LA ALTANERÍA DE PERALTA NO NOS REPRESENTA

Quirino Ordaz Coppel, gobernador priista de Sinaloa expresó en su mensaje del miércoles 5, durante la mañanera, que los importantes avances logrados en su entidad en el combate a la pandemia, son resultado de la estrecha colaboración y la coordinación entre la Federación y el Estado, que se unieron para dar la batalla al virus. Sinaloa junto con la Ciudad de México fueron las primeras entidades donde se presentaron casos de este contagio. También destacó la importancia de la coordinación entre instancias federales y estatales para hacer frente con éxito a la delincuencia. En Sinaloa se han abatido los indicadores de la delincuencia de manera notable en los últimos meses. 

En diversas oportunidades, otros gobernadores no morenos como Antonio Echavarría, de Nayarit; Omar Fayad, de Hidalgo; Alejandro Murat, de Oaxaca, o Alfredo del Mazo, del Estado de México, han dado cuenta de la importancia de la coordinación para sus respectivas entidades. Estos no son los únicos jefes de ejecutivos estatales que han hecho a un lado diferencias partidistas y se han puesto a trabajar codo con codo con el Gobierno Federal. Para estos gobernadores ha resultado prioritario defender el interés general antes que los colores del partido que los llevó al poder. 

La democracia implica pluralidad y diferencias de enfoque. El pueblo llevó al poder a esos mandatarios estatales y también al Presidente de la República. Un demócrata ha de entender que su mandato significa que ha de gobernar en conjunción con otros, aunque correspondan a otros partidos políticos y que la coordinación significa deponer algunas ideologías porque el interés general así lo demanda: A un enfermo con Covid, que se encuentra conectado con un respirador y a sus familiares, qué les va a interesar si el gobernador es priista o el Presidente de la República es moreno. Y a sus familiares, igual. 

Los ciudadanos de un país entregan una parte de su soberanía, de esa soberanía que corresponde al pueblo y a nadie más, y la deposita en un representante, que se denomina constituyente o diputado constituyente que, después de amplias y sesudas discusiones, se supone, redactan una Constitución y es en ese importante documento donde reside ese poder depositado por el pueblo. 

La Constitución organiza la vida de un país y crea y ordena sus instituciones. Por eso resulta obligatorio para todos los integrantes del gobierno, en todos sus poderes y en todos sus niveles, hacer todo lo que la Constitución les ordena y nada más. Y la Constitución no contempla que los diferentes niveles de gobierno peleen entre sí, sino que colaboren y establece también la concurrencia de diferentes niveles de gobierno en algunas funciones como la salud. 

En nuestro caso, el Constituyente determinó que integraríamos una federación, lo que significa que cada estado conserva libertad y soberanía, aunque una soberanía relativa, porque la absoluta corresponde a la Federación, y que hemos de entender más como autonomía que como soberanía. En este punto, resulta fundamental el objetivo de ayuda y cooperación mutua entre las partes, entre las entidades, y de estas con la Federación, para buscar que exista un desarrollo armónico entre ellas y que el bienestar se busque para todos los mexicanos. 

Lo anterior significa que el dinero que pagamos todos los mexicanos se tiene que redistribuir y que toca al Gobierno Federal buscar que los pobres recibamos más que los ricos y que se propicie que los fondos federales ayuden a desarrollar las entidades más atrasadas para emparejarlas con las más ricas y algo similar debe suceder al interior de cada una de las entidades federadas. Es decir, al mismo tiempo que deben transferirse fondos de la Ciudad de México a Guerrero y Oaxaca, el gobierno estatal debe propiciar que dinero generado por Manzanillo, vaya a Ixtlahuacán, por ejemplo. Para el País, todos somos mexicanos y para el Estado, todos somos colimenses. 

Resulta mezquino que algunos gobernadores de entidades ricas o relativamente ricas, del norte y del centro, exijan recursos adicionales y eviten que las del sur y el sureste continúen abatidas mientras que las suyas tengan una diferencia cada vez mayor con las más pobres. Todos debemos mantener un equilibrio y nuestro bienestar debe evolucionar de una manera más o menos pareja. La mayoría de los ricos sólo han sabido explotar a los pobres y ahora resulta que los algunos gobernadores de estados más o menos ricos quieren que sus entidades continúen explotando a las más pobres. Su actitud resulta miserable. 

El juntador de letras seguro está que esa no es la forma de pensar de la mayoría de los colimenses, que hemos sido federalistas por convicción, y por eso resulta reprobable la actitud de Peralta y sus amigos. Si el gobernador piensa de ese modo, su pensamiento no corresponde al de la mayoría de sus gobernados y lo que debe prevalecer es el pensamiento de la mayoría. Eso es la democracia. El gobernador debe hacer lo que el pueblo quiere no lo que él piensa. Así lo establece la Constitución. 

También, los colimenses votamos mayoritariamente por López Obrador para que sea Presidente de la República, con lo cual le ordenamos que se coordine y entienda con el Gobierno Federal, la gubernatura no significa una carta blanca para que actúe como quiera o piense. 

Así pues, cuando Peralta se enfrenta con altanería al Presidente de la República, no está actuando en nombre de los colimenses, como pretende; luego entonces, no nos representa. Y si actúa como lo hace, sin hacer eco a nuestras ideas y convicciones ni a nuestros intereses, debe deponer su actitud o solicitar licencia al Congreso. Esa es su alternativa y esa, también, es nuestra exigencia. No hay de otra sopa. 

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana. 

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