Se inauguró la Feria de Todos los Santos, el máximo evento fiestero del calendario colimense, que es basto, y como todos los años, es además de fiesta, un evento político y un escaparate para algunas figuras, sobre todo políticas. Y es también un evento cada vez más distante del colimense común. Sigue teniendo muchos seguidores que son, además, visitantes asiduos pero cada vez, más detractores.
Ha faltado imaginación. Todo lo que allí sucede resulta previsible. Cada año es lo mismo y a veces, ni siquiera mejorado en relación con los de años anteriores. Ha caído en los vicios típicos de otras muchas fiestas de los colimotes. La inercia, la carencia de imaginación, la burocracia y otros muchos factores ganan la batalla. Nunca pueden contemplarse factores tan sencillos como la evolución de la sociedad y eso, la ha convertido en un festejo anacrónico y que no responde a los intereses de capas de la sociedad que crecen. Responde como casi todos los festejos nuestros, a los intereses de los profesionales de las fiestas rancheras y en un estilo, cada vez más narco.
¿Qué se puede ver en la feria? Lo mismo que se puede ver todos los días en Colima. ¿Qué se puede comprar en la feria? Lo mismo que se puede comprar todos los días en Colima. ¿Qué se puede comer y beber en la feria? Lo mismo que se puede comer y beber todos los días en Colima. Y entonces, muchos se preguntan ¿A qué voy a la feria? Y la pregunta se hace, sobre todo, cuando los bolsillos de los colimenses se encuentran flacos.
Hace medio siglo o más, las conversaciones de los colimenses durante esta temporada versaban sobre la Feria, ahora ya no: Se habla de otros acontecimientos: La consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, las caravanas de migrantes, la rebaja en el peaje de la caseta de Cuyutlán para los automovilistas colimenses, las elecciones en Brasil y el preocupante triunfo de Bolsonaro, el Trump Tropical y muchos temas más, pero son muy pocos los que se refieren a la Feria.
Y es que ha dejado de ser objeto de interés para muchos de nosotros. Ya ni siquiera sirve para romper con las rutinas de los colimenses, pues la Feria tiene mucho en común con las fiestas que se realizan en cualquier pueblo y en cualquier ranchería colimense. No hay que esperarla para ir a comprar perones o nueces como sucedía hace medio siglo. Tampoco es la opción para enterarse de algunas novedades, puesto que las noticias van y vienen a una velocidad cada vez mayor y ahora sabemos de las cosas casi simultáneamente a cuando suceden. Entonces ¿Cuál es la importancia de la Feria? El presupuesto oficial para su organización existe al igual que la fuerza burocrática que la impulsa ¿?, pero ¿sirve para algo? ¿le sirve a alguien? ¿Resulta en una prioridad para el gasto gubernamental? ¿Respeta alguna tradición? ¿Es un escaparate para la producción colimense? ¿Fomenta nuestro desarrollo cultural o económico?
Se inaugura cuando está a punto de concluir el Festival Internacional Cervantino que, como cada año, rompe sus propios récords de asistentes y derrama o cuando se celebra en la Ciudad de México, un cada vez más arraigado desfile para celebrar el Día de Muertos o los festejos por el mismo motivo se preparan en Pátzcuaro, Mixquic o en la Huasteca. Todas estas fiestas progresan mientras la nuestra va en picada, en caída libre. Seguramente a los colimenses nos dice que algo distinto debe hacerse con nuestra Feria. Pero nos lo dice a los colimenses no a quienes gobiernan a los colimenses. Aunque como bien sabemos, después nos dirán que fue un éxito rotundo y nos inventarán muchos beneficios para todos; pero eso es solo una justificación de los organizadores para defender sus chambas y privilegios.
El divorcio entre gobierno y gobernados existe y se manifiesta aún en eventos como la Feria. Y eso, llama la atención. La sociedad se transforma todos los días y sus intereses también. Nuestros gobiernos van atrás porque ya ni siquiera hacen un esfuerzo por entenderla y adaptarse a sus necesidades que son cambiantes porque está viva. No sirven para servir como debiera ser su obligación. Los gustos o los intereses de algunos colimenses no cambian porque no viven en el mismo Colima (ni en el mismo mundo) que otros colimenses. El problema para los desfasados es que cada vez son menos. La Feria, como las demás fiestas, deben ser para todos y no solo para algunos. El gasto gubernamental debe aplicarse a aquellos asuntos que resultan de interés general, no del interés de algunos (que supone el que junta estas letras, ya no constituyen una mayoría).
Esta, como muchas otras acciones de gobierno, debe transformarse. Nuestros gobiernos deberán preocuparse por conocernos y entendernos, si no pueden darnos satisfacción con algo tan sencillo como la organización de la Feria, ¿Podrán tener la capacidad para arreglar otros asuntos verdaderamente complejos como propiciar nuestro desarrollo, como procurar la felicidad de los pueblos?
Quede la pregunta como tarea. Ojalá el año próximo podamos comentar otra cosa. Que el próximo primero de noviembre, vuelva a ser un día de fiesta para todos los colimenses.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.