Lo que sorprende –y coinciden en ello varios lectores de esta columna– es que haya tantos actores políticos dispuestos a tomar la estafeta en el PRI cuando a ese partido se le vienen, por decir lo menos, seis años de vacas flacas.
Ser designado presidente del comité directivo estatal equivale a sacarse la rifa del tigre. De esto saben bien los jóvenes a los que el gobernador Ignacio Peralta invitó a hacerse cargo de los comités municipales. La mayoría desertaron porque el cargo no les garantizaba una candidatura, y porque había que ponerle de la bolsa para pagar la luz, el teléfono y hasta el sueldo de la secretaria.
Cuando el tricolor se volvió oposición, entre 2000 y 2012, la situación económica comenzó a ser difícil pero quedaban todavía muchos estados donde el Revolucionario Institucional era partido gobernante.
A falta de presidente de la república, los mandatarios estatales tuvieron que fungir como mecenas del instituto político. Claro, con cargo al erario. Y a cambio se convirtieron en virreyes.
Tras la debacle del 1 de julio, como consecuencia de la bajísima votación obtenida por sus candidatos, el PRI verá disminuidas sus prerrogativas (el financiamiento público) a nivel federal y estatal. Pero, además, habrá menos senadores, diputados federales, legisladores locales y munícipes electos con los colores patrios, en posibilidad de aportar sus cuotas al partido. En el colmo, no habrán sumado un solo gobernador a la nomenclatura priista.
Es mucha merma para una estructura política que no desarrolló estrategias de financiamiento privado, pues desde su fundación lo ha sostenido el dinero público.
¿Cómo le van a hacer en adelante para costear el aparato burocrático del PRI nacional y en los estados? ¿Cómo se mantendrán los edificios? ¿Y específicamente de dónde saldrá el dinero para terminar la sede estatal en Colima?, se preguntan los lectores de esta columna.
Uno de ellos hace una observación aguda: si pretenden renovar o, peor aún, refundar al PRI, nombrando dirigentes a los dinosaurios o a los bebesaurios, el proyecto resultará en sí mismo contradictorio. La gente votó para botar a ese grupo del poder. Los tecnócratas y la vieja clase política fueron igualmente rechazados.
Y otro lector más, proclama: “Voy por caras nuevas y ajenas a la corrupción o malversación de fondos”.
Nombres sobran:
Los propios lectores barajan otros nombres a los que ventilamos en la columna anterior para suplir a Rogelio Rueda y Lizet Moreno como presidente y secretaria general del PRI estatal. Hablamos aquí de Kike Rojas, Fernando Moreno, Arnoldo Ochoa y Mely Romero.
Ahora, hay quien menciona al regidor porteño Francisco Zepeda, derrotado en la elección de diputado federal por el segundo distrito. Porque si en la lista original mencionamos a Kike, apunta esa persona, ¿por qué no incluir a Pico?
Para seguir la tradición familiar (don Ismael encabezó al PRI en su tiempo), un lector habla del ex rector de la U de C y actual representante de la SEP en Colima, Miguel Ángel Aguayo, como probable.
Y alguien más, con tremenda audacia pero ya saben que a como están las cosas cualquier cosa es posible, especula con la posibilidad de que Nacho Peralta le entregue las riendas del PRI a Walter Oldenbourg Ochoa.
Para nadie es un secreto que el candidato a la Presidencia Municipal de Colima fue el único cuadro que impulsó personalmente el mandatario estatal. Y colocarlo en el PRI estatal sería una buena forma de completar su aprendizaje político.
Por supuesto, supondría la mayor afrenta que los priistas podrían recibir de un gobernante que no se identifica con el Partido, pues entre los militantes corre la especie de que como candidato Walter podría perfectamente haber alternado entre el PRI y el PAN, sin que eso afectara sus propuestas de gobierno ni sus ideas políticas.
Que vuelva el profesor:
Si hubiera un aplausómetro en las redes sociales, este señalaría a Federico Rangel Lozano. Más de media docena de lectores mencionaron el nombre del profesor como el mejor calificado para dirigir al PRI.
Claro, el ex alcalde capitalino ya fue presidente del comité directivo estatal pero no tuvo tiempo de completar la tarea.
Antes había sido dirigente del PRI municipal y entregó buenas cuentas, pues consiguió carro completo en las secciones electorales de la ciudad de Colima y su zona rural.
Rangel Lozano supondría un perfil cercano a la gente, con una trayectoria sin mancha de corrupción o enriquecimiento inexplicable.
Desde sus orígenes políticos, identificado siempre con el gremio magisterial, ha mostrado una lealtad al Partido a prueba de balas. Lealtad que lo llevó, en esta última contienda, a aceptar ser regidor de relleno en la planilla encabezada por Walter Oldenbourg.
Que regrese al CDE es lo que piden muchos priistas, pero la verdad no sabemos si al maestro Federico le interese volver a la casona rentada en calzada Galván.
Sin operadores propios:
La gran paradoja de encontrar un nuevo dirigente para el PRI es que ya no podemos usar las herramientas deductivas del pasado. En otros gobiernos era más o menos sencillo adivinar quién se iría de gerente al PRI: alguien cercano al Gobernador en turno pero que, además de eso, tuviera cierta capacidad de operación política.
Lo malo es que los grandes operadores políticos de JIPS no son del PRI. ¿Cómo se vería el Partido teniendo como presidente estatal a Nicolás Contreras? Pedro Peralta está más cercano a fundar el otro PAN que un nuevo PRI. Y en el caso de Virgilio Mendoza, no podría el futuro regidor porteño encabezar al Verde y darse tiempo para arreglar las grillas del tricolor.
Un periódico local que se asume como la conciencia (negra) del gobernador Peralta, ya adelantó el nombramiento de la futura presidente del Partido. Lo hacen con mala leche buscando sabotear la decisión, que afirman se funda en el padrinazgo que tiene esta figura de Martín Flores y Francisco Ánzar.
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