iban a jugar al Tío Lolo.”
“No había otra manera. De haberla, no tendríamos hoy a personajes que no nos gustan en lugares donde no nos gusta que ésten. Si bien, cabe reconocer que no lo están haciendo tan mal porque tienen ciertas habilidades técnicas y de gestión que podemos utilizar. No podemos evitar que este tipo de situaciones ocurran ni que provoquen dolor al interior de la militancia, pero tampoco vamos a decir que es necesario”, opina Bartra.
EL DESPOJO
En Goethe y el despojo, Armando Bartra analiza el Acto V de la segunda parte del poema dramático Fausto, terminado en 1828 aunque fue publicado cuando el autor ya había muerto.
En el resumen que hace Wikipedia, “ha transcurrido un tiempo indefinido desde el final del acto anterior”, y el hombre que le vendió su alma al Diablo es ahora “un hombre anciano pero poderoso, favorecido por el rey. Usando diques y presas para hacer retroceder el mar, ha construido un castillo en la tierra recuperada. Al ver la cabaña de una pareja de campesinos ancianos, Baucis y Filemón, con una capilla cercana, Fausto se irrita porque estas dos estructuras no le pertenecen y ordena que las retiren”. Mefistófeles, sobreinterpretando sus órdenes, “asesina a la pareja de ancianos”.
Bartra explica cómo el demonio le hace creer a Fausto que, cuando una horda molesta porque los ancianos impiden el progreso trató de sacarlos, alguien dejó caer una antorcha, la cabaña se prendió y, atrapados, Baucis y Filemón se quemaron vivos.
Para Fausto, construir los diques es una idea generosa porque habrá más superficie cultivable y eso reducirá el hambre. Pero lo que tenía que haber hecho era organizar una consulta que les permitiera a los ancianos negociar lo que ellos consideran su derecho. No avasallarlos.
Tenemos el procedimiento que protege a los Baucis y Filemón de hoy, un artículo en la Constitución que protege los derechos de los pueblos originarios a ser consultados. Lo que falta es hacerlo Ley Reglamentaria. Tenemos el derecho reconocido y el procedimiento establecido, pero no bastan. Necesitamos que el derecho se cumpla y la única manera de hacerlo es mediante una fuerza que sea capaz de exigir su cumplimiento. Para esto sirven las leyes y las ombudsperson.
Finalmente, el poder de Fausto va a ser siempre superior al de Baucis y Filemón. Pero la única manera de salvarles la vida es utilizando la fuerza ciudadana para exigir que la ley se aplique y proteja sus derechos. Para reglamentar esta ley, así como se hizo para discutir la propuesta de reforma constitucional, tiene que haber asambleas. Y ahí es donde ese par de ancianos se van a enterar de cuáles son sus derechos. Fausto no debe siempre salirse con la suya, pero tampoco puede pasar por sobre nuestros derechos para levantar sus obras de ingeniería.
GENOCIDIO EN GAZA
Despojos y masacres para consumarlos, se siguen dando. Está ocurriendo en Palestina, “pese a que estas alturas de la civilización creeríamos que las contradicciones entre el progreso y las injusticias se resuelven en un marco de reglas y compensaciones”.
“La brutalidad es del mismo tamaño a como era hace cientos de años. La prepotencia de los poderosos hoy sigue siendo igual a la de los tiempos de Gengis Khan. Pero no podemos llegar a este momento de la historia siendo corresponsables de un genocidio”.
El exterminio de los palestinos es más grave porque lo creíamos impensable después del Holocausto judío. Apenas cumplidos 80 años del fin de la última guerra global, estamos a punto de entrar en la tercera si sumamos los conflictos declarados en diversas partes del mundo.
Tenemos grandes avances en materia de derechos de las mujeres, pero muchas de ellas siguen siendo golpeadas, violadas o vendidas. Lo que hay que hacer es que esos derechos reconocidos en la ley, funcionen en la práctica. Y no aceptar fatalmente que debemos aceptar el sacrificio porque, finalmente, los diques nos hacen bien y los proyectos son necesarios.
Como anfitrión, el presidente de la CEDH, Manuel Vega, acota que frente a dos derechos contradictorios es la fuerza la que decide. No la fuerza bruta de las armas, sino la fuerza organizada políticamente. Impedir la guerra en Palestina es un asunto de correlaciones de fuerzas, y el llamado es a la participación política de masas organizadas que consideren inaceptables los crímenes de guerra, y que eso se traduzca no sólo en condenas morales sino en organización política.
“Aunque no está de más –agrega Bartra– que los derechos se reconozcan de la ley. Y que uno sepa que cuando se moviliza por una causa, además de la fuerza popular se esgrime un derecho. Un derecho consagrado que no se concedió gratuitamente, sino que fue peleado.”
