Leo una cabeza de noticia que me dejó helado, de momento, pero luego, recordando las estadísticas fúnebres; las historias de violencia, de robos, de secuestro, de desapariciones, me dije esta declaración del gobernador no es novedad: es una confirmación oficial, que la sociedad civil ya había reconocido.
Ignacio Peralta Sánchez, gobernador tras un proceso altamente competitivo, no hizo nada por esforzarse y pretender pasar a la historia de los gobiernos colimenses, con grados satisfactorios en su desempeño. Pareciera que administró la inercia; que dejó fluir la incapacidad de sus antecesores, y que en algunos aspectos, los superó con notas elevadas, como es el caso de ausentarse del estado.
¿Qué le pasó a su proyecto? ¿Por qué no han cuajado sus promesas de campaña? ¿De qué le sirvió estudiar en el extranjero con cargo al erario? Estamos ante preguntas que si se respondieran con honestidad, quizás llegaríamos a la certeza de que le quedó grande la yegua, recordando esta imagen de mi compa Vizcaíno.
La nota que momentáneamente me cimbró, fue el reconocimiento que hizo el gobernador en el sentido de que la delincuencia invade todas las esferas de la sociedad, claro, él, como tecnócrata que es, le llamó “incidencia delictiva”, pero en mi tierra es lo mismo montarse que enancarse.
El gobernador aludió a la invasión masiva de la delincuencia a todos los recovecos y planos de la sociedad, refiriéndose al aumento de feminicidios en Colima, y así es, consterna a toda la sociedad que nuestra querida entidad Colima haya llegado a la inevitable conclusión de que el crimen, literalmente, ha ganado la batalla, o pareciera, concediendo algo de esperanza.
Luego llama a que estemos alertas todos. Miren ustedes, estimados lectores, ya nos robaron y nos volverán a robar, aunque ya hayamos pagado todos nuestra cuota. No hay nadie en la entidad que no haya sido víctima de algún tipo de robo, directo o victima lateral, pues si te roban a tu hermano, te duele; si te roban en la casa de tu hija, te duele; y si roban al propio vecino que se las ve duras para el sustento, peor.
Si por cada asesinato se colocara una cruz o una lápida en el punto donde acaeció la victima; hay puntos de nuestras ciudades y colonias, donde cada veinte o treinta metros se encontraría una de otra. Esas sí forman parte de una enorme incidencia delictiva visual.
La delincuencia que hoy azota a Colima y al país en general no es gratuita, o la consecuencia de la movilidad social; de algún fenómeno sociológico; alguna derivación de la conducta humana hacia el mal; vamos, no es ni porque nos portemos mal o que sea un designio de dios o de luzbel: el crimen que impera en nuestra sociedad, es producto de la corrupción, principalmente; que fue tolerada en su tiempo y jamás combatida; ya que los políticos se preocuparon por obtener riqueza mal habida; codeándose con los príncipes de la corrupción pública, del narco, de los empresarios de los moches, etcétera.
El extravío de la moralidad pública, sumados a la corrupción en las instituciones y en el manejo de los dineros del erario; así como la incapacidad e in eficiencia mostrada por los gobiernos federal, estatal y municipales anteriores; generó un valemadrismo en la función pública; con instituciones y parlamentos que fueron contaminados por la corrupción, donde el partido de estado en turno, dejaba que la corrupción se enseñoreaba.
Colima tiene muchos ejemplos, y de manera inmediata pueden ser citados; gobernadores que resultaron verdaderos pilluelos, exonerados por sus similares, es decir, deshonestos, diputados en el congreso local. Citarlos por sus nombres completos da nauseas.
Pero el mayor de los gurús de la corrupción en este país, es el presidente Peña Nieto, quien – anuncia el gobernador- vendrá a Colima en su última visita. No es bienvenido. Su gobierno es el principal culpable del desastre en que se encuentra el país, y Colima en particular. Abrazó la corrupción y salpicó con ella a casi todas las esferas de la sociedad y de la vida pública. Y por eso está el país en estas deplorables condiciones, y así seguirá hasta el 1 de diciembre, donde se abre un nuevo paradigma y hay la esperanza de que las cosas empezaran a cambiar.
PUNTO Y RAYA
Dos alcaldes, enemigos de los trabajadores. Como defensor del sindicalismo y de los derechos sociales del pueblo mexicano, en estos días he visto que dos alcaldes de dizque un movimiento ciudadano, parecen comportarse más como mayordomos porfiristas en contra de los trabajadores municipales. Se lamentan porque se hicieron las basificaciones de quienes tienen derecho a ello, y utilizan este hecho para enjuiciar a quienes ellos relevaron en el cargo.
Nunca se había visto a alcaldes tan llorones, arremetiendo como verdugos contra los trabajadores municipales, que seguramente se defenderán y ganarán el juicio.
Creíamos que iban a ser más talentosos y emprendedores desde el principio del cargo, al que llegaron no con la fortaleza de votos con la que se ostentan como ejecutores de la miserable situación de los trabajadores. En vez de emplear mecanismos administrativos de ahorro, eficaces y eficientes; y realizar gestiones adecuadas para la buena marcha de sus administraciones, están mostrando su fragilidad política, de falta de capacidad y una descarnada miseria humana contra quienes viven de su humilde trabajo.
Son los únicos dos municipios, el de Colima y de Villa de Álvarez, donde sus alcaldes se la han pasado lloriqueando que porque les han dejado un monstruo sus antecesores, y arremeten contra ese monstruo, que son los humildes trabajadores municipales. Ojalá rectifiquen, y en vez de combatir a los basificados, hagan investigaciones para que los alcaldes de la corrupción, los priistas, rindan cuentas y se hagan responsables del saqueo de las arcas y de los fondos de pensiones.
Pero a todo esto ¿qué dicen los regidores de la pluralidad en los cabildos de Colima y de Villa de Álvarez, han mostrado su solidaridad con la clase trabajadora? No se ha visto que digan algo, y hay regidores de todos los partidos, con fuerza suficiente para doblar la guadaña filosa que contra la clase trabajadora empuñan los ediles Leoncio Morán y Felipe Cruz. ¡Hasta la próxima!