LOS QUE NADA ENTIENDEN

A un gobierno electo democráticamente, con la legitimidad que le dan además 30 millones de votos, no deberían preocuparle los afanes golpistas del expresidente Felipe Calderón o del empresario Claudio X. González, plantea John Ackerman a Abraham Mendieta, su invitado en Diálogos por la Democracia del 26 de abril de 2020 (https://www.youtube.com/watch?v=9vAjMKiGw-Y).

A la oposición tampoco debería preocuparle que el presidente López Obrador ejerza su derecho de réplica, cuando en el anterior régimen las críticas eran objeto de censura, amenazas de muerte y represión. Hoy que se respeta la libertad de expresión, deberíamos estar viviendo una normalidad democrática, comenta el conductor. Y Mendieta está de acuerdo, con una observación:

“El problema es cómo les explicas eso a una persona como Calderón que llegó al poder haciendo fraude electoral. O la gente que cree que su voz es la única autorizada para hablar de determinados temas.

“En este país no se podía hablar de democracia y de corrupción,sino estaba la señora Denise Dresser en la mesa. Y no se podía hablar de la lucha contra la inseguridad, si no estaban presentes Isabel Miranda de Wallace o María Elena Morera. Ellas eran las voces autorizadas.

“No había información verídica sino la daban Ciro Gómez Leyva o Joaquín López Dóriga, quienes más que periodistas eran consultores como vimos en la lista de los que recibían pagos del gobierno de Peña Nieto”, subraya Mendieta.

ENEMIGOS, NO ADVERSARIOS

“El problema de López Obrador es que tiene adversarios que se creen enemigos. Esas no son las normas de la democracia. Y no se vale que hayaun determinado tipo de comunicación que no busca el diálogo, ni siquiera la confrontación de ideas (porque yo sí creo que la democracia pasa por el conflicto), sino que buscan la destrucción del enemigo, no la derrota de un adversario.Eso es profundamente deshonesto.

“El problema es que la derecha mexicana no es democrática.Estaban acostumbrados a que la urnas fueran relativamente secundarias en el reparto del poder. Y lo son en el sentido que, cuando uno gana una elección (como decía el expresidente de Ecuador, Rafael Correa), sólo ganas aquella pequeña parte del poder que se puede conseguir democráticamente”, señala Mendieta.

En esa perspectiva, ¿cómo le hacemos para abrir el espacio democrático en este momento de irrupción plebeya?, pregunta el invitado.

“Julio Aybar tiene una metáfora que habla de esa irrupción plebeya como algo casi fetichista: ese momento de eclosión populista se produce cuando el recibidor de la política se desborda de gente común y corriente que, de repente, irrumpe en la vida pública nacional, los medios de comunicación, los partidos políticos, los legislativos e incluso el gobierno. Y en todos esos lados tiene algo que decir.

“Es la mejor definición del momento que está viviendo México: gente normal haciendo cosas extraordinarias. Pero eso la gente que se cree de sangre azul, que asume tenerla voz única y siente haber nacido en cuna de oro, no lo entiende.Perder privilegios es doloroso”, sostiene Mendieta.

APAPACHAR A LA CLASE MEDIA

Y es peligroso también, acota Ackerman. Álvaro García Linera tiene un libro sobre la democracia plebeya y cuando estuvo en Diálogos por la Democracia, el 1 de marzo de 2020, habló precisamente del pánico de la clase media. En su lectura, ese fenómeno hizo insostenible la continuidad del proyecto transformador en Bolivia.

En esepaís sudamericano hubo fraude, un golpe suave, pero en un ejercicio de autocrítica García Linera advierte que el régimen progresista de Evo Morales tampoco apapachó lo suficiente a la clase media. ¿Podría ocurrir lo mismo en México?, pregunta Ackerman.

“No estamos en esa fase”, opina Mendieta.“Aquí lo primero que tenemos que hacer es consolidar un Estado social y de derecho,para que empiece a crecer la clase media. Pero la brecha de desigualdad tan fuerte que tiene México no está como para hablar de esa clase media como sujeto de acción política.

