La estructura de propiedad de los grandes medios de comunicación, sus relaciones con el poder y cómo se establecen esas relaciones, son temas que no dejan de inquietar al periodista Javier Solórzano Zinser.
Los medios en México se van acomodando con absoluta “falta de escrúpulos” a los nuevos escenarios del poder, dijo el periodista en el último programa que Julio Hernández López ‘Astillero’ condujo en La Octava.
Sobre la base de su experiencia como periodista, más que sobre el conocimiento que acumuló como académico del área de Comunicación en la UAM-Xochimilco –donde, recién egresado de la UNAM, fue uno de los fundadores de la carrera–, Solórzano subrayó en la entrevista la relación de las estructuras de poder con los medios de comunicación y, particularmente, con los periodistas.
El presentador de noticias en Canal Once donde también tiene un espacio de entrevistas, moderador de una mesa de análisis político en El Heraldo TV, comentarista en Uno TV y columnista en La Razón, explicó su afirmación:
“Llega un nuevo presidente y lo primero que hacen los medios es acomodarse. Los presidentes a su vez entienden que, en el ejercicio del poder, deben estar cerca de los medios. Da la impresión que López Obrador está tratando de tomar distancia, pero es claro que la mafia del poder ahora ya es ex mafia”.
En paralelo, “veo a lo largo de estos años un proceso de cambio en la formación periodística”. Independientemente de los vicios que tengamos como profesión, un primer cambio se dio en 1985 con el temblor; otro ocurrió en el marco del Consejo Estudiantil Universitario que declaró la huelga en la UNAM en 1987; y, un tercero, patente en el proyecto de La Jornada, con la irrupción del zapatismo en 1994.
Cada uno de esos momentos produjo una nueva generación de periodistas. “Los jóvenes que habían estado siguiendo a Manuel Camacho como regente del Distrito Federal, en términos de cobertura periodística lo siguieron a Chiapas como comisionado para la Paz y Conciliación”.
Una gran cantidad de los jóvenes que estaban en proceso de formación en sus escuelas, llegaron a Tuxtla, luego a San Cristóbal y a Guadalupe Tepeyac. Con sus crónicas y reportajes, cambiaron el ritmo del periodismo mexicano.
SAL CUANDO YA NO QUEPAS
Como preámbulo de la renuncia a La Octava que Julio Astillero anunciaría al final de esa emisión del 20 de marzo de 2020 (https://www.youtube.com/watch?v=x4QWeN0pDLE), el conductor recordó las varias veces que Javier Solórzano ha salido de algún medio:
“Eres un ejemplo de cómo se puede sobrellevar la convicción periodística a pesar de los embates y de las aguas fangosas que producen esas relaciones con el poder de los propietarios de medios de comunicación tradicionales que tratan de imponer sus condiciones, su línea y su forma de hacer las cosas”.
¿Qué enseñanzas deja una trayectoria como la de Solórzano respecto a cómo sobrevivir en la profesión periodística?, le preguntó vía Skype.
“Uno no debe permitir que lo llenen de mierda. Llega un momento en que no debes aguantar y, si aguantas, es bajo tu responsabilidad. Siempre he tratado de mantener distancia pero cuando veo que no quepo, que lo que opino no importa, hay que tomar el camino de salida. Otras veces son ellos los que te dicen ‘gracias por participar’. La vida es coherencia, pero hay gente que no es coherente”, resume Solórzano.
HAY VIDA DESPUÉS DE LA TELE
¿Envanecen los medios electrónicos?, le pregunta Julio Astillero a quien ha pasado además por Imevisión, Multivisión, TV Azteca, Televisa o el Canal del Congreso, y, en radio, por Grupo Imagen, la W, Radio Educación, Stereo Rey, Radio Trece o la Red de Radiodifusoras Culturales y Educativas.
Solórzano, quien se dio cuenta que salía en la televisión cuando una señora lo reconoció en la calle, dice que esa pregunta la tendría que responder el propio Astillero: de la prensa escrita (aunque también hacía cosas para internet) pasó a la radio, en un proyecto “muy interesante” que se convirtió en televisión: La Octava.
