LES SEÑERES DIPUTADES

La escritura inclusiva empleada por Lucina Jiménez en su mensaje de texto para aceptar el nombramiento de directora general del INBA que le confirió la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, es solo uno de los criterios que se han establecido para codificar el lenguaje de la equidad de género.

Antes que las feministas en México acordaran usar la ‘x’ para abarcar en una sola palabra a los individuos de ambos sexos (“creadorxs, gestorxs, maestrxs, investigadorxs, trabajadorxs, estudiantes y ciudadanxs”, escribió Jiménez), existía la propuesta de utilizar la arroba (@) con el mismo fin. Pero a nivel iberoamericano, en el lenguaje oral está cobrando auge el uso de la ‘e’ en lugar de la ‘x’ y de la @.

En Argentina, el periodista Eduardo Feinmann se trabó, en julio pasado, en una discusión por el uso de lenguaje inclusivo con una estudiante de colegio (preparatorio) que hacía activismo por la legalización del aborto en los siguientes términos:

“Creo que les diputades, antes que nada, van a tener que plantearse algo que es muy central, mañana y el jueves ¿quieren pasar a la historia como aquelles que dejaron que cientas de mujeres y cientos de cuerpos gestantes sigamos muriendo…?

Feinmann intentó corregir: “…son los diputados, que incluye diputados y diputadas…”, argumentando que lo que a él le enseñaron en la escuela fue el castellano y no sabría identificar en qué idioma hablaba la muchacha (https://www.youtube.com/watch?v=F7UBil7OW4c).

La discusión, en la que el periodista casi pierde la serenidad mientras la estudiante se mantuvo firme en sus principios de usar un lenguaje políticamente correcto, se centró en la misma idea que yo planteaba en una entrevista con Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua:

¿Estamos ante un nuevo esperanto, un idioma artificial desarrollado para cumplir con ciertas normas culturales, en este caso las de la inclusión de las mujeres en una lengua que las feministas consideran patriarcal, cuando no machista?

LA SEÑORA PRESIDENTE

Labastida, como otros académicos de la lengua española, considera que este lenguaje inclusivo es una moda, aunque no descarta que el uso termine por imponerlo. Por lo pronto, usar la ‘x’, la @ o la ‘e’ en nada contribuye a la comprensión ni a la economía del lenguaje. Al contrario, genera confusión y verborrea.

No puedo dejar de recordar lo divertido, y para mí enredoso que era el idioma de la efe que en cada generación rescatan los escolares: “Tofo dosfos losfos quefe esfe tafo mosfos afa quifi quefe refe mosfos cofo merfe”.

Como cualquier forma de caló o jerga tiene un uso limitado, es decir, dificulta una comunicación abierta y no deja de ser una tendencia pasajera que difícilmente logrará una aceptación general como para quedar registrada en el Diccionario y sus libros secundarios: la Gramática y la Ortografía del Español.

Poco después de trenzarse con esa y otros estudiantes por el uso del lenguaje inclusivo, Feinmann se escandalizó porque “la pelotudez” ha llegado a los círculos políticos (https://www.youtube.com/watch?v=afLDLwct59I):

En una campaña publicitaria del municipio de Rosario para la seguridad vial, usaron frases similares a ésta: “Superamigue es el que no toma para manejar” (la cursiva es mía), buscando quizá el voto joven.

MILLONES Y MILLONAS

En YouTube hay decenas de videos con segmentos de programas donde se toca el asunto. En los Desayunos Informales de la televisión del Uruguay (https://www.youtube.com/watch?v=MtljEfYG51M), hace más de un año los conductores se mofaban de la ministra de Educación de Santa Cruz, Argentina, que se dirigió en un discurso a los “jóvenes y jóvenas” (Una leyenda urbana le atribuye a un ex alcalde de Coquimatlán haber dicho: “jóvenes y jóvanas”).

El tema de la emisión era los límites en el uso del lenguaje inclusivo, y se transmitió en el marco del anuncio que hizo el ministro del Interior de Uruguay de “una guía de lenguaje inclusivo” en el “lenguaje comunicacional” del Ministerio, para “usar correctamente los términos desde el punto de vista de la perspectiva de género”.

Esa guía, dijo el ministro, obliga a que las palabras se expresen “en masculino y en femenino”, como ocurre cuando se dice: “los niños y las niñas”.

En la misma nación uruguaya, la Defensoría de Vecinos cambió a Defensoría de las Vecinas y los Vecinos, porque “la sociedad está conformada por hombres y por mujeres, y para denominar a cada uno de ellos hay una palabra”, como dijo la titular de esa oficina que afortunadamente no cayó en la redundancia de desglosar a “cada uno y una de ellos y ellas”.

En España, una ministra explicó “el compromiso con la igualdad de los miembros y miembras de esta comisión”. Y mientras Mariano Rajoy fue cambiando poco a poco el: “Señorías”, por: “Señoras y señores”; otro de los ministros del Gobierno enfatizaba: “Muy buenos días tengan todos y todas ustedes”, que usan prácticamente todos los políticos hispanoparlantes.

En Venezuela, Nicolás Maduro exclamó: “¡Hoy tenemos millones y millonas” de seguidores! Con lo que queda constancia que en la demagogia caen lo mismo los populistas de izquierda que los de derecha.

En México, Vicente Fox usaba como rúbrica: “Chiquillos y chiquillas”. Y una imitadora parodiaba una frase de su esposa, Martha Sahagún, que resultaba perfectamente verosímil en la retórica de la entonces primera dama: “personas y personos”.

Algunos expertos entrevistados en el programa de TV uruguaya sostienen que se debe usar el femenino para nombrar profesiones que antes no ejercían las mujeres: de ahí los horrendos títulos de “ingeniera” y “arquitecta”, aunque ya nos hemos ido acostumbrando a ellos.

Pero la guía del Ministerio del Interior de Uruguay es exhaustiva en cuanto a detallar que si el intendente de una dependencia es mujer, se le debe decir: “intendenta”.

Por cierto, la Academia de la Lengua se pronunció al respecto señalando que el sufijo de flexión verbal para el participio presente de algunos verbos terminados en ‘er’ (como ‘disolver’) o ‘ir’ (como ‘presidir’), es ‘ente’ para masculino o femenino en singular, y ‘entes’ para el plural. No obstante, todo indica que terminará imponiéndose el “presidenta”.

Tal vez la causa de esta insistencia en socavar el idioma sea algo que observa una profesora de Historia invitada a los Desayunos Informales: en un país que viene de una dictadura, como es Uruguay, la gente quiere estar en contra de toda autoridad y el uso correcto del español es algo que nos impone una autoridad, la Academia.

La misma profesora, miembro de la Comisión de Nomenclatura de Montevideo, sentencia: “Yo soy feminista. Pero una cosa es ser feminista y otra montarse en el primer omnibús que pase”.

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