Hace cuatro años Eduardo Tomás Medina Mora Icaza fue nombrado ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el 10 de marzo de 2015. Todos cuestionamos el nombramiento, todos lo reprobamos. Todos, excepto Enrique Peña Nieto. Ayer se fue y nadie fue capaz de comentar o destacar algún punto positivo de su gestión en el alto puesto que ocupó. Llegó y se fue en medio del escándalo dejando una estela de actuaciones altamente criticadas y cuestionadas. Nunca como entonces, se había reclamado la incompetencia de un Ministro y, para confirmarlo, su discurso de ingreso fue vano como ninguno otro ha sido. Antes, en esa ceremonia, se dio el discurso de bienvenida que fue particularmente claro y contundente, hasta punzante, quizás (vale la pena releerlo). Ese discurso, por cierto, fue pronunciado por Olga María del Carmen Sánchez Cordero Dávila, quien unos meses después, pasaría a retiro.
Su paso por la burocracia de alto rango se señala por facciosa, convenenciera, corrupta, indigna y algunos otros adjetivos similares. Y claro, más de alguno de los opositores de la 4T aprovechan esta ocasión (como cualquiera otra) para golpear al gobierno en turno porque Medina Mora no hace públicos los motivos de peso atrás de su decisión. Sí conviene conocer esas razones de peso que motivaron su salida, aunque bien podemos suponerlas, pero se negó a acudir al Senado de la República a explicarlas. A nadie le puede resultar una razón menor el haber sido investigado por la Unidad de Inteligencia Financiera, y que ésta, después de escuchar a agencias británicas y estadounidenses haya decidido acudir a la Fiscalía General de la República a denunciar al ministro.
Nada positivo puede recordarse de su paso por el Gobierno, como se dijo. Ocupó numerosos cargos importantes: Llegó a la burocracia de altos vuelos de la mano de Vicente Fox y entre 2000 y 2005 fue director del desprestigiado Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), del que salió para ocupar la Secretaría de Seguridad Pública (donde sustituyó, por cierto, a Ramón Martín Huerta, muerto en un accidente aéreo). Ya con Felipe Calderón, fue Procurador General de la República de la República de 2006 a 2009 para irse de vacaciones, unos días después, a la embajada mexicana en el Reino Unido, donde permaneció hasta 2013 cuando fuera nombrado Embajador en Washington; esto ya en los tiempos de Enrique Peña Nieto como Presidente, y ocupó ese cargo hasta que fue nombrado, a propuesta del propio Peña como Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Como puede verse, es un ejemplar perfecto como emisario del pasado.
La oposición y la comentocracia tradicionales insisten en la existencia de presiones por parte del presidente López Obrador con la finalidad de hacerse del Control de la Corte (eso dicen). Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, presidente de la Corte ha declarado que no ha habido intromisión alguna de López Obrador o de alguien del actual gobierno, ni en este caso ni en ninguno otro de los de la competencia del Poder Judicial. Y sus declaraciones han sido contundentes. Acusó que otro presidente, Calderón, si ejerció presiones para los asuntos que le interesaban y que el propio Zaldívar, en su momento, fue de los presionados. Calderón sí fue un paladín de la independencia del Poder Judicial, y no en vez, como ahora nos dicen, López Obrador.
Zaldívar manifestó en el programa John y Sabina (Canal 11, ayer a las 22 horas, con John Mill Ackerman Rose y Sabina Berman Goldberg como conductores) que los partidos de oposición no han logrado entender que la manifestación de la ciudadanía a través de su voto del año pasado es para que tengamos un Presidente de la República fuerte y sin oposición e insisten en que la Corte se transforme en un partido de oposición al Presidente y advierte que eso no sucederá, pues es otro el papel del máximo tribunal del País. Esta afirmación nos describe la falta de contundencia y credibilidad de esa oposición (y de la comentocracia tradicional) y por qué terminan por causar más lástima que consideración.
En el Senado de la República se discutirá, seguramente hasta el cansancio, la terna de candidatos que remita el presidente López Obrador para que de allí se elija al sucesor de Medina Mora y desde ya, podemos saber que la oposición y la comentocracia tradicional continuarán su camino de crítica sin fundamentos. Resulte electo quien sea, sin embargo, habremos de preguntarnos ¿podrá el nuevo ministro ser peor o más desprestigiado que Medina? Quien sea, resultará con mayor solidez, menos faccioso y veleidoso que Medina y resultará más digno y más independiente. Debemos festejar que Medina Mora ya no sea Ministro de la Corte.
Y respecto a la oposición (y la comentocracia tradicional), mejor hay que guardarles clemencia. Hacen lo que pueden. Es injusto pedirles más. Tienen el poder que les asignamos y la influencia que nosotros mismos les concedimos. No pueden con más.
Y pasando a un tema más cercano a nosotros: Peralta parece haber cerrado ya su gestión como Gobernador; parece haber decidido que como no puede con el puesto, deja de hacerse ilusiones respecto a que ocupa esa elevada posición. Si el que junta estas letras tiene razón; está en tiempo para iniciar una acción que sería la única buena de su régimen: Pedir licencia. Gran servicio prestaría al Estado si se fuera. Y no debe buscar razones de peso: Se iría porque querría irse. Y lo festejaríamos todos y se convertiría en ídolo y leyenda: Reconoció su realidad y se fue. ¿No les gustaría cantar esa canción? No creo que lo vaya a hacer, pero lo deseo y si lo hiciera, prometo solemnemente, no volverme a ocupar de él ni de su gestión. Ojalá fuera suficientemente valiente como para salir por la puerta grande.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.