Trabajar en la tele “tiende mucho a la veleidad, que se expresa de muchas maneras”. Y el veleidoso “es capaz de cualquier cosa”. Sin embargo, hay vida después de la televisión. Alberto Latti la encontró cuando se fue de Televisa, pero otros no pudieron, comenta el invitado.
Hay muchos “ejemplos maravillosos de personajes que, después de hacer un gran trabajo en la televisión, han dado batallas internas en las áreas de deportes, espectáculos, política y noticias”, añade Solórzano.
Pero junto a los que aparecen a cuadro, están otros “en la redacción, la coordinación de invitados y en la producción. Ellos montan el tinglado para que el que salga en la tele “de repente se vuelva veleidoso”.
NO TODOS ERAN CHAYOTEROS
Chayote es uno de los términos que se usan como distintivo del pasado periodístico, plantea Julio Astillero. Y aunque Solórzano confiesa que, sin ser “un santo”, no ha estado “muy cerca de esos terrenos”, entiende que “es algo que se estilaba”.
Javier no está de acuerdo con el juicio sumario al periodismo chayotero. “Pensar que todo el pasado del periodismo es neoliberal y conservador, como a veces plantea el Presidente, es algo que no comparto en lo más mínimo”.
Hubo grandes batallas relacionadas con despidos, con el esfuerzo del propio Julio Astillero por publicar una nota con un determinado titular en La Jornada. “Dimos la batalla en MVS o, incluso, en Imevisión, con todas las limitaciones que había. Como lo hicieron muchos otros periodistas en los estados de la república”.
No todos eran chayoteros, subraya Solórzano. Hubo mucha gente que hizo un buen trabajo. No se trata de ponerles una estatua a esos hombres y mujeres, pero hay que ponderar su lucha por la libertad de expresión y el derecho a la información.
Sobre este derecho en particular, hubo batallas interminables en 1981. Se hizo un documento de avanzada que el presidente López Portillo entregó a Luis M. Farías, líder de los diputados. Fue así que se vino abajo el trabajo de un año para tratar de ensanchar la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a la información o para establecer códigos de ética.
“No todo el pasado es igual, pero entiendo por qué lo ven así. Hubo experiencias formidables pero también es cierto que los grandes medios de comunicación concentraron la atención y crearon ese estereotipo que hoy se vuelve un poco injusto” cuando se aplica a los periodistas de a pie.
Acontecimientos como el temblor del 85, el movimiento del CEU, las elecciones del 88 y el subcomandante Marcos fueron pie de toque para la libertad de expresión. A partir de entonces, ni con el chayo se pudo resolver ya el control de la información.
UN INVENTO MARAVILLOSO
Finalmente, ¿qué opina Javier Solórzano del periodismo o la información por internet, particularmente de los contenidos y comentarios en YouTube?
Para el entrevistado, “la fuente acaba siendo determinante. Muchas de las cosas que aparecen en YouTube tienen un gran valor. A través de internet, a través de páginas web, mucha gente ha logrado ensanchar todavía más los terrenos de la libertad”.
Pero también tienen un uso muchas veces cuestionable. “Hemos visto lo que ha sucedido en muchas páginas con informaciones que sólo buscan desacreditar los hechos mismos o adelantarse a eventos que no ocurrirán”.
En otro tiempo, apunta Solórzano, había una relación emisor-mensaje-receptor, y resultaba muy complicado que el receptor se convirtiera en emisor. Es el gran descubrimiento que hemos tenido con las redes sociales: los receptores son al mismo tiempo emisores.
Por ende, “los ciudadanos, a pesar de todas las cosas que vivimos, nos hemos vuelto ciudadanos más activos y más informados. Ya no fácilmente te tragas algo y, además, se han desacreditado tanto las redes que, para darle valor a lo que dicen, se acaba pensando en los medios de comunicación para ver si lo que dicen las redes es verdad”.
Tanto YouTube como otras plataformas han resultado cuestionadas respecto a lo que informan, en muchas ocasiones. Pero, “como sea, YouTube es un descubrimiento maravilloso”, concluye Javier Solórzano.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.