En 1993, el entonces director de la editorial Penguin, Peter Mayer (1936-2018), “vaticinó que el libro de papel sobreviviría mientras no se inventase un artilugio tan eficaz y bello como el negro sobre blanco del papel”, recuerda en su editorial del 19 de octubre El País.
Al situarse ‘En la galaxia Gutenberg’ (https://elpais.com/elpais/2018/10/19/opinion/1539964938_227004.html), el periódico global en español sostiene que: “El libro en papel sigue dominando el mercado pese a los vaticinios contrarios”.
Mayer profetizó la longevidad del libro en papel “cuando el acceso a Internet era muy minoritario”, aunque “ya empezaban a aparecer en el mercado los primeros lectores electrónicos”.
Al paso de los años la sociedad fue “conquistada por todo tipo de dispositivos electrónicos” y hoy vivimos con un teléfono celular pegado a la mano. Sin embargo, “el vaticinio de Mayer sigue siendo el más certero de cuantos se hayan realizado. A diferencia de lo que ha ocurrido en otros ámbitos de la cultura, la música y la prensa son los más evidentes, el libro de papel resiste como una aldea gala a la invasión digital”.
Por supuesto, aunque no desplazó al impreso el libro electrónico terminó por convertirse “en un elemento importante del mundo editorial —en España representaba en 2017 un 5.1%, según el Gremio de Editores, mientras que en EE UU ocupaba el 25%, en retroceso con respecto al año anterior—, pero los pronósticos más contundentes se han demostrado erróneos”.
Un macroinforme presentado en la Feria de Frankfurt hace una década “aventuraba que en 2018 el libro electrónico superaría al papel. Ha llegado la fecha y el sorpasso no se ha producido. Esto se debe a diversos factores, como la actuación coordinada del sector frente a la voracidad del libre mercado, o el papel crucial de las librerías como punto de encuentro insustituible entre lectores y libros”.
Por encima de todo, “se debe a lo que Mayer vaticinó. El libro electrónico ofrece muchas ventajas, como la portabilidad, la inmediatez en la compra o la facilidad para actualizar. Pero, hasta el momento, el libro de papel resulta insustituible”.
Expone el editorial de El País: “A lo largo de la historia el libro se ha presentado en muchos formatos y sobrevivido a todo tipo de censuras, destrucciones y revoluciones. La imprenta o la difusión masiva de libros de bolsillo cambiaron el panorama editorial, algo que por ahora la electrónica no ha logrado. Millones de compradores pueden escoger cómo quieren leer un libro y, por ahora, prefieren la galaxia Gutenberg”.
CADA VEZ SE VENDEN MENOS:
Carlos Geli recuerda en un reportaje publicado ahí mismo en El País sobre la salud del libro impreso en el marco de la Feria de Frankfurt que se inauguró el 12 de octubre, cómo esa macroencuesta “entre mil editores de 30 países marcó 2018 como el momento en que el libro electrónico superaría en volumen al negocio tradicional”.
En 2008, el propio diario madrileño publicó la noticia a cinco columnas con la siguiente cabeza: “El libro digital ganará al papel en 10 años”. Por eso, al proclamar: ‘Y el libro en español no murió en 2018’ (https://elpais.com/cultura/2018/10/13/actualidad/1539456174_676814.html?rel=str_articulo#1540008664543), Geli celebra que el futuro ya esté aquí y la profecía no se haya cumplido.
“Ni de lejos. No solo lo que parecía un ascenso imparable se ha frenado sino que, amén de ver hasta cierta recuperación del papel, habría dado signos de leve retroceso en sus tierras de promisión por excelencia, EE UU e Inglaterra”.
Las ventas de ebook en los últimos cinco años han caído un 10.8% en Estados Unidos, “dejando su trozo del pastel en un 23%. Un estudio sobre 450 editoriales ya fijaba en ese 10% el descenso solo en 2017 respecto al año anterior, si bien no contabilizaba las operaciones de Amazon, que aseguraba que sus ventas sí seguían subiendo”.
En Europa “el ebook nunca supera el 10% del mercado”. Si bien Inglaterra sí alcanza los dos dígitos: un 15%. Pero no así los grandes mercados potenciales, como Brasil (7%). Por desgracia no dan el porcentaje de México.
