Lo que hace ciudad a un ‘pueblote’ son sus servicios. Villa de Álvarez tiene casi el mismo número de habitantes de Colima, pero la capital sigue concentrando el equipamiento urbano que brinda calidad de vida a sus residentes, como la prestación de auxilio médico, rescate y bomberos.
Lo constaté de primera mano el jueves 6 de mayo cuando, para sofocar un incendio en mi calle, la Estado de México de la colonia Alta Villa, los bomberos villalvarenses trataron infructuosamente de apagar el fuego con bombas aspersoras portátiles, las mismas que recargaban a cubetadas.
Hubo que esperar casi una hora a los tragahumo de Colima. Con una motobomba, en cuestión de minutos ahogaron las llamas. Los bomberos capitalinos traían mascarilla y tanque de oxígeno, así pudieron ingresar al domicilio tras derribar la puerta a hachazos.
Poco después de las 6 de la mañana, primero los ladridos y luego las voces de alarma despertaron a los vecinos de la vivienda siniestrada, ubicada a dos puertas de distancia de la mía. Pronto, a la preocupación de ver cómo las flamas devoraban todo el menaje de casa de los Michel –ausentes por la boda de su hija menor– se sumó la angustia de Leonor por desconocer el paradero de Perla Julissa.
Leonor es guardia de seguridad en el campus universitario que colinda con los lotes de la acera poniente de esta calle, y Arnoldo mi vecino solía contratarla para velar en sus horas libres. Cuando, como en esta ocasión, la vigilante tenía turno en la empresa de seguridad que da servicio a la UdeC, se alternaba con su hija de 15 años.
Fue Arnoldo o alguien de su familia quien le habló a Leonor por celular para advertirle que la casa se estaba quemando. Los Michel se enteraron del suceso por otra de mis vecinas que registró en video el incendio en tiempo real.
¿DÓNDE ESTÁ MI HIJA?
Contaba la madre a quienes trataban de consolarla, que su pequeña dormía en uno de los cuartos. Alguien, intentando tranquilizarla, aseguró que habían visto a una chica correr. Y otro vecino dijo haber oído cuando sacaron uno de los dos vehículos que estaban en la cochera. Mientras, el jefe de los bomberos de la Villa instaba a la madre a agotar por teléfono todas las posibilidades de que su hija se hallara en casa de alguna amiga.
Por las ventanas podía verse que el fuego abrasaba la sala y la cocina que dan al frente. Y la madre que no se atrevía a quitarse el cubrebocas pese a que apenas podía respirar, explicaba que la muchacha dormía en uno de los cuartos que miran al patio trasero. La esperanza de todos quienes escuchábamos el relato era que la joven hubiera podido refugiarse en las recámaras que Arnoldo edificó al fondo del terreno, separadas de la construcción original.
Pero, entonces, ¿por qué nadie la oyó gritar? Me horrorizó imaginar a la joven atrapada en una de esas jaulas en las que, por temor a los ladrones, hemos convertido nuestras casas al colocar rejas en ventanas y tragaluces. Hay quien incluso pone protecciones a lo largo y a lo ancho del patio de servicio. Cuando por fin los bomberos entraron al domicilio, encontraron un cuerpo en el baño. Análisis de ADN confirmarían posteriormente la identidad: era Perla.
ES FEMINICIDIO
Lo que parecía una tragedia se reveló como crimen horrendo. Siendo un testigo ocular del incendio que no quiso estorbar las tareas de rescate, descubrí cómo funciona en los hechos ese ecosistema comunicacional multicapa descrito en la metodología del Tlatelolco LAB de la UNAM.
En ese ecosistema hay un espacio digital donde las plataformas que sostienen las llamadas redes sociodigitales (Facebook, YouTube, Twitter, Instagram, WhatsApp) se vinculan con el espacio mediático (diarios, radio, televisión) y crean una realidad alterna al entorno físico (la calle, la vida cotidiana).
En la capa mediática (aunque la mayoría de los medios en Colima difunden en internet), quienes estábamos en la calle ignorábamos lo que los agentes de la policía judicial filtraron a los portales de nota roja: que el cuerpo de la menor estaba dentro.
En la capa física manteníamos la incertidumbre porque los bomberos, una vez que controlaron el incendio y revisaron el interior de la vivienda, le informaron a Leonor que no encontraron a su hija en el cuarto donde se supone dormía. Sin embargo, en voz baja los rescatistas comentaban entre sí la noticia: ya encontraron el cuerpo.
El hermano de Arnoldo confirmó a la policía que faltaba uno de los coches. Al otro vehículo, una camioneta, se le derritieron los componentes plásticos por el intenso calor. El temor de bomberos y curiosos era que el fuego llegara al tanque de gasolina.
El sedán que se llevaron fue abandonado en otra parte de la ciudad, aparentemente el conductor perdió el control y chocó. Para entonces era claro que Perla Julissa no estaba sola cuando comenzó el fuego. Y empezó a crecer la sospecha de que se tratara de un feminicidio y que el incendio fuera provocado.
Cuando los forenses establecieron que la víctima no murió por las quemaduras sino por las heridas previas infringidas con un objeto punzocortante, la zona del desastre se volvió una escena criminal.
Horas después del levantamiento del cadáver, empezaron a circular en las redes sociales no sólo las versiones de un homicidio sino hasta el nombre del presunto responsable. Publicaron también el supuesto testimonio de una exnovia a quien el adolecente, identificado como Pablo, habría confesado el crimen: la acuchilló, dicen que dijo, nomás para ver qué se sentía, y luego provocó el incendio para ocultar sus huellas.
