Hace algunos años el columnista Carlos Ramírez (Oaxaca, 1951) estuvo en la Universidad de Colima, pero este miércoles 8 de mayo regresó a esa casa de estudios para participar en la II Semana del Periodismo.
Organizada por la coordinación general de comunicación social del Gobierno del Estado, la Semana cumplió una agenda que incluía conferencias y talleres sobre periodismo cultural, periodismo político y periodismo digital.
El autor de Indicador Político (que de columna sindicada en numerosos diarios del país, evolucionó digitalmente hasta convertirse en un portal) reconoció ante los estudiantes de la Facultad de Letras y Comunicación que comenzó en 1972 siendo “un periodista práctico”, tras dejar trunca una licenciatura en Administración de Empresas en la Universidad Iberoamericana que su padre le había impuesto.
Sin embargo, con el tiempo decidió formalizar su ofició. Se tituló como licenciado en Periodismo hace seis años y luego estudió una maestría en Ciencias Políticas en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Recientemente completó las materias del doctorado en Ciencias Políticas en el Centro de Investigación en Docencia y Humanidades del Estado de Morelos, pero le falta terminar la tesis.
“Lo que quiero decir es que ya el periodismo práctico está rebasado. Se requiere un marco teórico, académico y analítico mucho más profundo. Hay especializaciones, diplomados en análisis político y posgrados en ciencias políticas o economía que debemos aprovechar”. El reportero que sale a la calle a conseguir la nota es imprescindible, pero el periodista debe ir “escalando en su profesionalización”, subrayó.
De entre los libros que ha publicado Carlos Ramírez, el columnista se refirió a dos: El 68 no existió y Octavio Paz y el 68: crisis del sistema político priista (ambos publicados por Editorial Indicador Político en 2018, al cumplirse 50 años de la masacre).
En el segundo hace una lectura politológica de todos los ensayos que escribió el Nobel de Literatura sobre el movimiento estudiantil. A Ramírez le interesa no el ensayista que concentró en Postdata “algunas frases muy agradables en términos literarios”, sino el analista político que fue Paz.
…TODO SE TRANSFORMA
Carlos Ramírez tituló su conferencia: ‘La prensa ante la Cuarta Transformación, redefiniendo el nuevo paradigma’, no porque pretendiera “adoctrinar a favor o en contra” del nuevo gobierno federal sino porque, “con toda la parafernalia a la que nos ha acostumbrado el viejo régimen priista que no ha muerto todavía”, hoy todo es 4T y “todo lo bueno y lo malo tiene que ver con ella”.
Pasó entonces a contextualizar esta Cuarta Transformación. “Me ha costado trabajo llegar a una idea de lo que significa históricamente, pero la puedo definir de manera sencilla: La 4T es la que está después de la tercera y antes de la quinta. Es todo y es nada”.
Ya en serio, dijo, así como es una ley de la física que la energía no se crea ni desaparece sino que se transforma, “estamos ante una evolución dentro de un mismo modelo, por lo que debemos analizar la 4T en el escenario de lo que conocemos como sistema político mexicano”.
Para el ponente, no hay variación en el sistema político salvo por el estilo personal de gobernar. La administración de López Obrador “no presenta ninguna novedad original respecto a lo que ya hemos visto”. Como reportero de El Heraldo de México, en 1972 fue adscrito a la fuente de la Presidencia “y me tocó vivir en el centro del poder de Luis Echeverría”. Con ese antecedente, afirma que la 4T “es un poco evolución de lo que ya estaba”.
El texto central doctrinario del gobierno de López Obrador –explicó Ramírez– es el Plan Nacional de Desarrollo. En realidad, son dos documentos en uno: el primero es, en términos jurídicos, dogmático; y el segundo es un documento programático.
El dogmático, que fue escrito en Los Pinos, “es pura retórica populista”. Y es el programático que fue redactado en la Secretaría de Hacienda, el que desglosa los objetivos del sexenio. “Pero en ninguno de los dos hay una propuesta que modifique la estructura del modelo de desarrollo que está vigente prácticamente desde la Constitución de 1917, con sus variantes”.
LA CUARTA REVOLUCIÓN
Para Carlos Ramírez, la nación mexicana no ha tenido sólo cuatro transformaciones sino por lo menos quince:
La primera fue cuando las tribus indígenas nómadas se convirtieron en pueblos sedentarios. La segunda, cuando se construyeron las monarquías indígenas.
Luego vino la Conquista. Y todavía dentro del Virreinato, el autonomismo de 1808 a 1811.
De ahí pasamos a la construcción del primer imperio mexicano tras la consumación de la Independencia. En función de que el trono de la Nueva España se le había ofrecido a Fernando VII, cuando el Borbón no contestó Agustín de Iturbide se autoproclamó emperador de México.
La vida independiente arranca formalmente con una República Federal, que dura hasta 1836. De ese año y hasta 1846 la República sufre una transformación centralista. Luego viene la dictadura de Santa Anna que se mantuvo formalmente hasta 1855.
