Han pasado más de 6 décadas desde que la mujer conquistó su derecho a votar en México (1953), 41 años desde que la primer gobernadora del país, Griselda Álvarez , llegó a su cargo (1979) y aunque estas fechas parecen lejanas, el tiempo no ha pasado por algunos lugares o personajes de la política y tristemente, en pleno 2020, las mujeres tenemos que seguir luchando por abrirnos camino en cargos con poder decisión y lo más trágico, es que esta barrera no solo se ve en la administración pública o en la contienda por cargos de elección, se repite en casi todos los rubros.
Esta reflexión vino a mí después de las distintas reacciones que ha levantado la decisión del Instituto Nacional Electoral, de obligar a los partidos a dar a mujeres candidaturas para la gubernatura en al menos siete estados, durante el próximo proceso electoral.
Y es que a pesar de que la participación política de las mujeres, si bien en progreso, aún es muy baja y de que solo dos de los 32 estados del país son gobernados por mujeres o de que a nivel municipal solo hay 510 al frente de los 2 mil 463 municipios a lo largo de México…todavía hay quienes se oponen a la apertura de espacios, a la paridad de género.
Ejemplo claro y retrograda es el que pusieron algunos personajes dentro del Senado y el Partido Acción Nacional, al impugnar dicho fallo de la autoridad electoral al considerar que esto “restringe los derechos de los hombres”, pese a que estos ocupan casi todos los espacios de decisión en casi cualquier ámbito.
Pero lo anterior, está lejos de ser la única piedra en el camino dentro del empoderamiento político de las mujeres, ya que al intentar contender por cargos, hemos de toparnos con el techo de cristal de la violencia, de los roles y estereotipos de género, así como una lucha encarnizada por quitarnos la voz y desacreditarnos en la esfera pública, a costa incluso, de ventilar, señalar o escarbar en lo privado.
Lo he visto de cerca, por ejemplo, con mi compañera Indira Vizcaíno. El terror que les provoca que una mujer que ha probado ser incorruptible escale en los peldaños del poder, la hace blanco de constante ataques y calumnias en su contra.
Pero no solo eso, a las mujeres no solo se nos juzga por la forma en que ejercemos nuestro encargo, además, se pretende que lo hagamos cumpliendo ciertos estándares, y es por ello que se nos cuestiona hasta si nos peinamos o no.
Se nos intenta restar valor o seriedad señalando, ventilando o inventando aspectos de la esfera privada y se nos tiene en conceptos misóginos, como personas con intereses banales o capacidades inferiores…por ello tenemos diputados que se atreven a decir desde tribuna y en una sesión pública, que “antes de ver nuestras telenovelas” leamos la ley.
No me sorprendería que a pesar de nuestra lucha y los avances en materia de equidad de género en todos los espacios, el próximo 2021, cuando una gobernadora tome protesta en Colima, el tiempo retroceda a finales de los setentas y el Rey Colimán amanezca con un mandil –a manera de mofa–, cómo sucedió cuando Griselda Álvarez llegó al poder.
Quienes intentan detener nuestra justa llegada a las posiciones de decisión, deben saber que nuestra lucha es añeja y que nuestros movimientos por conquistar nuestra plena libertad e independencia, siempre han tenido poderosos y múltiples detractores.
Pero las mujeres #estamoslistas para continuar abriéndonos camino, tomando relevancia en la vida pública y política de Colima, México y el mundo.
La corriente en contra no es suficiente para detenernos, porque sabemos bien que detrás del logro de una, se encuentra el precedente que abrirá las puertas y acortará la brecha para las generaciones venideras.