La ley de derechos de los pueblos originarios resultó de una consulta a la que convocó AMLO a través del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), que luego él decidió no enviar al Congreso calculando que no tenía mayoría en la Cámara de Diputados; esperó a tenerla y hoy es una realidad. Pero no podemos olvidar que es el resultado de la lucha que empezó el EZLN en 1994.
AGOTAR EL DIÁLOGO
En la expectativa de que Bartra ubique la historia de Baucis y Filemón en un escenario tan reconocible como puede ser el Vaso II de la laguna de Cuyutlán, que terminará convertido en puerto marítimo de altura afectando los intereses de los pescadores y de los salineros, en la sesión de preguntas este columnista se monta en la metáfora:
Una consulta no puede limitarse a los afectados directos, sino que debe contemplar a los beneficiarios inmediatos, supongo. ¿Y qué pasa si los vecinos consultados deciden que Baucis y Filemón deben mudarse? ¿Y si los ancianos deciden no irse? Debe prevalecer el derecho, pero cuál: ¿el derecho a una indenización justa, el derecho al máximo beneficio o el derecho al mínimo impacto?
Para Bartra, “tanto los diques como los Baucis y Filemón son concretos. Si estuviera en la Ciudad de México, en lugar de Cuyutlán me habrían preguntado por Xoco y la destrucción de un pueblo muy tradicional para dar paso al megaproyecto de la Torre Mítica. Sabiendo que las situaciones específicas hay que enfrentarlas en su concreción, ¿cuáles serían los principios?”, se pregunta él mismo.
“Si Bauci y Filemón dicen: ‘No nos vamos’; si Fausto no fuera un prepotente, podría haber diálogo. Y si después de ese diálogo deciden no irse, habrá que reconocer su derecho aunque sean sólo dos, sin importar que el dique cueste miles de millones de pesos.”
“En lo que no podemos caer es en decir que las minorías que quieren defender sus bienes y derechos, son tercas. Si los afectados se sientan a discutir un buen rato pueden admitir que, en todo caso, se haga la presa y ellos mientras se quedan ahí hasta que se mueran, porque no van a ser eternos.”
“Lo que quiero decir es que tiene que haber una negociación a partir de aceptar que, aunque sean dos los que están en contra de un proyecto enorme, tienen derechos”. Nunca asumir que los opositores a los megaproyectos sólo buscan inhabilitar los planes del gobierno.
Bartra cuenta cómo intervino en la negociación para ampliar el derecho de vía del ferrocarril transítsmico. Y el dirigente de una de las organizaciones campesinas históricas, de entrada dijo: ‘No va a pasar, nos vamos amparar’.
“Traté de explicarle que el verdadero derecho de los pueblos no es a decir ‘no’ a como dé lugar, sino a negociar. Si decides no poner a debate lo que va a ocurrir, te van a avasallar. Pero si te sientas a platicar en lugar de buscar quedar como víctima, a lo mejor llegas a un acuerdo.”
“Lo que no puedes es suponer que los débiles, los frágiles y las víctimas, son tercos. Porque, en realidad, son razonables. Por el otro lado, si asumes que los megaproyectos siempre están mal, ni vas a poder parar el proyecto ni tampoco vas a intervenir.”
EL DIABLO DEL CAPITAL
Para Bartra, “mientras haya capitalismo no habrá solución a la violencia para lograr las opresión de los poderosos sobre los débiles. Lo podemos acotar mediante las leyes y la correlación de fuerzas, pero el mal está en la lógica del mercado. El enemigo no son los empresarios sino la idea de que la dinámica de los precios predomine sobre lo social. Si lo que cuenta es el dinero, el intercambio y la acumulación, veremos el dolor y el sufrimiento que resultan de esas operaciones mercantiles como necesarias”.
“El tema es cómo salimos del capitalismo. Pensar en meterlo al orden y crear un capitalismo con rostro humano, es ingenua. Hay que ponerle cotos, como ocurre con el progresismo que es una forma de salir por la izquierda del neoliberalismo, ese capitalismo desmecatado que provoca más dolor que el de antes. El que estamos haciendo en los países progresistas de América Latina es un capitalismo acotado, menos concentrador, con redistribución del ingreso y más respeto al medio ambiente, aunque siga habiendo megaproyectos.”
“La izquierda democrática apuesta por salir del capitalismo progresivamente, y no mediante una revolución violenta que expropie a la burguesía y transforme a todos los medios de producción en propiedad social, porque eso no funcionó. Pero el tema es el capitalismo. Mientras el mercado decida sobre el destino de la sociedad, estamos fregados.”
El problema del progresismo es que no es definitivo. Podemos acotar al capitalismo, pero el neoliberalismo puede regresar. En El Salvador, Nayib Bukele fue reelecto con un 84.65% de los votos, con la promesa de poner en paz al país metiendo al 10% de la población a la cárcel, advierte Bartra.