En 1854, con la Revolución de Ayutla arranca la guerra de liberales contra conservadores, donde además e inserta la lucha contra Napoleón III y el imperio de Maximiliano de Habsburgo.
Juárez “reinstala, no restaura”, la República en 1867 y su mandato dura hasta 1872, cuando muere don Benito. Después de las pugnas entre los próceres de la Reforma que quedaron vivos, en 1876 toma el poder Porfirio Díaz. Y de ahí se establece un nuevo régimen que dura hasta 2003, comentó Carlos Ramírez saltándose el episodio de la Revolución y del cardenismo.
“Hubo, pues, muchas transformaciones. No es solamente la Independencia, la Reforma y la Revolución”. ¿Pero hasta dónde cada una de estas gestas es una transformación de algo que ya está, y que no termina hasta que el cambio se vuelve funcional? ¿Y hasta dónde cada una de las tres transformaciones anteriores no se trató en realidad de una ruptura revolucionaria?
Para Ramírez las tres anteriores a la 4T no fueron verdaderas transformaciones. “Y en la cuarta podríamos estar ante un intento de una nueva ruptura revolucionaria”. Aunque no está muy claro revolución respecto a qué, o si se trata de una fase más de la anterior.
LA ETERNA LUCHA DE CLASES
“Estamos ante una redefinición de relaciones de poder entre los diferentes bloques políticos. López Obrador no ha presentado ninguna nueva formulación”. Y Carlos Ramírez centra su análisis en tres puntos:
“No ha presentado ninguna iniciativa para una nueva ruptura, es decir, para crear un nuevo sistema político. Estamos viendo todavía el viejo.
“No hay una sola iniciativa para crear un cambio de régimen. Seguimos viviendo en un régimen presidencialista y así continuará siendo a menos que se quiera llegar a un régimen parlamentario o semiparlamentario, ¡cuando no a uno monárquico!”
“Y la tercera evidencia es que estamos viendo el mismo Estado constitucional de 1917. Quizá haya habido en etapas anteriores a la actual, profundas revoluciones dentro de la Constitución, por ejemplo, Cárdenas fue responsable de una de ellas, al igual que López Portillo. De la Madrid y Salinas hicieron su propia revolución constitucional, modificando la esencia de la Carta Magna, lo que determinaría el nuevo rumbo de México con base es un modelo distinto de desarrollo”.
Para Ramírez, “las relaciones políticas son producto de las relaciones de producción”. Si vivimos en un sistema capitalista, las relaciones políticas y sociales se dan en función de las tensiones de clase entre la burguesía y el proletariado, a los que ahora nos gusta llamar empresarios y trabajadores.
POTENCIAR EL VIEJO DISCURSO
Pero “si no hay un cambio en ese paradigma, lo que estamos viendo es más bien un intento de potenciar un discurso político muy sencillo, que apela a lo que es uno de los elementos más importante de cohesión y justificación del viejo sistema político priista: la cultura ideológica a través de la educación.
“Luis Javier Garrido escribió en La Jornada que en este país todos somos priistas hasta que se demuestre lo contrario, porque a todos nos educaron con los libros de texto gratuito y todos tenemos por tanto esa mentalidad”. Luego puede venir una toma de conciencia que nos lleva a plantear algún cambio o reforma democrática”.
En ese sentido, la 4T es “simplemente una propuesta discursiva para diferenciarse del gobierno anterior”. Si bien López Obrador dice que se acabó el gobierno neoliberal, la parte dogmática o ideológica de su Plan Nacional de Desarrollo comienza reconociendo que el proyecto de Andrés Manuel es el mismo del Estado mexicano. Y por la educación que recibimos, entendemos que ese Estado es el Revolucionario, donde la autoridad está por encima de la sociedad.
Sin embargo, sostiene Carlos Ramírez, en realidad “nos cambiaron el Estado y no se han dado cuenta a pesar de que están todos los elementos para el análisis. Carlos Salinas cambió la esencia del Estado mexicano desde que era secretario de Programación y Presupuesto de Miguel de la Madrid. En el Plan Nacional de Desarrollo, crearon a partir de 1982 una nueva figura del Estado que fue la esencia de la contrarrevolución económica salinista”.
Con esa reforma neoliberal, termina el Gobierno de la ideología de la Revolución Mexicana y nace ya el gobierno del pragmatismo económico”. Como lo dijo el entonces titular de SPP en una conferencia en 1985, al declarar extinto el Estado social con una serie de reformas constitucionales Carlos Salinas de Gortari inicia la era del Estado autónomo.
El Estado autónomo –explicó el ponente– es una teoría que a mediados de los ochenta desarrollaron politólogos ex marxistas en Harvard, donde Salinas estudió, que dice que el Estado ya no es la arena donde se disputan entre las clases sociales los intereses para la dirección del Estado, sino que está por encima de ellos.
Si López Obrador dice que su proyecto es el del Estado que viene en la Constitución, sin querer está adhiriéndose al tipo de Estado que transformó Salinas, resumió Carlos Ramírez. Y con esta idea cerramos esta primera entrega de la relatoría de su charla, que continuaremos mañana.
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