“El elemento fundamental de la cuarta transformación, y esto es lo que los conservadores no están entendiendo, es que millones de personas que estaban completamente fuera de la vida y del debate público nacional ahora van a entrar. Gente que no podía ir al médico, que no tenía derecho a la educación ni a la pensión de adultos mayores; esa gente a la que efectivamente lumpenizaron y mandaron a la marginalidad, va a empezar a aflorar, la vamos a ver por las calles usando los servicios públicos”.

DERECHO AL OCIO

Frente a campañas de pánico moral como la que se montó en contra de los beneficiarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, donde se les mostraba comprando cervezas con su primer sueldo, ‘desperdiciando así el recurso público que los contribuyentes tan generosamente le habían dado permiso a López Obrador de repartir’, hay que armar otras igualmente eficaces.

Una campaña como aquella en España que paró los esfuerzos de la derecha para desprestigiar el sistema de becas en Twitter, con el hashtag: #ConMiPrimeraBeca. “La gente contó historias preciosasde lo que compraron con su primera beca”.

Mendieta que hizo toda su educación superior con apoyos oficiales, se compró una pluma estilográfica que le duró cinco años. Otros becarios invitaron a sus padres –que nunca se habían dado ese lujo– a comer fuera de casa o al cine.

“Las élites, especialmente en América Latina, sienten que el derecho al ocio les pertenece en exclusiva, cuando es un derecho fundamental. Ayuda a estudiar y a trabajar mejor. Incluso ir al cine es profundamente enriquecedor para la vida pública y cultural.

“Hasta en los términos clásicos de la economía política marxista, al proletario no sólo había que darle la manutención sino el elemento adicional que lo hiciera volver al trabajo al día siguiente.También en la teoría política económica clásica, es fundamental el derecho al ocio. El Estado tiene la obligación de garantizar derechos fundamentales como ese”.

BATALLA POR LOS CORAZONES

La votación conseguida en algunos estados del norte del país por Jaime Rodríguez ‘El Bronco’, candidato independiente a la Presidencia, pese a propuestas tan extremistas como cortar las manos a los ladrones, hacen temer que en 2024 lleguemos a tener nuestro propio Bolsonaro si no logramos como sociedad que cuaje la 4T. Una lectura más optimista es que, por nuestra cultura política, los mexicanos tenemos anticuerpos para protegernos de la ultraderecha, anota Ackerman. ¿Cuál de los dos escenarios es más factible?

Mendieta sostiene que “en política no hay nada escrito”,pero a él no le gusta pensar que por “nuestra idiosincrasia política” estamos blindados. “La gente no vota por su interés, vota por sus valores. Y si no ganamos la batalla de los corazones, la ganará Donald Trump y Jair Bolsonaro articulando el odio y el miedo”.

“Andrés Manuel ganó, entre otras muchas cosas, por la articulación de la alegría y la esperanza”. No es cierto que ganó “por el hartazgo de la gente”. Por supuesto,hubo “un porcentaje de voto de hartazgo”, pero López Obrador “ganó porque articuló la ilusión y la esperanza de que las cosas pueden hacerse de otra manera. Cuando hay un hartazgo desbordante, lo que gana es la apatía. Y eso no es lo que vimos en el 18, al contrario vimos participación e involucramiento político”.

“Tenemos que ganar la batalla de los corazones. Pero esa izquierda racional es muy aburrida, cuando el corazón de la izquierda son sus valores. Pensar, por ejemplo, que de un problema sólo salimos unidos y en solidaridad; pensar que tienen que haber un Estado fuerte para que, con los recursos del más poderoso, se ayude al más humilde. Si el corazón de la izquierda es moral, es con esos valores con lo que tenemos que enfrentarnos al debate público. La racionalidad en la izquierda muchas veces fue la mejor manera de perder una elección”.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.

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