“Estamos viendo una revolución comunicacional de gran envergadura”, señala Ignacio Ramonet en su conferencia ‘Geopolítica de la posverdad. La información en la era de las fake news’, dictada el 16 de noviembre de 2018 (https://www.youtube.com/watch?v=pCnCwvV4VJ4) en La Casa Encendida de Madrid.
El director de Le Monde Diplomatique en Español ya había explicado cómo “la comunicación política de Trump así lo demostró. Aunque, claro, lo sospechábamos. Ya Obama había hecho su primera campaña con este método, y luego hizo la segunda”. No es una revolución que acaba de llegar, “pero ahora estamos viendo las consecuencias mucho más allá de los Estados Unidos”.
“Los medios masivos han dejado de ser los medios dominantes. Podemos preguntarnos si siguen siendo medios de masas o, incluso, si todavía son los medios hegemónicos en términos de impacto. Porque ahora en esos mismos términos las redes sociales son los nuevos medios masivos contemporáneos, lo cual está teniendo consecuencias políticas de gran envergadura, en particular en el plano electoral.”
Ha surgido en este contexto la figura del influencer o influenciador. “Un influencer es una persona sin cualidades, como Robert Musil decía de El hombre sin atributos: no es el presidente de una región, no es el líder de un partido político, no es un gran escritor, no es un gran cantante. “Es una persona que va a la telerrealidad, sin cualidades electorales ni académicas ni científicas. Sin ningún criterio de los que se exigían antes –como decía Umberto Eco– para que los medios masivos, en particular la televisión, te escogiese como interlocutor o te distinguiese en cierta medida”.
Sin embargo, este influencer, por diversas razones, alcanza ahora celebridad mundial masiva. “Y lo hace gracias a su simple red social”. Por ejemplo, una de las influencers más importantes del mundo es Kim Kardashian, con 114 millones de seguidores (Trump llegó a tener en su mejor momento 55 millones de seguidores).
“Para mantener interesados a 114 millones de seguidores, Kim Kardashian tiene una emisión de telerrealidad donde simplemente cuenta su vida. Aparece con sus hermanas que, a su vez, tienen cientos de millones de seguidores entre todas.”
KARDASHIAN COMUNICA
“Evidentemente, figuras como Kim Kardashian tienen una influencia en moda o cosméticos. Y eso las hace personalidades utilizadas por la publicidad. Un alcance tan masivo tiene una rentabilidad financiera. Por subir un spot hablando de un vestido, unas zapatillas o un destino vacacional, cobra 720 mil euros por cada mensaje.
“Ya no es el spot, la cuña televisiva, lo que tiene verdadera influencia en los hábitos de consumo. Son los influencers como las Kardashian que, por lo mismo, están entre los principales millonarios de hoy. Cuando la prensa habla de ella, se refiere a ‘la empresaria a Kim Kardashian’.
“Es una empresaria de la red que hace lo que quiere. Generalmente, no se mete en política, pero participa en campañas humanitarias globales, en favor de los niños abandonados por ejemplo. Donald Trump que hizo su campaña electoral sin acudir a ningún canal de televisión, como presidente recibió en el despacho oval a Kim Kardashian y se sacó una foto con ella para aprovechar su influencia.
“Los influencers tienen capacidad de cambiar el comportamiento de la gente: dictan cómo vestir, qué moda seguir, cómo peinarse y maquillarse. Y todo esto gracias a su presencia en las redes sociales. Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y las demás plataformas, son ahora los medios con más influencia.
“Como muchos influenciadores son más vistos que cualquier noticiero de televisión, son utilizados por la publicidad con estrategia digital. Hay una inversión de parte de muchas grandes firmas comerciales para pasar por los influencers y no tanto por la televisión, ya no hablemos de la radio o de la prensa.
“Y, claro, los partidos políticos también están utilizando a los influencers en su estrategia comunicacional y en su marketing político dirigido a los jóvenes electores. Los influencers son los mejores prescriptores para una población que, evidentemente, no está muy politizada”, señala Ramonet.
LA PALABRA DEL AÑO
“La victoriosa campaña electoral de Donald Trump que lo llevó a la presidencia [en su búsqueda por la reelección, perdió frente a Joe Biden], demostró algo muy importante: la verdad ya no es necesaria.
“Para hacer una campaña de televisión y para ganar unas elecciones, no se necesita apoyarse en la verdad. La verdad no es relevante ni es pertinente, y por eso se impuso este concepto de posverdad, concepto adoptado, como el posmodernismo. Posverdad es una verdad no racional o verdad alternativa. La idea de que cada uno tiene su propia verdad, que la tuya y la mía son dos verdades válidas porque no hay una sola verdad.
“En Estados Unidos hay un movimiento muy importante del neocreacionismo, que prohíbe la enseñanza en las escuelas de la teoría darwiniana de las especies. Parten del principio de que el ser humano fue creado por Dios, y si alguien habla de Darwin incluso puede ser sancionado. En el mejor de los casos le dicen que la verdad científica es, simplemente, distinta a la verdad de la Biblia.
“Estos conceptos de posverdad, de mentira, de hechos falsos, o sea, las fake news, la construcción y manipulación de una falsedad, han empezado a ser totalmente normales. Existían casos históricos, pero es algo nuevo que hoy consideremos a las fake news o a los hechos falsos parte natural del debate político.
“El diccionario Oxford consideró en 2017 como palabra del año a fake news. En 2016, ese mismo diccionario había considerado como palabra del año a posverdad. Estamos impactados, impresionados y traumatizados por el hecho que el universo de la información esté hoy colonizado por esas nuevas realidades.
