Convertir su boda en un acontecimiento social digno de aparecer en la portada del Hola, la revista emblema del periodismo rosa, fue un desatino que seguramente afectará la carrera política de César Yáñez Centeno.
El anunciado coordinador general de Política y Gobierno en el futuro gabinete de Andrés Manuel López Obrador, se quemó políticamente en el esfuerzo por brillar en sociedad.
El título del cargo, Política y Gobierno, parecía diseñado para permitirle al colimense –dada su cercanía personal con el presidente electo, de quien ha sido secretario particular y coordinador de Comunicación Social desde hace más de dos décadas– un margen de maniobra tal que eventualmente su poder podría haber llegado a semejarse al de un jefe de Gabinete e incluso al de un vicepresidente.
Ahora, cuando todavía está por evaluarse el daño que sufrió la imagen de AMLO por la celebración de la “boda fifí”, la imprecisión en el organigrama de la funciones de César podrían dejar a esa oficina con atribuciones meramente simbólicas.
Ya no podrá ser igual la proyección política que tendrá el brazo derecho de López Obrador con ese nombramiento. Otra cosa hubiera sucedido de haberse casado César Yáñez con menos pompa y más circunstancia. Es decir, con menos lujos y más conciencia del momento político y del mensaje ideológico que estaba mandando.
Con la misma elegancia de las invitaciones a la boda, circuló un mensaje político que agravia a los seguidores de López Obrador. Lo escribió César Yáñez al adquirir cientos de rosas blancas para adornar la capilla que es una joya del barroco mexicano; al pedir al arzobispo de Puebla que fuera el sacerdote celebrante; al pagar un banquete en el Centro de Convenciones, convertido en jardín botánico por tantas orquídeas; al contratar a los Ángeles Azules y a Matute para amenizar el evento; o al ordenar un menú que incluyó langosta y escamoles, entre otros detalles de distinción.
LO PÚBLICO Y LO PRIVADO:
Para combatir los ataques sufridos por el presidente electo, se ha argumentado desde la razón que los esponsales los pagó la familia de la novia, Dulce Silva, que Yáñez Centeno aún no es funcionario público y que no hay manera de que esos gastos suntuarios se carguen al presupuesto de la Presidencia.
Sin embargo, los detractores del nuevo régimen le reprochan al presidente electo no sólo haber asistido sino, prácticamente, haber llevado regalo.
Es una acción que parece concertada y sigue la lógica de una estrategia comunicacional basada en la idea de debilitar al nuevo régimen en este largo periodo de transición (todavía faltan casi dos meses para la toma de posesión) por la vía de contrastar las promesas de campaña con acciones políticas eminentemente pragmáticas.
Columnistas y comentaristas “derechairos” se cebaron en sus críticas al escudero de Andrés Manuel usando un término popularizado por el propio López Obrador en sus descalificaciones a los empresarios que se le opusieron: “fifí”.
Aunque la boda cae en el ámbito de lo privado, en una decisión incomprensible para un hombre que manejó la imagen de AMLO durante muchos años, César Yáñez la convirtió en un evento público al ordenar, pactar o tolerar la difusión de la fiesta en las páginas de Hola.
El daño ya está hecho. La boda fifí le dio argumentos a quienes han venido sosteniendo que el Movimiento de Regeneración Nacional ha sido una empresa política con alta rentabilidad económica, o que postularse dos veces a la Presidencia y fundar un partido les permitió no sólo tener un modo honesto de vivir sino, por lo visto, ingresos millonarios.
Sin proponérselo, César Yáñez hizo creíble las mentiras de que uno de los hijos de AMLO maneja un Ferrari, que al menor lo llevaron a un hospital privado (impagable para la mayoría de los mexicanos) cuando se fracturó una pierna, y que el presidente electo lleva una doble vida: de austeridad y modestia en lo público, de lujos y caprichos en lo privado.
UN CASTIGO EJEMPLAR:
Lo más grave es que el error político de César Yáñez pone al presidente electo en el dilema de dar el ejemplo, castigando a un colaborador leal como ninguno.
Si no se manifiesta ostensiblemente la molestia de AMLO con su amigo por haberlo puesto en una situación tan incómoda, los cuadros del movimiento que se han ido sumando por diversos motivos al proyecto de López Obrador se sentirán tentados a desobedecer al presidente.
Pienso, por ejemplo, en los diputados de cualquiera de las bancadas lopezobradoristas (Morena, PT y Encuentro Social) en el Congreso de Colima. Si no hay sanción política para César Yáñez, los legisladores de izquierda podrían suponer que se pueden vender al gobierno de Ignacio Peralta sin mayores consecuencias.
De más está decir que “abrir” a César Yáñez tendrá efectos directos en la correlación de fuerzas de los grupos lopezobradoristas que se han conformado en Colima.
En este mapa político, la diputada federal Claudia Yáñez Centeno ha venido encabezando su propia corriente, gracias a la condición de privilegio que le da ser la cara visible de una familia de poder.
Como clan, los Yáñez Centeno parecían llamados a tener atribuciones en el contexto del nuevo gobierno que nos harían recordar el reconocimiento que la clase política les dio, en su momento, a los Hurtado en tiempos de Miguel de la Madrid o a los Velasco en el sexenio de Ernesto Zedillo.
Ese escenario que parecía inevitable, sin duda cambió cuando César Yáñez decidió vestir un frac para llegar al altar.
DALE UN MADRAZO AL BORRACHO:
“Entre tabasqueños nos podemos despedazar, pero jamás nos haremos daño”. Eso es lo que bien podría haber dicho Roberto Madrazo tras revelar, en una entrevista con un noticiero que se emite en Villahermosa, que según las actas de las que disponía como candidato del PRI, Andrés Manuel López Obrador aventajaba a Felipe Calderón en la elección presidencial de 2016.
Esos comicios se decidieron por menos de un punto porcentual. Y en ellos el ex presidente nacional del PRI quedó en un lejano tercer lugar.
Como dirigente del PRI estatal, en 1988 Madrazo operó para evitar que el Peje se hiciera de la gubernatura de Tabasco. Y luego, en 1994, pese a la disposición de Ernesto Zedillo de concertacesionar con el PRD, como candidato a gobernador Roberto volvió a despojar a AMLO del poder ejecutivo local. Las dos veces, el abanderado opositor acusó fraude electoral.
Al aceptar que el triunfo de Andrés Manuel era viable en 2006 y que es presumible la hipótesis del magafraude, Roberto Madrazo hace una jugada de tres bandas:
Se congracia con Andrés Manuel, aunque está por verse si se da finalmente un acercamiento;
Deslegitima a Felipe Calderón como virtual cabeza de una oposición política e ideológica al régimen de la Cuarta Transformación, matando en el huevo a un nuevo partido de derecha que tendría como dirigente a Margarita Zavala;
Y Madrazo se erige como un valladar a las pretensiones de Elba Esther Gordillo de empoderarse de nuevo en el sindicato magisterial, con el aval del nuevo gobierno.
No olvidemos que fue Roberto quien expulsó del PRI a la Maestra, luego de llevarla como secretaria general en su comité nacional y de cederle la coordinación de la bancada priista en San Lázaro.
Madrazo acusó a la cacique sindical de estar impulsando la creación de su propio partido (Nueva Alianza) y de haberse vendido al gobierno panista de Vicente Fox.
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