Por supuesto, lo primero (y urgente) que las autoridades federales deben hacer es establecer que el colapso del helicóptero en Puebla se trató de un accidente.
Es decir, descartar la posibilidad de un atentado contra la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso, y su esposo el senador y ex mandatario de ese mismo estado Rafael Moreno Valle, quienes murieron junto a los dos pilotos y el asistente personal del también líder de la bancada panista en la cámara alta.
Con todo, presentar (a la brevedad) un informe técnico en el que se detallen las causas por las que el helicóptero se precipitó a tierra y se incendió hasta quedar calcinados los cuerpos de las víctimas, no despejará el clima de sospechosismo que se ha instalado en el país, a favor o en contra del régimen de López Obrador.
Los mexicanos, ya lo dijo Sergio Sarmiento, somos los campeones mundiales del conspiracionismo. Y, lectores a conveniencia de Franklin D. Roosevelt, estamos convencidos que en política las casualidades no existen.
En ese tenor, hemos escuchado las versiones que tanto irritaron a Andrés Manuel en el sentido que la muerte de los gobernadores poblanos supuso la revancha de Morena luego que el Tribunal Electoral de la Federación le dio el triunfo a Alonso, en una elección impugnada por el candidato opositor Luis Miguel Barbosa.
La teoría de un golpe de Estado se cae, por cierto, cuando vemos que aun cuando la mayoría morenista en el Congreso de Puebla designase a un correligionario como gobernador interino, éste deberá convocar a elecciones que se celebrarán en tres meses. Y competir en esas condiciones es lo que menos desearía el candidato del Movimiento de Regeneración Nacional porque, como dijo Locho Morán en 2005, ¿quién le puede ganar a un muerto?
En ese sentido, lo sugiere el bloguero Nacho Rodríguez (El Chapucero) –un influencer tan identificado con el régimen de la Cuarta Transformación que hasta vende camisetas con la leyenda “Me canso ganso” y posters de López Obrador en el momento de rendir protesta–, la elección extraordinaria en Puebla es un escenario político propicio para que panistas que lucharon contra Moreno Valle, como Javier Lozano Alarcón, se hagan de la candidatura al gobierno estatal.
LA MAFIA HUACHICOLERA
En el afán de librar a AMLO de la sospecha de un crimen de Estado, se acaba revictimizando a los fallecidos. Desde esos sectores de la opinión pública que defienden oficiosamente al Presidente de la República, han surgido toda clase de versiones respecto a las causas del supuesto magnicidio. Desde los que afirman que fueron los propios panistas celosos del crecimiento que estaba teniendo Moreno Valle en el liderazgo nacional de ese partido, hasta los que señalan a los huachicoleros.
En cuanto a la pugna intrapartidista, otra vez El Chapucero es quien subrayó en un video del 25 de diciembre que como coordinador de la bancada panista en el Senado –posición que ganó contra viento y marea– el ex gobernador poblano estaba perfilado para la candidatura presidencial de 2024.
Y en lo que respecta al huachicol, ciertamente los duros golpes que la administración federal le está dando a la industria criminal del robo de combustible al interior de Pemex alimentan esta teoría de una venganza de quienes, bajo el presunto amparo de políticos de alto nivel como Moreno Valle, hicieron de la extracción y el mercado negro de combustible un negocio ilícito más rentable que el mismo narcotráfico.
Las investigaciones del nuevo gobierno federal han venido revelando que la extracción de gasolinas no se limita a la que se practica en los ductos, sino que el mayor volumen ocurría dentro de las instalaciones de Pemex. Y que la venta en expendios clandestinos es nada comparada con la que se ha estado dando en las gasolinerías.
El seguimiento de estas pistas podrían conducir al enjuiciamiento de la verdadera mafia huachicolera, la que se esconde detrás del sindicato petrolero. Y de ahí es que, de acuerdo a una lectura convenenciera de Mario Puzo, hay quien concluya que el político más peligroso es el que ya no le sirve al hampa.
JUAN GABRIEL NO HA MUERTO
Esa certeza de que los gobernadores poblanos estaban marcados, lleva a algunos usuarios de las redes sociales a fabricar otra teoría de la conspiración todavía más novelesca: que los Moreno Valle están vivos.
Según esta ficción política, los gobernadores fingieron su muerte para escapar de los grupos delincuenciales que les reclamaban su inutilidad a la hora de defenderlos de las embestidas de AMLO contra el huachicol. Y una explicación paralela remite a una auditoría ordenada por la nueva mayoría de Morena en el Congreso de Puebla hace poco más de un mes.
La persecución de unos u otros explicaría, sostienen con absoluta seriedad quienes formulan esta teoría, que los cuerpos hayan ardido hasta quedar carbonizados. ¿Quién puede decir que Alonso y Moreno Valle iban a bordo si nadie los puede reconocer?, insisten quienes han decidido pasar por alto el manifiesto de vuelo o los testimonios de quienes los vieron subir al helicóptero.
El Chapucero se dedicó a recopilar testimonios en la redes sociales que abonan a la teoría de la muerte fingida: la ausencia casi total de restos del fuselaje, la incompatibilidad de la cola que sobresale del suelo con el diseño del modelo A 109 del aparato marca Agusta, el reducido perímetro del área siniestrada o la rapidez con la que fueron incinerados los cuerpos, entre otras “evidencias”.
Ni duda cabe que el gobierno de López Obrador tendrá que esclarecer estas circunstancias par no cargar con la sospecha de haber ayudado a los Moreno Valle a escapar.
CARAMBOLA DE TRES BANDAS
Para disfrute de los conspiracionistas, cabe decir que si en verdad el helicóptero fue derribado esta decisión se tomó después que el presidente López Obrador decidió no ir a la toma de posesión de Martha Erika Alonso y mandó a un representante de bajo nivel que se perdió buscando el lugar del evento.
En ese sentido, es absolutamente verosímil que Andrés Manuel no asistiera al homenaje fúnebre porque “no había condiciones”. En otras palabras, porque lo iban a abuchear. Y aquí no valen alegatos de que es “el presidente de todos los mexicanos”.
Nadie está obligado a pegarse un balazo en el pie. Y la imagen de un López Obrador aguantando la rechifla de los deudos de los Moreno Valle, les hubiera entregado a sus detractores la estampa de un gobernante fracasado.
Finalmente, la más refinada de las teorías conspiracionistas es la que describe una carambola de tres bandas para, mediante el sacrificio de los Moreno Valle, minar la legitimidad de López Obrador. Teoría que tiene su lado B en la hipótesis de que los Moreno Valle fingieron su muerte para perjudicar a López Obrador.
Que AMLO sea al que realmente querían perjudicar no le quita al Presidente la responsabilidad de haber manejado mal la crisis provocada por la muerte de los Moreno Valle.
Llamar a los conspiracionistas “mezquinos neofascistas”, para cambiar el adjetivo al día siguiente por “canallas”, terminó por polarizar a la opinión pública en un país, repito, donde somos los campeones del conspiracionismo.
Sin embargo, cabe recordar que no fue López Obrador quien instaló el discurso de odio en la retórica política. Fueron sus detractores desde mucho antes del último proceso electoral, con su campaña de pánico basada en racismo, clasismo y un trasnochado anticomunismo.
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