EMPEORA LA LECTURA:
En este contexto, el sector más afín al papel ha pasado al contraataque, sostiene el reportaje: “El ebook es un producto estúpido; es lo mismo que un libro impreso, pero electrónico, no es para nada creativo”, afirmó en febrero Arnaud Nourry, consejero delegado de Hachette, sexto conglomerado editorial del mundo. “Ha funcionado porque es hasta un 40% más barato que el de papel, pero tenía un techo”, sostuvo.
Para Carmen Ospina, directora de marketing y desarrollo de negocio de Penguin Random House Grupo Editorial: “El ebook no ha mejorado la experiencia lectora, no ha aportado nada más allá de la compra inmediata, que es más barato y que llevas muchos libros en un mínimo espacio”. Y los estudios parecen darle la razón: salvo en Alemania, las ventas más altas de ebooks son en julio y diciembre, es decir, durante las vacaciones.
“El ebook va encontrando su dimensión natural, espacios y momentos; los gadgets tecnológicos tampoco han ayudado con grandes innovaciones para ampliar las posibilidades del texto”, apuntó el analista del sector y periodista Ed Nawotka, quien con esta declaración abre un foco psicosocial: “Uno de cada cuatro compradores de libros en EE UU, que sube a un 37% entre los 18 y 24 años, declara que le gustaría pasar menos tiempo enganchado a dispositivos digitales”.
A esta tesis se añadiría “el valor simbólico del libro físico. Lo vemos en públicos como los seguidores de youtubers o los de poesía urbana, que adquieren obras en papel”, opinó Jesús Badenes, director general de la División de Librerías del Grupo Planeta, que en la feria de 2009, donde se repitió el anuncio del apocalipsis del papel, pidió “flexibilidad a un sector en turbulencias”. En ese sentido, “el ebook también te roba esa parte de mostrarte hacia afuera”, coincidió Ospina.
“Me parece un recurso de urgencia, por portabilidad, o un tema de la ansiedad por tener lo último, tan digital; la del ebook es una lectura incompleta, menos intensa; creo que muchos lectores digitales acaban volviendo al papel o compaginándolo”, apuntó el editor de Tusquets, Juan Cerezo.
Y las cifras reveladas el pasado jueves en la capital alemana del libro lo confirman: “la mayoría de lectores de ebooks en Inglaterra este año (especialmente, hombres entre 18 y 34 años) mantiene o ha incrementado su compra en papel. En el bastión de la lectura digital europea, en 2016 el ebook cayó por vez primera en siete años y el formato físico repuntó ligeramente; en un excepcional 2017, la facturación de los libros de papel en Inglaterra ha crecido un 5%”.
Para remarcar esa línea, la cadena de librerías inglesa Waterstones decidió dejar de vender, en 2015, los Kindle, el lector electrónico que Amazon lanzó a finales de 2007, disparando un sector que crecía exponencialmente hasta 2013 en EE UU para luego ralentizarse.
NO DEJAN DE SER EL FUTURO:
Amazon, Google, Facebook o Apple provocan angustia ante el imparable poderío de lo digital. Tenemos la sensación de que el libro es un cebo para que estas empresas “obtengan tus datos y te vendan otras cosas”, señaló Cerezo, tras reconocer que “ya no hay quien no digitalice y lance una novedad en librería física y en digital”. La versión electrónica de Patria, de Fernando Aramburu, con 80,000 descargas: “Ha roto techo en formato digital”.
Las cifras de ventas de ebooks ignoran los datos de apps, el streaming o la autoedición. Hoy se calcula que lo digital supone un 11% de las ventas, en un país como España que tiene el ebook más caro de Europa.
Tampoco es que haya una gran experiencia lectora. Y sin duda en la próxima década el libro electrónico volverá cuando tecnológicamente encaje mejor el enriquecimiento de contenidos.
Según el prestigioso analista Rüdiger Wischenbart: “El foco de las ganancias está en los libros impresos, pero un editor hoy debe extender su cartera digital con ebooks, audiolibros e incluso suscripciones y plataformas en streaming”.
Jorge Herralde, desde su stand de Anagrama en Frankfurt, sentenció respecto al libro en papel: “Esto lo matará otra cosa, no el ebook”.