Pablo habría sido confrontado sobre la suerte de Perla Julissa por amigos en común, cuando el presunto asesino se presentó al velorio de la muchacha. No le creyeron cuando él justificó los arañazos en sus brazos como heridas sufridas en un asalto, y el choque del vehículo como resultado de su esfuerzo para escapar de los malhechores. Fuentes confiables informaron que sus excompañeros de la secundaria trataron de realizar un arresto ciudadano, pero Pablo se les escabulló.
LA CAPA SOCIODIGITAL
De viva voz, los vecinos ya no nos enteramos de nada. En cuanto llegaron los agentes ministeriales obligaron a los curiosos a despejar el área. Los medios están obligados, en términos del nuevo sistema de justicia penal, a reservar los datos de las víctimas, por dignidad, y de los victimarios por respeto al principio de presunción de inocencia. Pero las redes sociales se dieron vuelo condenando al presunto culpable y denunciando una aparente conspiración judicial para encubrir lo que las activistas declararon un feminicidio.
La madre del presunto culpable es una conocida abogada que trabaja para una institución pública en Villa de Álvarez, según se dedujo por las manifestaciones de solidaridad, por parte de su gremio y de organizaciones feministas que, en otras circunstancias, seguramente habrían salido en defensa de la víctima y no de la familia del principal sospechoso.
En forma espontánea, se produjo un movimiento juvenil que exige justicia para Perla Julissa. Incluso, se convocó a una marcha hasta la casa donde murió la chica para levantar una ‘monumenta’. Los vecinos temíamos que, en el entusiasmo por la causa, los manifestantes acabaran haciendo pintas en fachadas o vandalizando vehículos.
El contingente ya no completó el recorrido porque, tres cuadras antes de llegar a la casa de los Michel, hubo un percance automovilístico entre el ciclista que abría paso y el chofer de un camión cargado con pollos vivos. Agentes de vialidad convencieron a los manifestantes de suspender la marcha cuando, literalmente, ya estaba muy alborotado el gallinero.
QUE SE HAGA JUSTICIA
Esperamos una investigación que no sólo esclarezca los hechos, sino que conduzca a la detención del homicida e incendiario. Y deseamos que esto no redunde en una doble victimización de la menor Perla Julissa o, más absurdo aún, de Leonor, la madre.
El crimen pone en jaque a la Fiscalía, ojalá las pesquisas no avancen al ritmo de otros homicidios de alto impacto. Y mete en un predicamento al aparato de justicia porque se trata, muy probablemente, de juzgar y sentenciar a uno o varios menores de edad que, por definición legal, son inimputables.
Al margen de esa situación, quiero volver al tema del principio: las diferencias en la calidad de los servicios entre una y otra ciudad de la zona conurbada Colima-Villa de Álvarez.
En ambos municipios, quienes prestan los servicios de auxilio son voluntarios. No obstante que el gobierno estatal y los ayuntamientos cuentan ya con una estructura de Protección Civil que los obliga a hacerse cargo del servicio de bomberos, rescate y emergencias, en el estado de Colima se los seguimos dejando a los patronatos de bomberos y a la Cruz Roja.
La síndica con licencia del ayuntamiento de la Villa, Karina Heredia, como candidata ahora a la presidencia municipal reconoció que la Comuna efectúa el cobro del derecho de siniestralidad a los comercios, pero no fluyen esos recursos hacia las asociaciones civiles que prestan los servicios de auxilio.
En la medida que no está claro qué hacen los bomberos voluntarios y qué hace la Cruz Roja respecto a las tareas que tiene asignada por ley la oficina municipal de Protección Civil –nos dijo Karina en entrevista–, no hay partidas presupuestales asignadas a las diferentes organizaciones no gubernamentales. En otras ciudades, el cuerpo de bomberos es una extensión de la policía. En la Villa, hasta el edificio del cuartel ubicado en la glorieta de la Diosa del Agua ha sido motivo de disputa entre el Ayuntamiento y el Patronato.
TRAMPA MORTAL
Asumimos que los incendios más probables son las quemazones de lotes baldíos que se salen de control o en vehículos que sufren un corto circuito. En el peor de los casos, estos siniestros pueden ocurrir por mero vandalismo. Sin embargo, no queremos ver el riesgo que supone para una casa o local comercial la instalación eléctrica en mal estado. No hay autoridad que verifique la existencia de extinguidores, rutas de evacuación o salidas de emergencia en las viviendas.
En México, las construcciones suelen ser de ladrillo y concreto y no es tan fácil que se propague el fuego como en las casas de madera comunes en Estados Unidos. Sin embargo, aquí no usamos retardantes en la pintura o las cortinas como allá. Tampoco tenemos mecanismos para cortar la electricidad desde fuera de la vivienda o cerrar el gas. La pesadilla de los vecinos de Alta Villa es que el fuego alcanzara al tanque estacionario.
Gran parte del peligro es consecuencia de la inseguridad. Una casa enrejada es una trampa mortal para sus moradores en caso de incendio o sismo. Y la mayoría asumimos que basta con no dejar la casa sola, sin pensar que un menor de edad o un adulto mayor no sólo no disuadirán a los ladrones de entrar al domicilio, sino que potenciarán el riesgo de que el robo termine en violencia.
LA CASA QUE ARDE
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