LECCIONES ARGENTINAS
“El problema es que los factores estructurales que están detrás del comportamiento político coyuntural de los votantes no están pudiendo ser vencidos. El neoliberalismo regresó a Argentina con Javier Milei, después de que Mauricio Macri ya había demostrado que esa fórmula no era la solución a los problemas económicos, y todo porque el progresismo del gobierno de izquierda de Alberto Fernández no pudo resolver los problemas esenciales: pobreza, desempleo, inflación, deuda pública.”
“Si bien Alberto Fernández cometió errores, y eso lo señaló hasta su vicepresidenta Cristina Fernández, el problema es que el país estaba en una trampa y la izquierda no hizo nada para sacarlo de ahí. Y la promesa de Milei fue decir que él podía sacarlo de esa trampa, por la derecha.”
“Aplicó la terapia de shock, la receta del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial: despidos, recorte en el tamaño del Estado, privatizaciones. Parece imposible una reelección, pero lo cierto es que los argentinos están lidiando con situaciones de estrangulamiento económico que no se pueden manejar desde la izquierda.”
“La gente espera soluciones tangibles. Esa idea de que tus hijos y tus nietos serán felices en el socialismo mientras tu ahora te aprietes el cinturón, fue del siglo pasado. La gente prefiere votar por el neoliberalismo si le promete que los problemas se solucionarán en esta generación.”
“Los gobiernos de izquierda que han sido exitosos son aquellos que obtuvieron resultados rápido. López Obrador mejoró la situación de pobreza en seis años, a pesar de tener un crecimiento económico de casi cero y una pandemia atravesada. Aun así, hubo redistribución. Por eso la gente sigue votando por la Cuarta Transformación, pero si se pone la situación como en Argentina acabará votando por la derecha.”
“La izquierda no domina la estructura económica del mercado. Le ponemos cotos, límites, candados, pero no son suficientes. En Grecia, la gente le dijo a la izquierda que votarían por ellos siempre y cuando el gobierno resultante no pagara la deuda. Y como no se puede gobernar sin pagar la deuda, no consiguieron los votos. La gente del siglo XXI no nos está dando esa chance de esperar, de apretarse el cinturón.”
“Todas las revoluciones del siglo pasado fueron seguidas de sufrimiento: hambrunas, epidemias, represión; por la esperanza del socialismo a largo plazo. Pero la gente ya no vota así. Y si la izquierda no ofrece respuestas a corto plazo, pierde las elecciones y las ganan hijos de la chingada que son capaces de mentir.”
LA TRAMPA ELECTORAL
“La democracia del futuro no es la del voto pasional, sino la del voto consciente: la democracia participativa. Si tienes elecciones en donde la gente de verdad discute y hay opciones, eso será democracia. Si la gente no está enterada, si no se discute, si votan por una imagen, eso no es democracia”, apunta Bartra.
En todos los países de América Latina donde ganaron candidatos progresistas, primero triunfaron movimientos sociales. Así llegó Andrés Manuel. No porque fuera bonito ni por sus promesas, sino por un movimiento social que puso en crisis a los gobiernos de derecha. López Obrador llegó porque ofreció construir un nuevo país, cambiar el régimen, ya que el aparato neoliberal no permitía una redistribución de la riqueza, ni que hubiera más ingresos, más derechos y más servicios.
“La estructura económica capitalista siempre tratará de impedir el progresismo. Pero no hay de otra más que el poder del pueblo, entendiendo a la democracia como el poder del pueblo. Y eso no se obtiene simplemente ganando elecciones. Todos los gobiernos progresistas de América Latina triunfaron en las urnas después de haberse consolidado como movimientos sociales. Pero una vez que llevas al gobierno a los buenos, hay que gobernar bien. Si no, hay un repliegue. No vuelven a votar por la izquierda.”
Es la trampa en la que estamos. Tiene salida, pero no es la dictadura revolucionaria. Una tentación inadmisible. A estas alturas de la pelea no podemos repetir la frase de Fidel Velázquez: “A balazos llegamos al poder, y no lo vamos a soltar más que a balazos. La opción son las elecciones, pero la gente vota de coyuntura: si ese año le fue mal, castigan al gobierno.
“Tenemos que resolver el dilema, pero no lo vamos a resolver de un día para otro. Ya tuvimos una primera oleada de gobiernos de izquierda, llegamos a 11 gobiernos progresistas y los pedimos todos, menos dos.”
“En 2018 volvimos a recuperarlos, y otra vez perdimos Bolivia y Argentina, y está en duda si retenemos Colombia. Así es, la democracia es un proceso de alzas y bajas, no es una revolución definitiva. Pero si no ponemos en duda la democracia formal y el sistema de partidos, nunca vamos a resolver ese dilema”, cierra Bartra.
Manuel Vega hace una última acotación: el juego democrático funciona mientras el pueblo no se radicaliza en su exigencia de derechos. Cuando eso ocurre, cae el telón democrático y aparece la fachada fascista. Esto no significa que tengamos que renunciar a la democracia. Al contrario, tenemos que defenderla, dice el ombudsman colimense.
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