MISCELÁNEA FEMINISTA

El devenir noticioso del domingo y el lunes estuvieron dominados por las mujeres con su marcha y con su paro y ese par de jornadas nos permitieron meditar muchos temas relacionados con ellas. La marcha transcurrió con algunos incidentes, del paro no supimos que se hubieran presentado actos violentos. Algunas mujeres, al parecer coladas a la marcha, decidieron combatir la violencia con violencia y como alguna encapuchada confesaba al noticiero de Carmen Aristegui, lo que buscaban era sacar del poder a López Obrador. Se equivocaron, la violencia no se combate de ese modo. El paro, según algunos que se atrevieron a hacer el cálculo, nos costó 43 mil millones de pesos (no conozco la metodología del cálculo, pero fue muy costoso, obviamente).

Las mujeres no integran un colectivo homogéneo y obviamente, algunas de las mujeres patrocinadas por fuerzas regresivas como los azulejos y esa cosa de Barra Libre, el nuevo partido que todavía no lo es y que encabeza el niño héroe Felipe Calderón, no podían desaprovechar la oportunidad para hacerse sentir y claro, marcharon encapuchadas. Otras, figuras públicas y por demás indeseables, se hicieron presentes para tratar de llevar agua a su molino. La depuración tendrá que darse y, espero que pronto. Tampoco faltan los colectivos de la misandria, que resultan tan indeseables como los colectivos misóginos. Se trata de mujeres patológicas que, por ese camino, difícilmente podrán ayudar a la construcción de una sociedad más equitativa, como la deseamos la mayoría de los mexicanos.

Se hizo visible la discriminación hacia las mujeres (que, por cierto, es centenaria cuando no, milenaria), pero no se hace visible la que se ejerce contra otros colectivos vulnerables: indios, negros, discapacitados, viejos y otros, sobre todo, los pobres. Es urgente avanzar en todos los frentes para que la sociedad se reconozca como tal y avance como una unidad. Se requieren ayudas de tipo político, pero, esencialmente es una cuestión social y cultural. Se debe reconstruir el tejido social, de eso no cabe duda. Lograrlo es difícil y lento e implica el concurso de todos los mexicanos, al menos de la mayoría, es decir, de los bien nacidos.

Pero también se hacen visibles otros males indeseables, como la existencia de madres dominantes, algo particularmente importante en la sociedad colimense, pues muchas madres dominan a sus hijos y abusan de ellos mediante chantajes u otras prácticas igual de nocivas, y de vuelta, generan misoginia y violencia contra las mujeres. Estas prácticas tienden a restar importancia a los reclamos de las mujeres para acabar con la desigualdad y la violencia de género y deben erradicarse. Pero mucho de lo que sucede con las mujeres y por lo cual se duelen, sucede con la sociedad en su conjunto. Y sucede no sólo en México, sino en mayor o menor medida en todo el mundo.

Existe una queja constante en relación con la actitud de los diferentes cuerpos policiacos y los órganos encargados de la procuración y la administración de la justicia. Habría que revisar, obviamente la actitud de todos ellos, porque es cierto que resultan muy ineficaces, poco idóneos y siempre muestran falta de empatía hacia las víctimas y tienden a re victimizarlas. Pero de igual modo actúan ante cualquier demanda de justicia. Eso ya lo sabemos porque muchos, como el que junta estas letras, hemos sido víctimas de algún delito (del orden patrimonial, en mi caso). La Fiscalía Estatal se negó a actuar y lo hace de ese modo porque siempre puede encontrar algún pretexto para su inacción o conveniencia. Sólo si el denunciante es poderoso, actúan de inmediato y con gran eficiencia, como sucedió hace ya algunos años, en aquel intento de secuestro de uno de los integrantes de la familia Brun (que es parte de la realeza de Colima) en Villa de Álvarez, o cuando se trataron de cubrir los hechos que involucraban al entonces Secretario de Turismo en el affaire de Las Palmas.

Las mujeres tienen ahora una importante participación en la política. Pero en ese campo han resultado tan inconsistentes como los hombres. Ese es un problema que deben solucionar los partidos políticos. Allí me gustaría destacar la actuación de muchas mujeres que merecen reconocimientos: Griselda Álvarez debe encabezar la lista para los colimenses, en la categoría de las históricas, pero ahora, Griselda Martínez, la presidente municipal de Manzanillo, preside el mejor ayuntamiento de la entidad. Blanca Livier Rodríguez Osorio en el Congreso Local ha tenido una destacada actuación, caracterizada por la consistencia (sólo con la desviación de perder el tiempo con temas baladíes y no fundamentales, como los animalistas) allí acompaña a otros dos diputados consistentes: Vladimir Parra Barragán y Arturo García Arias. Los más negativos del Congreso son hombres (Guillermo Toscano Reyes y, sobre todo, Carlos César Farías Ramos), no han querido acompañar las decisiones de la Coalición de la que son parte. Pero, la más inútil y carente de opiniones es otra mujer, Araceli García Muro (¿a quién se le ocurrió su candidatura?). Nuestras diputadas federales, contrastan: Grata impresión deja Rosa María Bayardo Cabrera, inteligente y con agenda propia frente a la otra, que es como chiva en cristalería, pero con el empeño de cazar a Indira Vizcaíno y no permitirle que sea nominada como candidata a Gobernadora. De las de los partidos tradicionales ni nos ocupamos, no vale la pena.

A nivel nacional, las cosas no son tan diferentes: Olga Sánchez Cordero, importante feminista, ha realizado muy buen papel (y no es la única) o Claudia Sheinbaum (aunque con muy mala prensa, porque le quieren impedir que continúe su carrera política, como representante del post lópezobradorismo) y en un puesto relativamente menor a las anteriores, se ubica Ernestina Godoy, que también ha sido consistente. En el otro lado, también las mujeres están representadas: Yeidckol Polevnski, Ana Gabriela Guevara o Lilly Téllez (María Lilly del Carmen Téllez García), han realizado labores desastrosas.

Entonces, como vemos, los males que padecen las mujeres no son exclusivos de ellas y las actitudes políticas mostradas tampoco son distintas de las de los hombres. Ser mujeres no las convierte ni en mejores ni en peores que los hombres. Debe impulsarse una reeducación de la sociedad y ésta debe modificar su cultura, de eso, no puede haber dudas. Debe ser incluyente hacia las mujeres, pero también ante los demás grupos vulnerables. La sociedad mexicana no debe ser misógina, ni racista, pero tampoco debe padecer misandria. El equilibrio es muy difícil de lograr, pero hay que apostar a la posibilidad de lograrlo. El camino es largo y sinuoso, pero debemos comenzar a recorrerlo, algún día llegaremos a la meta. Seguramente esto pasa por reforzar el marco legal y conviene actuar ya.

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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