LOS CAMINOS DE LA VIDA… NO SON COMO PERALTA PENSABA

Ahora tomamos prestado el título de este popular vallenato colombiano de la autoría de Omar Geles y que conocimos interpretado por Los Diablitos de Colombia y por Vicentico Valdés, entre otros. Y sí, los caminos de la vida, no son como el gobernador pensaba y es muy difícil de andarlos, difícil de caminarlos y no encuentra la salida. 

Una cosa es ser gobernador porque un papel lo diga y otra, muy distinta es que el pueblo lo reconozca (y respete) como tal. Es decir, la legitimidad es otra cosa. Y no hablemos de su carencia de base social, que eso, también es otra cosa. 

El asunto resulta muy complejo, pero todo inicia en la manera cómo fue electo para ser candidato y transcurre hasta las dos elecciones mismas. Muchos votos tuvieron que comprarse para que triunfara en ambas elecciones, donde su principal contrincante no hizo campañas más ejemplares que las suyas. En esas oportunidades, muchos votaron por él por tal de cerrar el paso de Jorge Luis Preciado, mientras muchos más, votaron por Preciado, por tal de que no llegara Peralta. Fue una elección de negativos y no de positivos. 

Desde que llegó Peralta al poder, el ejercicio de gobierno se ha caracterizado por enviar señales confusas, erráticas pero siempre apartadas de los intereses de las mayorías. Desde siempre acusó algunos padecimientos como la aporofobia y hubo señales públicas de ello, y también su plutofilia, que también nos había mostrado desde antes. Como diría un español: Claro, es un neocón. Representante de la tecnocracia, acusa los mismos problemas que aquejan a todos los de ese grupo, no siente ser técnico, sino que se cree científico y también político. 

Lento siempre para tomar decisiones y eso, por no decirle, pazguato. Alejado de Juan Pueblito hasta el extremo de festejar, con ayuda de su Coordinación de Comunicación Social, sus largas ausencias del territorio estatal y ganando reconocimiento popular como irresponsable. Se aleja para gastar los dineros del pueblo en aviones rentados, buena comida y buenos vinos que cambia por el hambre de muchos colimenses. 

Ahora, ante el cambio de estilo en la dirección del País y sobre todo, ante los cambios en la manera en la que la población procesa y analiza la situación política, su figura queda reducida a algo que, más bien, parece una caricatura, un mal chiste. En el pueblo, resulta difícil encontrar alguien que exprese una buena opinión de él. Muchas de las recogidas por el juntador de letras, son hasta groseras, irrespetuosa, pero eso sí, razonadas y apoyadas en esos razonamientos. 

Mal político, por decir lo menos, insiste, sin embargo, en politizar todo. Eso sucedió con su desafortunado discurso del pasado viernes, pero eso había sucedido con el manejo de la pandemia. En las últimas semanas, queda descrito en toda su extensión. 

Quiso manejar la pandemia a su antojo y para su muy particular conveniencia. Primero, se le quemaban las habas para confinarnos, para protegernos (como si amara tanto al pueblo y le importara tanto la salud pública), cuando su gran interés era el crédito y la infortunada adquisición de los termómetros, claro, sin licitación, porque se trataba de una emergencia. 

Después, y por haber cerrado antes de tiempo y sin haber sido capaz de cerrar un sinfín de negocios no esenciales como Coppel, Famsa o Elektra, la presión de sus amigos, lo llevó a desconfinarnos en el peor momento y después de los shows para lograr, haiga sido como haiga sido, su nueva deuda; recula y vuelve a encerrarnos y por decreto, a obligarnos al uso de bozal y a soportar otras medidas autoritarias porque no ha sabido convencernos. La fuerza se usa cuando no se puede convencer. 

Y no se puede convencer porque carece de credibilidad y porque continúa enviando señales contradictorias. Muchos negocios no esenciales continúan abiertos, pero siguen cerrados espacios como jardines públicos (al menos en Comala). Y a pesar del Decreto, muchos, sin usar nasobuco. 

Cuando se viene de la Villa, a la entrada a Comala, en eso que con toda pompa, se bautizó como nodo vial, se han apostado algunos simpáticos empleados municipales para observar que quienes ingresan al Pueblo cumplan las disposiciones. Cuando el ingreso de vehículos baja, se les puede observar ingiriendo líquidos bajo la sombra del tamarindo que allí se alza orgulloso, pero sin usar tapabocas y sin guardar la sana distancia, igual que lo hace el tamarindo que los protege. Y si se recurre a uno de los Kioskos del Pueblo, el ubicado en Progreso, donde son guardianes celosos de las disposiciones y muy pocos clientes asisten, al llegar alguno, se acomodan el nasobuco que habían movido para estar con comodidad. En fin, nadie hace caso de las disposiciones del gobernador. 

Si el gobernador no sigue el semáforo federal porque aquí no se toman decisiones científicas, sino dizque políticas (que tampoco lo son), cada uno de los inteligentes y apreciables presidentes municipales, no hacen caso al semáforo federal (que está en rojo), ni al estatal que es multicolor, sino que cada uno tiene el propio. El de Comala está en azul, mientras el de Colima, en naranjita. En Comala, los comaltecos dicen que su alcalde es tonto y en Colima, acusan al suyo, de loco. Total, que es un desorden y mientras, la pandemia crece de manera exponencial. Y a ver hasta cuando se dan cuenta que los caminos de la vida, no son como imaginaban, no son como ellos creían. 

Y aunque yo confío en que esta vez, el destino no nos alcanzará, la moneda está en el aire. ¿Cuál será el costo de tanto juego y rejuego político y de la ausencia de interés por nuestras vidas y nuestra integridad? 

Los caminos de la vida no son como El Camino Real de Colima. 

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana. 

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