Los asuntos migratorios con los que el tuitstar Donald Trump ha llevado a México a cambiar su política migratoria y con ello, han dividido la opinión no sólo de los mexicanos en general, sino al interior del Gobierno y de Morena, como el partido en el Gobierno. Por una parte, se ubican los que piensan como Marcelo Ebrard (y, dicho sea de paso, como el Presidente López Obrador) y por la otra, los que piensan como Porfirio Muñoz Ledo (y, supongo, Olga Sánchez Cordero). De alguna manera, Muñoz Ledo ha encabezado el ala más revolucionaria del Gobierno de la República al abogar por la continuación de un mayor respeto a los derechos humanos de los migrantes centroamericanos que transitan por nuestro País y enfrentar a los Estados Unidos en instancias internacionales en vez de negociar con ellos y poner freno o tratar de poner freno a la corriente migratoria.
Porfirio da la impresión de no entender como Marcelo (o como el Presidente) que nos encontramos ante un asunto muy delicado y de la mayor trascendencia y que la asimetría entre México y Estados Unidos es enorme y eso obliga a México a modificar su visión sobre el tema, al menos en el corto plazo: Trabajar a mediano y largo plazos anclando a los centroamericanos en sus países, a través de la creación de empleos y la generación de bienestar en sus propias patrias. Esta visión es compartida por muchos mexicanos y por lo general, por la comunidad internacional, pero no por el gobierno gringo. Y esto quedó de manifiesto desde las reuniones del 28 de febrero y del 26 de marzo entre Olga Sánchez Cordero con Kristjen Nielsen, Entonces asistió Tonatiuh Gutiérrez que se encontraba todavía al frente del Instituto Nacional de Migración. Él es quizás el mayor conocedor de estos temas en México, pero tardó demasiado en limpiar y transformar el organismo a su cargo, que como ha quedado demostrado es un estercolero y una enorme fuente de negocios y corrupción. Por lo dicho, los gringos quisieron negociar con Marcelo y no con Olga.
Si alguna duda cabía con respecto a la postura del Presidente, ésta quedó perfectamente definida durante la mañanera de hoy (18 de junio), cuando Andrés Manuel expresó (palabras más, palabras menos) que, por supuesto, existía la posibilidad de aceptar la imposición de aranceles a los productos mexicanos y aplicar una política espejo para perjudicar también a los productores gringos y acudir a instancias internacionales, pero de haber actuado de ese modo y desatado la guerra comercial entre nuestros países, ambos habrían perdido y del modo como se está actuando, la cautela evita esa guerra. Y claro, nuestra economía carece de la fuerza y del tamaño que tienen las de los chinos o los rusos (y aún la de los iraníes) para enfrentar a la economía gringa. Es decir, tendríamos mucho que perder y es mejor que evitemos llegar a esos extremos. Nuestra dependencia de la economía gringa es mucha, como bien lo sabemos.
Difícil y delicada posición la nuestra, sin duda. El que junta estas letras coincide con los puntos de vista del Presidente y del Canciller. Debo reconocer, sin embargo, que en el fondo, me gustaría que enfrentáramos a los gringos en vez de tener que ajustar nuestras políticas; pero la razón dicta que resulta preferible la prudencia y con ello, evitar males mayores a nuestra economía, ya de por sí castigada y medio desmantelada por la aplicación de una agresiva política neoliberal durante los últimos años. ¿Cómo enfrentar el reto de nuestro desarrollo y el de las naciones hermanas de Centroamérica con más dificultades y obstáculos y con menos recursos? No coincido con los puntos de vista del gobierno gringo, pero las opciones que nos dejan, no son muchas y parce que más bien, dificultarían la consecución de nuestras propias metas.
Un importante obstáculo para oponernos a los gringos, es el propio estado en el que se encuentra el Instituto Nacional de Migración, en el cuál, no se puede tener confianza. México carece de fortaleza en éste y en muchos otros campos precisamente porque la corrupción ha carcomido muchas de muestras instituciones y éstos son hechos que no podemos eludir ni evadir. Reconstruir el País significa reconstruir y fortalecer sus instituciones, y para nuestra poca fortuna, no es algo que podremos hacer tan rápido, pues, aunque la voluntad política exista, se requiere tiempo para lograrlo.
El conflicto es que, a pesar de lo dicho, Muñoz Ledo no deja de tener razón: En el más estricto sentido político y legal, lo hecho por el Presidente violenta la Ley al encomendar a Ebrard el manejo de funciones encomendadas a otras dependencias del Ejecutivo y, por otro lado, no parece sano que un Secretario adquiera tal cantidad de poder a costa de la pérdida de sus homólogos. Creo que la emergencia vale lo hecho y que el Congreso lo debe avalar. Recordemos que el verdadero equilibrio de poderes no es tanto el que funcione o no un sistema de pesos y contrapesos, sino la comunicación entre los poderes para enfrentar juntos las situaciones de emergencia y salvar las diferencias.
Aunque Porfirio se ha dirigido y criticado a Ebrard y no a López Obrador, es evidente el desacuerdo con el Presidente y la línea que éste le ha marcado a Marcelo. Me temo que habrá otros integrantes de la línea dura de Morena (que no es un monolito) que coincidan más con los puntos de vista de Porfirio que con los de Andrés Manuel y sería sano que se diera un debate ideológico entre ambas corrientes para definir la nueva política al respecto. Resulta evidente por otro lado, que debe avanzarse en la consolidación de Morena como partido político más que como movimiento.
Las situaciones delicadas, como esta por la que ahora transita el País, pueden ayudar a la consolidación de Morena, del Gobierno y del País. Ojalá así lo entendamos todos y nos ayude a avanzar. Recordemos que golpe que no aniquila, fortalece. ¡Hagámoslo realidad!
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.