“Por ejemplo, cuando Angela Merkel y la CDU (Unión Cristianodemócrata) sufrieron en 2016 una derrota importante, como efecto de una campaña para culparla por la crisis humanitaria de los refugiados sirios, la canciller alemana declaró: ‘Vivimos en tiempos post factuales.
“Dicho por alguien como Merkel que no es una revolucionaria, la gente ya no se interesa por los hechos sino por los sentimientos y las emociones suscitadas por las informaciones falsas.”
TIEMPOS POST FACTUALES
“En tiempos post factuales, ya no es el hecho el que tiene importancia sino la manipulación del hecho. El 3 de abril de 2017, Time Magazine tituló en portada después de las elecciones ganadas por Trump: ‘Ha muerto la verdad’. Una frase que nos recuerda a la célebre afirmación de Nietzsche, a finales del siglo XIX: ‘Dios ha muerto’.
“Para el filósofo alemán, si Dios ha muerto ahora somos totalmente libres de hacer lo que queremos, ya no tenemos a esa autoridad que nos domina. Lo mismo ocurre si ha muerto la verdad, ya no tenemos por qué respetarla: podemos inventar lo que queramos, afirmar lo que queramos y manipular la información como queramos.
“Ahora muchos Estados tienen miedo ante las nuevas campañas de desinformación, las cuales son posibles por el uso de fake news masivamente difundidas por las redes sociales. Algunos países, como Francia, decidieron hacer leyes para protegerse contra las noticias falsas. Leyes que son más bien intenciones porque es difícil, a posteriori, ver el uso de estas noticias falsas.
“Noticias falsas siempre han existido. La guerra de Irak se desencadenó bajo una afirmación permanente y por todos los medios: el gobierno de Estados Unidos dijo tener supuestas pruebas, conseguidas por sus agencias de seguridad, de que el gobierno de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, en particular armas nucleares o bacteriológicas. Era absolutamente falso, como se demostró después, pero eso no impidió que se destruyera Irak”, apunta Ramonet.
LA GRAN IMPOSTURA
“A diferencia de 2002, los medios masivos tradicionales (prensa, radio y televisión) no tienen ahora el monopolio de la influencia en la opinión pública. Son internet y las redes sociales las que ponen hoy a nuestro alcance millones de narrativas, en competición con las de los grandes medios tradicionales que se ven impotentes para combatirlas o modificarlas.
“Cuando fueron los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001, vimos en directo sobre todo lo que concierne al colapso del World Trade Center. Pero los hechos acabaron siendo cuestionadas por toda una serie de tesis que decían que no había ocurrido.
“Con las llamadas tesis complotistas, en particular un autor francés, Thierry Meyssan, vendió millones de ejemplares de su libro traducido a todas las lenguas en el que hablaba del 11S como una gran impostura.
“Millones de personas aceptaron la idea de que el atentado era falso, que ningún avión se había estrellado contra el Pentágono. Y esa fue la primera gran demostración de que se puede invertir una información, aunque nos aparezca evidente.
“La afirmación de Meyssan fue una de las primeras verdades alternativas. A muchas personas críticas con Estados Unidos les gustaba. Como decía Merkel, la gente cree en sus emociones, cree lo que quiere creer. Basta que yo te dé los elementos que van a permitir confortar lo que tú desde siempre has creído, pero que estás necesitando de esos elementos para tener una base de credibilidad. La afirmación de que los atentados del 11 de septiembre fueron una farsa, fue una de las primeras grandes verdades alternativas que internet acabó por imponer como una realidad.”
MENTIRAS IMPÍAS
“Noam Chomsky dice que la gente ya no cree en los hechos, que los hechos ya no tienen capacidad demostrativa en este momento. Durante su campaña, Trump pudo afirmar toda clase de barbaridades y la gente lo creyó. Por ejemplo, una mentira sencilla que circuló y hasta los medios serios lo difundieron es que el papa Francisco apoyaba su candidatura.
“Trump aseguró también que Hillary Clinton, su adversaria, dirigía una red de pornografía infantil desde una pizzería, y hubo atentados contra la pizzería que no tenía nada que ver. Inventó que Obama había nacido en Kenia para demostrar que era extranjero (en realidad, el padre de Obama fue el que nació en Kenia). Y afirmó que millones de musulmanes habían festejado en las calles cuando cayeron las Torres Gemelas.
“Todas estas afirmaciones no sólo las hizo Trump en sus discursos, sino que las difundió masivamente apoyándose en verdaderas oficinas de ciberguerra. Y una que se ha estudiado bien, Endind the Fed, manejó desde Rumanía una cuenta de Facebook con más de tres millones de seguidores. Con ella, Ovidiu Drobota –un joven entonces de 24 años– fabricó 10 de las fake news que más le sirvieron a Trump.
“Entre otras mentiras, inventó que Hillary Clinton como secretaria de Estado había vendido misiles y armas a los terroristas de Daesh, el Estado islámico de Irak; que había pagado millones de dólares al director del FBI para que la ayudara en su campaña contra Trump; y que Hillary era la nueva encarnación del demonio y, en una encuesta, el 42 por ciento de los estadounidenses lo creyeron.”
“Toda esta nueva concepción de una elección en la que no se respeta una ética sino que se difunden hechos y noticias falsas, con la ayuda de oficinas de consultoría especializada, se ha transformado en una práctica habitual.
“Jamás en la historia de un país democrático, el presidente se había convertido en la fuente principal de tantas noticias falsas. Es habitual que un jefe de Estado mienta, pero no sistemáticamente ni de manera tan descarada como lo llegó a hacer Trump. Fue un golpe violento a la respetabilidad simbólica del jefe de Estado y a la institucionalidad política.
“Para entender la comunicación en el siglo XXI, es importante entender que naturalmente la opinión pública no busca la verdad”. Pero de eso hablará Ignacio Ramonet en la siguiente parte de su conferencia.
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